REFLUJO Y NUEVA OLA
Mike Ashley
5. Los talentos británicos
En abril de 1956, había en Gran Bretaña cuatro revistas de ciencia ficción autóctonas: Authentic, Nebula, New Worlds y Science Fantasy. New Worlds era la más antigua. Fundada en 1946, dejó de circular poco después, renació en 1949 y, superando una serie de obstáculos subsiguientes, llegó a una periodicidad mensual en abril de 1954. Junto con su compañera bimensual, Science Fantasy, tenía como director a Edward John Carnell.
Nebula, propiedad exclusiva de Peter Hamilton, con sede en Glasgow, Escocia, pese a sus irregulares apariciones contaba con un público sólido, en especial norteamericano, y se procuraba literatura de primera clase, obra de autores destacados, a base de pagar excelentes precios. Administrada con escasos recursos, en la mayoría de los casos cada número se financiaba con el precedente.
Authentic pertenecía a la editorial Hamilton and Co, de Knightsbridge, Londres. El cargo de director acababa de pasar al escritor E.C. Tubb. Hasta entonces, había estado capitaneada por el investigador químico H. J. (Bert) Campbell, pero éste deseaba dedicar más tiempo a su profesión. A Campbell se le permitió elegir a su sucesor. Tubb, en tono humorístico, recuerda así el momento: «Llegué a dirigir una revista por un camino muy simple. Bert Campbell me dijo: «Puesto que prácticamente la estás escribiendo tú solo, también puedes dirigirla»».
Tubb se ajustaba a la verdad hasta cierto punto, ya qué, sirviéndose de infinidad de seudónimos, solía ocupar más de la mitad del número. La situación no se alteró al pasar a director, sobre todo por el deplorable nivel general de los relatos presentados. Conforme se aproximaba el limite de tiempo, Tubb precisaba llenar la edición con sus propias narraciones. El punto de vista de Tubb sobre la calidad literaria y los peligros en que se incurre con la edición de una revista se aplica a todo el campo y demuestra que dirigir una revista no es tarea fácil.
«La proporción entre el material aceptado y el rechazado giraba en torno al uno por veinticinco. Examiné manuscritos con las grapas ya oxidadas y las hojas medio deshechas, producciones desenterradas y pasadas al nuevo director, junto con las devoluciones previas. Además, recibía escritos que no tenía nada que ver con la ciencia ficción. Y algunos tan horrorosos que me forzaban a admirar el optimismo de sus autores.
Para justificar lo antedicho, aclararé que Bert llevaba un registro -que yo conservé- de todos los manuscrito, recibidos, junto con la fecha de aceptación o rechazo. Gracias a ese registro, y a mi curiosidad, resultaba fácil localizar las obras que habían sido enviadas a Bert, rechazadas y devueltas y que en aquel momento me llegaban de nuevo. No hay ningún mal en eso, los editores tienen gustos distintos. De todos modos, entre todo aquello descubrí un cuento francamente bueno, brillante, muy aceptable… Hasta que comprendí la verdad y reconocí en él un relato publicado por Astounding unos doce años antes. Un director poco aficionado a la ciencia ficción no habría reparado en ello. Yo sí, por fortuna. De tal manera, me ahorré una vergüenza y la publicación de un plagio descarado».
El plagio es un azote que padecen todos los editores, aunque no se produce tan a menudo como cabría suponer, al menos en el género de la ciencia ficción.
Authentic, siempre amena, gozaba de una buena clientela. Las escasas quejas se debían a que Bert Campbell ponía demasiado énfasis en los artículos científicos. Con Tubb al mando, tales artículos fueron eliminados muy pronto, o al menos reducidos al mínimo. El próximo cambio se hizo patente de inmediato. Authentic se imprimía en formato de libro de bolsillo, puesto que había nacido como una serie de novelas en rústica, las cuales adquirieron poco a poco una personalidad que aconsejó convertir la colección en revista. Tubb pensó que este detalle perjudicaba a la publicación y provocaba que pasara inadvertida en los quioscos (situación exactamente opuesta a la de Estados Unidos). A petición de Tubb, el número de marzo de 1957 se editó en un formato mayor. Tal como se esperaba, su circulación aumentó a catorce mil ejemplares.
