REFLUJO Y NUEVA OLA
Mike Ashley
6. Una vuelta por el mundo
En abril de 1956, ocho países poseían revistas de ciencia ficción autóctonas. Francia tenía dos; Rumania, Suecia, Italia, Alemania, Australia, México y Argentina, una.
La situación de las revistas en Australia resultaba deprimente. La nación no había disfrutado jamás de una publicación que le perteneciese estrictamente. La mayoría de sus revistas eran reediciones de otras o estaban integradas por reimpresiones selectas. La única original, Thrills Inc, se había reducido a malas copias de relatos americanos o a lamentables cuentos juveniles. Sólo quedaba ahora Science Fiction Monthly, también compuesta de literatura reimpresa, de calidad normal, procedente de revistas británicas y americanas. Subsistió hasta enero de 1957. A partir de entonces, Australia se quedó sin una sola publicación autóctona. México y Argentina se hallaban casi en las mismas condiciones. La revista mexicana se llamaba Enigmas, nacida en agosto de 1955. Dirigida por Bernardino Díaz, se trataba en esencia de una Startling Stories mexicana, con escasos relatos inéditos. Lo mismo se aplicaba a Ciencia y Fantasía, una F and SF mexicana, que apareció en septiembre de 1956. Fue bien recibida en principio y mantuvo una periodicidad mensual, pero la circulación declinante se reflejó en un constante aumento del precio, hasta que acabó por desaparecer en diciembre de 1957. Enigmas siguió el mismo camino en mayo de 1958. En aquel mismo verano, Fantasías del Futuro, un solo número igualmente compuesto de reediciones, no logró causar impacto alguno.
La revista argentina, titulada Más Allá, se había iniciado en junio de 1953 como una edición de Galaxy. Ahora bien, siendo la única revista sudamericana de ciencia ficción, atrajo a los escritores del continente, y los relatos inéditos pasaron a formar una sección regular. Al cerrar finalmente, en junio de 1957, Más Allá había colaborado en el adiestramiento de un buen número de autores y en la creación de un saludable grupo de aficionados sudamericanos. Pistas del Espacio, la siguiente en publicarse, con impresión en formato de libro de bolsillo de novelas norteamericanas, incluyó también de cuando en cuando nuevos relatos. cuando desapareció, en el verano de 1959, la ciencia ficción argentina quedó en suspenso. No obstante, el final de la década presenció más movimiento en el continente. En septiembre de 1964, surgió Minotauro, una edición de F and SF, aunque con obras originales. El aficionado sudamericano H. G. Oesterheld experimentó en Géminis, su revista quincenal, una combinación de relatos inéditos y reimpresiones de Galaxy, pero sólo pudo publicar dos números, en el verano de 1965.
La ciencia ficción empezaba a florecer realmente en Europa. La espina dorsal de la ciencia ficción francesa la constituía Fiction, su edición de F and SF. Lanzada por Maurice Renault en octubre de 1953, estaba dirigida por Alain Dorémieux, que adquiría buen número de obras originales de autores franceses y belgas. Fiction contrastaba con Satellite, una publicación formada en exclusiva por reediciones, muy mal confeccionada, que ofrecía traducciones deficientes y solía publicar el mismo relato dos veces con diferentes títulos. Desfigurada de un modo similar, aunque no tan mala, Galaxie, la Galaxy francesa, sobrevivió durante sesenta y cinco números, hasta abril de 1959.
Por su parte, Suecia se puso a la cabeza de los países escandinavos en cuanto al desarrollo de la ciencia ficción. Al fin y al cabo, había sido el lugar de nacimiento de la primera revista de ciencia ficción, Hugin, en 1916. Durante la segunda guerra mundial se había publicado un semanario de reediciones, Jules Verne Magasinet, pero la revista más importante, y la que inició la gran afición sueca, fue Häpna! Se trataba, en esencia, de un proyecto financiado por aficionados, publicado por los hermanos Kurt y Karl-Gustaf Kindberg, y que perdía dinero de modo invariable. De su dirección se encargaba Kjell Ekström (1920-1971), recordado con orgullo por numerosos aficionados y autores suecos. No sólo seleccionaba y traducía gran parte del contenido de ciertas revistas americanas y británicas, sino que animaba a los escritores noveles, como Sam Lundwall y Sture Lönnestrand. La revista mantuvo una periodicidad mensual durante toda su existencia, a partir del primer número, en marzo de 1954. En 1964 enfermó Kurt Kindberg, con lo que aumentaron las dificultades de financiación. La revista empezó a salir de modo irregular y, por último, se liquidó en enero de 1966, después de ciento treinta y siete números. Aun así, no significó el verdadero final de Häpna!
En 1958, Sam Lundwall había planeado una revista de reediciones, Alpha, que no había hecho más que aparecer cuando el financiero se echó atrás. Como compensación parcial, se inició en septiembre de 1958 una edición sueca de Galaxy, con Henrik Rabe como director. Contenía algunas obras originales y una sección de cartas de los lectores. No tan efectiva como Häpna!, desapareció en julio de 1960.
Pero Suecia no era la única nación escandinava que publicaba una revista de ciencia ficción. Todas las demás tenían sus propias publicaciones en los años cincuenta, la mayor parte nutridas por la Galaxy americana. La versión noruega, Tempo, dirigida por Árne Ernst, publicó cinco números en el invierno de 1953-1954. La finlandesa, Aikamme, dirigida por Mary Wuorio, puso también a la venta cinco números desde agosto hasta diciembre de 1958, aunque con escasos relatos inéditos. La danesa Planet, dirigida por Knud Andersen, que seleccionaba su literatura de Astounding, se las arregló para durar seis números, de enero a junio de 1958.
Los alemanes enfocaban la revista de ciencia ficción de manera distinta. Sus «revistas» eran esencialmente reediciones de libros de bolsillo, especializados en la ópera espacial. El padre de la ciencia ficción alemana, Walter Ernsting (nacido en 1920), comenzó casi en solitario la serie de libros y revistas. Tomó como punto de partida las publicaciones «Utopia», de las que sólo una puede clasificarse en sentido estricto como revista: Utopia-Sonderband, lanzada por Ernsting a finales de 1955. No tardó en cambiar su titulo a Utopia-Magazin, basándola en gran medida en reimpresiones. Ernsting dejó la empresa en 1957, pero Utopia continuó, bajo la dirección de Bert Koepen, hasta agosto de 1959. En sus últimos tiempos, hubo de luchar con una publicación rival, Galaxis, la Galaxy alemana, que se editó entre marzo de 1958 y julio de 1959. Traducida por Lothar Heinecke, también presentó algunos relatos inéditos. Tras la desaparición de ambos títulos, Alemania quedó sin una sola revista que publicara relatos cortos originales de sus propios autores. Sin embargo, los lectores que sentían preferencia por la ópera espacial no tuvieron motivo de preocupación. En los últimos años de la década de los cincuenta, se publicaron de modo regular diversas series de libros de bolsillo, como Terra, Terra Sonderhand y Abenteuer im Weltenraum, especializadas en reediciones de novelas americanas y británicas, drásticamente corregidas. Por otro lado, Luna-Weltall publicaba muchas novelas originales, la mayoría dedicadas a los lectores juveniles. Con estos comienzos, el próximo paso, es decir la aparición del más famoso de todos los superhéroes de la ópera espacial, Perry Rhodan, se produjo de manera natural.
En el verano de 1961, Ernsting había planeado una serie de novelas similar basada en un personaje central, pero a sus entonces editores habituales no les gustó la idea. Formando equipo con Karl H. Scheer (nacido en 1928), un conocido colaborador de Luna, Ernsting preparó la primera novela, Operation Stardust (Operación nebulosa), para una editorial rival. Las ventas fueron fabulosas, y las novelas empezaron a salir con rapidez, al ritmo de una por semana, contratándose a un equipo de escritores para mantener tan intensa producción. El personaje y sus aventuras ganaron en popularidad vertiginosamente, y pronto los libros se vendieron a millones en todo el continente. La primera editorial que había rechazado la idea, al comprender su error, lanzó Mark Pawers, y una tercera inició la serie de Rex Corda. Estas débiles imitaciones perdieron enseguida el paso, mientras que Perry Rhodan se asentaba cada vez con mayor fuerza. Como ya he dicho, se trataba de novelas, no de revistas, pero tuvieron distintas repercusiones en América una década más tarde.