Lo que el público no supo fue que aquél era el último recurso intentado por Tubb para salvar Authentic. Los administradores de la editorial Hamilton and Co preveían que el futuro del negocio residía en el libro económico. Gran Bretaña no carecía de ellos, cierto, pero se trataba con mucho de un terreno secundario. Después de la guerra, Gran Bretaña se había visto sumergida por un océano de libros baratos, chillones y de pobre contenido, que había sobrecargado el mercado, dando mala fama a este tipo de publicación. Sólo Penguin Books y un escaso número de otras editoriales habían logrado conservar su buen nombre. Hamilton acabó por tomar la decisión de eliminar Authentic, aunque los editores consideraron la sugerencia de Tubb de que la revista se transformara en una antología original periódica, como la serie Star SF de Pohl, para encajar en la nueva política editorial.
La situación se volvió irreversible cuando Hamilton contrató los derechos para todo el mercado británico de una obra americana muy vendida…, a un precio extremadamente alto. La editorial ya no podía permitirse el lujo de tener dinero invertido en Authentic. A Tubb se le concedieron dos meses para liquidar la revista y publicar todas las obras ya adquiridas. Authentic desapareció tras su número de octubre de 1957.
Lo irónico de la situación residía en que el libro americano que inclinó la balanza, The Blackboard Jungle (La jungla de la pizarra), que giraba en torno a la delincuencia juvenil, era obra de Evan Hunter. Y éste, tanto con ése como con su auténtico nombre, S. A. Lombino, había sido un famoso escritor de ciencia ficción durante los primeros años de la década de los cincuenta, publicado en la mayoría de las revistas estadounidenses…
Authentic incluyó en sus últimos números bastantes relatos procedentes de publicaciones americanas, y los cuentos no escritos por E. C. Tubb estaban firmados normalmente por Kenneth Bulmer, Brian Aldiss o Philip E. High. Como ejemplo de la literatura, nítida y precisa, que podía encontrarse en la revista, esta antología se inicia con Mr Culpeper’s Baby, de Bulmer.
Parece un símbolo del destino que Authentic concluyera el mismo mes en que el lanzamiento del Sputnik 1 inició la era espacial, siendo así que sus consecuencias beneficiarían más a las revistas británicas que a las americanas. El libro barato no se hallaba aún plenamente en marcha, al menos en lo que respecta a la ciencia ficción. Hamilton and Co emprenderían un largo camino hasta encabezar dicha tendencia, empezando por incrementar la producción del sello Panther. En la actualidad, Panther Books posee el mayor catálogo británico de ciencia ficción en formato económico.
Al frente de Nebula, Peter Hamilton venció resueltamente los numerosos obstáculos que se oponían a la edición de revistas del género, y extendió su publicación a escala mundial. En el número de mayo de 1957, le fue posible alardear de que Nebula pasaría desde entonces a mensual, una periodicidad que sostuvo, con ligeros contratiempos, durante los dieciocho meses siguientes. En septiembre de 1957, Hamilton afirmó que Nebula era la revista de ciencia ficción más vendida de Gran Bretaña con cuarenta mil lectores y distribución en veintiséis países.
Hamilton tenía todo el derecho a jactarse, pues lo había logrado todo por si mismo, a cambio de grandes riesgos financieros y un enorme cansancio físico. Su salud empeoró mucho durante los años cincuenta -pese a ser un hombre todavía muy joven-, lo cual contribuyó a su decisión final de cerrar la revista.
Nebula ofrecía la mezcla adecuada de ficción y realidad. Relatos extensos y cortos se combinaban de manera satisfactoria con artículos científicos y secciones regulares, entre ellas la cinematográfica de Forrest J. Ackerman y la de colaboraciones del lector, a cargo de Walt Willis. La labor artística solía impresionar por las vigorosas y brillantes cubiertas, las pulidas contraportadas en blanco y negro y las fotografías interiores.
En cuanto a su contenido literario, Nebula fue la autora del lanzamiento de Brian Aldiss en mayor grado que cualquier otra revista. Hamilton había adquirido su primer relato, «T», aunque no lo publicó hasta noviembre de 1956, fecha en que Aldiss aparecía ya regularmente en otras publicaciones. All the World’s Tears, incluido en el Nebula de mayo de 1957, alcanzó un gran éxito. En un editorial posterior, Peter Hamilton se encargó de subrayar que tal relato constituyó el punto crítico de la reacción del lector ante Aldiss. Tras su publicación, el nombre de éste acaparó el interés de todos. (All the World’s Tears se incluye en el presente volumen.) Los ojos del mundo entero se volvieron hacia Aldiss, que, en la Convención Mundial de Ciencia Ficción de 1959, recibió una placa como «Autor novel más prometedor del año».
El autor más popular de Nebula fue E. C. Tubb, que publicó en ella veintisiete relatos. Aunque los mejores aparecieron en los primeros años de la revista, hay que señalar como favorito de este período su cuento de misterio sobre extraterrestres e inmortalidad, Talk Not At All (No habléis en modo alguno) (agosto de 1958). Entre los demás que consiguieron la fama a través de Nebula, anotemos a Francis G. Rayer, con su relato catastrófico Beacon Green (El faro verde) (marzo de 1957), Robert Presshe, con Old MacDonald (El viejo MacDonald) (abril de 1958), una ingeniosa narración sobre la agricultura en Venus, y William Temple, con su serie Goliath, una guerra entre los extraterrestres y la Tierra, publicada en forma de libro con el título The Automated Goliath (El goliat automatizado) (1962).
En 1958, una huelga de los impresores retrasó la aparición de todas las revistas británicas. Sin embargo, Nebula, que se imprimía en Irlanda, no se vio afectada por ella. La circunstancia proporcionó a Hamilton la oportunidad de hacer fortuna. Por desgracia, no supo aprovecharla. Se había apoyado con exceso en sus lectores americanos, y en 1958, precisamente, la catástrofe se abatió sobre el mundo de la revista estadounidense. Nebula se resintió del golpe.
No se recuperó lo bastante y, pese a aumentar su precio de dos chelines a dos chelines y seis peniques, Hamilton supo que fin estaba próximo. La desaparición pasó de momento inadvertida para sus lectores, acostumbrados a la otrora errática periodicidad de Nebula. Al no aparecer ningún número después de junio de 1959, nadie se sintió alarmado en principio. Pero al finalizar ese año, fue obvio que Nebula había dejado de existir. No hay ningún rastro de Peter Hamilton a partir de ese momento. Ahora bien, las cuarenta y una ediciones de Nebula constituyen un monumento a lo que un solo hombre puede lograr con la suficiente determinación y entrega.
La muerte de Nebula dejó a las revistas de Nova como única fuente de ciencia ficción en Gran Bretaña. Durante el período 1957-1958, había existido una revista de terror, Phantom, a base de reediciones. Su editor artístico, Cliff Lawton, lanzaría posteriormente una nueva publicación, A Book of Weird Tales (1960), con reimpresiones seleccionadas por Ackerman, pero que sólo duró un número. Había también la colección de libros de bolsillo «Supernatural Stories», publicada por John Spencer and Co., de Shepherds Bush. Cada seis semanas, aproximadamente, publicaba una novela, acompañada por un tomo de cuentos. La mayor parte de éstos procedían en exclusiva de R. Lionel Fanthorpe, autor asimismo de numerosas novelas de ciencia ficción, adquiridas por dicha editorial. Su fenomenal producción nacía de sus ratos libres (la mayor parte del día la dedicaba a su trabajo como maestro de escuela). Lógicamente, de ahí derivó una pérdida de calidad. No obstante, sus relatos sirvieron de escalón intermedio a los nuevos iniciados en la ciencia ficción que no habían descubierto las revistas de Carnell.
New Worlds ha sido considerada siempre como la columna Vertebral de la ciencia ficción británica, más por su longevidad y regularidad que por su calidad…, aunque ésta fuera excelente. Significaba la principal salida para aquellos que trataban de ganarse la vida escribiendo. New Worlds excluía todo relato o novela por entregas que no perteneciese a la denominada ciencia ficción estricta, en tanto que Science Fantasy admitía narraciones más en el límite de la ciencia ficción, incluso de pura fantasía.
Science Fantasy fue varias veces nominada para el Hugo, confirmando así su popularidad. Su plato fuerte consistía en un extenso relato, siempre fascinante y absorbente, en muchos casos obra de John Brunner; por ejemplo, A Time To Rend (Un tiempo que desgarrar) (diciembre de 1956), desarrollado en un misterioso mundo paralelo, Lungfish (El dipnoo) (diciembre de 1957), que juzgaba los efectos psicológicos sufridos por los niños que nacen en una nave espacial viajando durante varias generaciones, Earth Is But A Star (La Tierra no es más que una estrella) (junio de 1958), donde se describía una Tierra decadente que se expone a su destrucción por una estrella fugaz, y City of the Tiger (La ciudad del tigre) (diciembre de 1958), que, junto con The Whole Man (El hombre completo) (abril de 1959), narra los esfuerzos y los éxitos de un telépata con dotes curativas. Los dos últimos, revisados, aparecieron con el título Telepathist (Telépata) (1964) y le valieron a Brunner una nominación para el Hugo.