Italia fue durante este período el país europeo con más revistas de ciencia ficción. Algunas se reducían también a las novelas publicadas en formato de libro de bolsillo, igual que en Alemania. No obstante, existían muchas otras que ofrecían además relatos cortos. Nada menos que veintisiete revistas hicieron breves apariciones en la década que nos ocupa, en numerosos casos indistinguibles unas de otras. La mayoría se basaba ampliamente en reimpresiones de obras americanas y británicas, lo mismo que la publicación básica, I Romanzi di Urania, creada en octubre de 1952. Al principio de gran calidad, ésta decayó un tanto en años posteriores, lo que provocó un descenso en su circulación. No obstante, Urania (nombre abreviado que adoptó a partir de julio de 1957) mantenía una periodicidad regular. Incluso llegó a publicarse semanalmente en cierto momento.
De entre la explosión de títulos surgida en 1957, hay que destacar Oltre il Cielo, que apareció en septiembre. Luigi Cozzi la describiría más tarde como «una especie de imitación vulgar de Science and Invention», aunque contenía relatos inéditos y artículos de autores italianos además de las inevitables reimpresiones. Una novedad en cierto sentido la constituyó Au Delá du Ciel, nacida en marzo de 1958. Con obras originales y reediciones, era una revista italiana, publicada en Roma… y escrita en francés.
Italia tuvo más de la parte que le correspondía en cuanto a ediciones de Galaxy se refiere. La Urania original de 1953 había pretendido ser una de ellas. Hubo una Galassia en 1953 y otra más en 1957. Una genuina Galaxy italiana apareció en junio de 1958, dirigida por la señora Roberta Rambelli, uno de los críticos italianos de ciencia ficción más respetados. Dicha edición se prosiguió hasta marzo de 1964, pero, para aumentar la confusión, en enero de 1961 apareció una tercera Galassia, dirigida asimismo por la señora Rambelli.
Queda claro, pues, que ningún país, aparte de Estados Unidos y Gran Bretaña, disponía de una sola revista formada en exclusiva por obras de sus propios autores. Siempre se trataba de una plétora de reediciones. Resulta difícil por tal motivo valorar el efecto de la ciencia ficción extranjera en el escenario de la revista. En realidad, tal efecto es insignificante. Pero las publicaciones sirvieron al menos como campo de entrenamiento para autores noveles que, más tarde, escribirían en serio. Y estas novelas ejercerían un efecto de revitalización del género al ser traducidas al inglés.
Del resto de las revistas extranjeras, la única especializada en el género tras el telón de acero era la rumana Colectia Povestin Stiintifico Fantastice, lanzada en junio de 1955 como suplemento de la popular revista científica Stiinta si Technica. Dirigida por Adrian Rogoz, imprimía material procedente de todo el mundo, al tiempo que estimulaba a los escritores locales, como Sergiu Farcasan y Vladimir Colin. Conservó su periodicidad quincenal a lo largo de la década de los sesenta, hasta octubre de 1969. Otras revistas científicas de la Europa del Este, como la rusa Iskatel y las yugoslavas Kosmoplov y Galaksija, ofrecían relatos de ciencia ficción en sus números, aunque muy variables en cuanto al contenido.
Quizá la más lograda de todas las revistas extranjeras fuese la japonesa SF Magazine. Dirigida por Masami Fukushima (nacido en 1929), se presentó en febrero de 1960 con la acostumbrada mezcla de ciencia ficción inédita y reimpresa. Siendo la única publicación de su tipo en Asia, que contaba con una floreciente comunidad de aficionados a la ciencia ficción, sus ventas se dispararon, y pronto pasó a una periodicidad mensual regular, con una circulación superior a los cien mil ejemplares.
A pesar de este desarrollo mundial, todos los ojos seguían volviéndose hacia Estados Unidos para comprobar las tendencias. Y al iniciarse la década de los sesenta, la ciencia ficción estadounidense mostró por fin los indicios de un renacimiento.
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