Entre otros excelentes relatos, figuran también las variaciones de Kenneth Bulmer sobre mundos extraños, Reason For Living (Razón para vivir) (octubre de 1957) y The Bones of Shoshun (Los restos de Shoshun) (octubre de 1958); la fascinante manipulación del hado de Destiny Incorporated (Destino, S. A.) (agosto de 1968), de John Kippax; Dial O for Operator (Marque el O para la telefonista) (febrero de 1958), de Robert Presslie, un cuento realmente sobrecogedor sobre una petición telefónica de ayuda procedente del futuro, y 200 Years to Christmas (200 años para Navidad) (junio de 1959), de J. T. Mclntosh, la aventura de una nave «generacional».
J. G. Ballard, más conocido por su obra en New Worlds y uno de los primeros en moldear el nuevo enfoque de la ciencia ficción, proporcionaba buena parte del material para Science Fantasy. Pero el primer murmullo de la «nueva ola» se oyó en New Worlds, y en esta misma revista, una década después, explotó en el maremoto final.
Ballard fue reconocido de inmediato como un genio creador, y se le concedió una doble presentación en público, con sendos relatos en los números de Science Fantasy y New Worlds correspondientes a diciembre de 1956. En primer lugar, le fue aceptado Escapement (Escape), un cuento básico sobre un hombre no sincronizado con el tiempo. Pero antes había escrito Prima Belladonna, el primero de los que Ballard situaría en el escenario de Vermillion Sands, su maravilloso mundo de fantasía. Los relatos posteriores demostraron una originalidad y pericia muy profundas. Build-Up (Acumulación progresiva) (enero de 1957) detallaba un dilema aterrador, en un vasto complejo urbano del futuro, en tanto que Manhole 69 (Nicho) (noviembre de 1957) era una tétrica y aterradora visión de la locura. En 1959, Ballard hablaba así de la ciencia ficción:
«Lo que me interesa sobre todo en la ciencia ficción es la oportunidad que ofrece de experimentar con ideas científicas o psicoliterarias que tienen poca o ninguna conexión con el mundo de la novelística, como por ejemplo el sueño codificado o el huso horario. Pero del mismo modo que los psicólogos se dedican ahora a elaborar modelos de neurosis de ansiedad y estados de enajenamiento, en forma de diagramas verbales, considero que una buena historia de ciencia ficción significa un modelo de cierta imagen psíquica, cuya veracidad da su mérito al relato».
De este primitivo período experimental, he seleccionado The Overloaded Man para representar a Ballard en el presente volumen.
La influencia de Ballard en la ciencia ficción se dejó sentir.de inmediato, aunque indicios de su enfoque se vislumbraban en las obras de algunos de los nuevos autores, como Brian Aldiss e incluso Colin Kapp. El último, a diferencia de Ballard, escogió para su producción temas científicos estrictos, si bien subrayando el punto de vista humano, con un énfasis psicológico y filosófico notorio. Su primer relato, Life Plan (Plan vital) (noviembre de 1958), trataba el tema del superhombre, mientras que Survival Problem (Problema de supervivencia) (abril de 1959) se ocupaba de los esfuerzos por penetrar en otra dimensión. El temprano éxito de Kapp llegó con The Railways up on Cannis (El ferrocarril de Cannis) (octubre de 1959), el primero de una serie de cuentos en torno a un equipo de ingenieros que usan métodos heterodoxos para resolver extraños problemas científicos.
Uno de los autores más populares de New Worlds fue el escritor irlandés James White. Colaboró en ella con regularidad a partir de la publicación de Assisted Passage (Pasaje permitido) en el número de enero de 1953, ganándose cada vez más lectores gracias a sus relatos científicamente exactos, que a menudo se centraban en temas conflictivos. Uno de ellos, Tableau (Cuadro) (mayo de 1958), se refería al símbolo permanente erigido en memoria de una guerra humano-extraterrestre. Grapeliner (De boca en boca) (noviembre de 1959) describe la situación crítica originada cuando el hombre encuentra por primera vez vida extraterrestre. La principal contribución de White a New Worlds consistió en su serie acerca de un hospital espacial para alienígenas, que empezó con Sector General (General de sector) (noviembre de 1957).
Numerosos autores de gran valía dieron sus primeros pasos en las revistas de Carnell: John Kippax, Robert Presslie, Don Malcolm, John Boland, Dan Morgan, John Rackham y Michael Moorcock. También disponían de escritores regulares, como John Brunner, Brian Aldiss, Ian Wright, E.C. Tubb, Arthur Sellings, Kenneth Bulmer y J. T. McIntosh. Entre las contribuciones de Bulmer, hay que citar varias novelas publicadas por entregas, que empezaron con Green Destiny (Destino verde) (1957), la descripción de una civilización submarina. Ian Wright proporcionó dos de los mejores folletines de la revista, Who Speaks of Conquest? (¿Quién habla de conquista?) (1956), en torno al descubrimiento terrestre de una super-raza de alienígenas, y A Man Called Destiny (Un hombre llamado destino) (1958), sobre un ingeniero que descubre en si mismo facultades especiales.
Varios de los relatos por entregas de New Worlds eran reediciones de novelas norteamericanas. De hecho, la mayoría de las revistas británicas incluían reimpresiones estadounidenses. Se debía a que, a principios de la segunda guerra mundial, se impusieron restricciones de importación sobre los libros y las revistas. Luego, no fueron levantadas plenamente, sino que conservaron su rigor hasta 1959. En consecuencia, ninguna revista americana de ciencia ficción se conseguía con facilidad en Gran Bretaña. El público tenía que confiar en los relatos reeditados en las revistas británicas, o en una edición británica del original americano. Esta última práctica surgió en los años cincuenta, y muchos de los títulos importantes en Estados Unidos tuvieron un equivalente británico, aunque variaban sumamente en contenido. Algunas ediciones, como las de Future y SF Stories, de Strato Publications, reproducían con exactitud el original americano, si bien cambiando la publicidad. En el otro extremo, la F and SF, de Atlas Publishing and Distributing Company, solía omitir algunos relatos y cambiar otros de orden, de manera que conservaba escaso parecido con el original. La reedición británica más consistente era la Astounding, de Atlas. Lanzada en agosto de 1939, se publicó de manera esporádica durante toda la guerra, pasando a una periodicidad mensual en febrero de 1952. En 1953, se redujo a formato de bolsillo, y su título se hizo familiar durante toda la década de los cincuenta.
Los dos términos de esta alternativa llevaron a ocasionales duplicaciones. Por ejemplo, la fantasía de Robert Silverberg sobre una memoria retentiva perfecta, The Man Who Never Forgot (El hombre que nunca olvidaba), apareció primero en la F and SF americana, en febrero de 1958, y después, en la británica, en enero de 1960… Pero ya había sido reeditada en Science Fantasy, en diciembre de 1958.
Las ediciones británicas seguían los pasos de sus contrapartidas norteamericanas en cuanto al material, aunque la F and SF de Gran Bretaña reeditó tres relatos de otra procedencia. Solo una reedición británica llegó a adquirir identidad propia: Science Fiction Adventures. En 1956, Carnell asistió a la convención mundial de ciencia ficción, en Nueva York. Allí concertó con Irwin Stein y Larry Shaw la publicación de una edición británica de su aún por nacer Science Fiction Adventures. El primer número estadounidense estaba fechado en diciembre de 1956. La edición británica no apareció hasta marzo de 1958. Bimensual en principio, sus cinco números iniciales constaban de una serie de relatos largos y breves procedentes de diversas ediciones americanas; las reimpresiones no conservaban todos los originales. Apenas se había publicado el número tres en Gran Bretaña, cuando llegaron noticias de que la revista original no continuaba. La cosa no afectaba de momento a Carnell, ya que al existir doce números americanos, disponía de suficiente material para elegir. Sin embargo, no se durmió en los laureles. Mientras publicaba las reimpresiones contratadas, inició rápidamente la adquisición de nuevas obras, a fin de llenar su revista. Con el número seis, fechado en enero de 1959, la publicación pasaba a ser independiente por entero.
De excelente contenido, se especializó en los relatos largos, donde los escritores podían desarrollar sus temas y personajes. Deseaba aventuras sólidas, básicas y sobre todo amenas. En el primero de los nuevos números, por ejemplo, se incluyó Shadow on the Sword (Sombra sobre la espada), del australiano Wynne Whiteford, detallando las consecuencias del hallazgo de una nave extraterrestre en Tritón, la luna de Neptuno. El relato había sido publicado primero en Fantastic Universe de octubre de 1958, mas aquella versión había sido recortada para encajar en esta revista. SF Adventures editó la obra completa. También colaboraron en ella Kenneth Bulmer, con el seudónimo Nelson Sherwood y una atrayente narración sobre un planeta que era un verdadero paraíso, a excepción de su fauna, Galactic Galapagos (Galápagos galácticos), y Arthur Sellings, con The Tycoons (Los magnates), un inteligente relato en torno a una infiltración extraterrestre.
La revista fue bien acogida y sobrevivió mucho tiempo a la publicación madre. Evidentemente, la revista británica de ciencia ficción gozaba de un estado de salud muy superior al de la americana. Numerosos americanos lo reconocieron así y clasificaron a New Worlds como la segunda mejor publicación de ciencia ficción del mundo, tan sólo detrás de Astounding.
El resto del mundo se encontraba en un estado similar respecto al predominio de la revista, aunque por distintas razones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario