domingo, 22 de agosto de 2021

UBBO-SATLHA


Ubbo-Sathla (Ubbo Sathla) es un relato de terror del escritor norteamericano Clark Ashton Smith (1893-1961), publicado originalmente en la edición de julio de 1933 de la revista Weird Tales, y luego reeditado por Arkham House en la antología de 1942: Fuera del espacio y el tiempo (Out of Space and Time).

Ubbo-Sathla, uno de los grandes cuentos de Clark Ashton Smith, pertenece al ciclo Hyperbóreo, aquel continente prehistórico poblado por hechiceros y misteriosas criaturas, pero también a los Mitos de Cthulhu de H.P. Lovecraft. De hecho, Ubbo-Sathla es una de las más acabadas colaboraciones de Clark Ashton Smith en los Mitos de Cthulhu, donde introduce una deidad incluso más antigua que el propio Cthulhu.

Para revalidar la aparición de este antiguo dios, Clark Ashton Smith recurre al Libro de Eibon, especie de grimorio o libro prohibido escrito por un nigromante: Eibon, el cual aparece como personaje en La puerta de Saturno (The Door to Saturn). Ubbo-Sathla es retratado como una deidad sumamente antigua y poderosa, a tal punto que sus epítetos principales son: La Fuente No Engendrada (The Unbegotten Source) y El Demiurgo (The Demiurge), lo cual le añade a su espantosa longevidad el poder de crear vida, y también de destruirla.

UBBO-SATHLA

Clark Ashton Smith

Ya que Ubbo-Sathla es el principio y el fin. Antes de la llegada de Zhothaqquah o Yok-Zothoth o Kthulhut procedentes de las estrellas, Ubbo-Sathla habitaba en las bocas humeantes de la Tierra recién creada: era una masa sin cabeza ni miembros, que generaba las deformes salamandras grises que serían los primeros prototipos de vida terrenal. Y toda la vida de la Tierra volverá, de acuerdo con la tradición, a través del gran círculo del tiempo, a Ubbo-Sathla.

Libro de Eibon


Paul Tregardis encontró el vidrio lechoso entre un montón de curiosidades de muchos países y muchas épocas. Había entrado en la tienda del anticuario sin propósito alguno, excepto el de entretenerse con la distracción que siempre proporciona el curioseo y manoseo de objetos dispares y acumulados. Al echar una ojeada poco entusiasta, le llamó la atención un resplandor opaco procedente de una mesa; por último, pudo rescatar la extraña piedra en forma de globo de su oscuro retiro entre un pequeño ídolo azteca bastante feo, un huevo de didornis fosilizado, y un fetiche harto obsceno tallado en madera negra del Níger.

El extraño objeto tendría el tamaño de una naranja pequeña, con los polos ligeramente achatados, igual que un planeta. Tregardis se sintió intrigado, ya que no era un cristal ordinario, puesto que presentaba una superficie opaca y cambiante, así como un resplandor intermitente en el corazón, como si por dentro se iluminase y se apagase a intervalos. Sujetándolo delante de la ventana, por donde penetraba la mortecina luz invernal, lo estudió durante un buen rato sin poder determinar el secreto de dicha intermitencia. En breve su intriga se vio complicada por una sensación vaga de familiaridad irreconocible, como si ya hubiera visto el objeto con anterioridad, pero en circunstancias que había olvidado por completo.

Recurrió al anticuario, un hebreo menudo que rezumaba él mismo antigüedad, dando la impresión de estar totalmente ajeno a las consideraciones comerciales, e inmerso en una maraña de ensueño cabalístico.

—¿Podría decirme algo sobre esto?

El vendedor se encogió de hombros, a la vez que arqueaba las cejas.

—Es muy antiguo; podría decirse que paleoegeo. No es mucho lo que puedo decirle, ya que es poco lo que sabemos. Un geólogo lo encontró en Grecia, bajo el cielo glaciar, en un estrato micénico. ¿Quién sabe? Puede que perteneciera a algún mago de la Thula primaveral. En épocas micénicas Grecia era una región caliente y fértil. No hay duda de que se trata de un cristal mágico, y cualquiera puede contemplar extrañas visiones en su corazón, si lo mira durante el suficiente tiempo.

Tregardis se sobresaltó, ya que la sugerencia aparentemente fantástica del vendedor le había recordado sus propias investigaciones en una rama de la sabiduría harto oscura, remitiéndole concretamente al Libro de Eibon, el más extraño y raro volumen de las ciencias ocultas olvidado hacía tiempo, y que según la tradición perduró a través de una serie de traducciones diversas desde el original prehistórico, escrito en el perdido idioma de Hyperbórea.

No sin gran dificultad, Tregardis pudo conseguir la versión medieval francesa —copia que había pertenecido a muchas generaciones de hechiceros y adoradores de Satán—, pero nunca pudo encontrar el manuscrito griego de donde salió dicha versión. El fabuloso y remoto original fue obra de un gran mago hyperbóreo, quien le había dado su nombre. Se trataba de una colección de mitos oscuros y densos, de liturgias, rituales e invocaciones esotéricas dedicadas al mal. A lo largo de sus estudios, un tanto extraños para cualquier persona corriente, Tregardis se había dedicado, no sin cierto temor, a la comparación del volumen francés con el terrible Necronomicón, del árabe loco Abdul Alhazred. Había encontrado numerosas correspondencias cuyo significado era tan negro como escalofriante, junto con muchos datos prohibidos que, o bien eran desconocidos para el árabe, o bien los había omitido él mismo... o sus traductores.

¿Era esto lo que había tratado de recordar —se preguntaba Tregardis—, la referencia breve y casual en el Libro de Eibon, a un cristal opaco que perteneciera al mago Zon Mezzamalech, en Mhu Thulan? Evidentemente, era demasiado fantástico, demasiado hipotético, demasiado increíble; pero Mhu Thulan, esa parte septentrional de la antigua Hyperbórea, parecía haber correspondido más o menos con la Grecia actual, que a su vez estuvo unida como península al continente.

¿Sería posible que la piedra que tenía en la mano, por un maravilloso azar, fuera el cristal de Zon Mezzamalech? Tregardis se sonrió para sí mismo, con una ironía interna, ante la idea de concebir semejante consideración absurda. Esas cosas no solían ocurrir, por lo menos en el Londres actual; por otro lado, lo más probable es que el Libro de Eibon no fuese más que una mera fantasía supersticiosa. No obstante, había algo en el cristal que seguía atrayéndole, y terminó por adquirirlo a un precio bastante moderado.

El vendedor pronunció una cifra y el comprador la pagó sin regateo alguno.

Con el cristal en el bolsillo, Paul Tregardis regresó inmediatamente a sus habitaciones, en vez de continuar su paseo. Instaló el blanquecino globo sobre su escritorio, donde se posó sobre uno de sus lados planos. Entonces, sonriéndose aún ante su propio absurdo, tomó el amarillento manuscrito de pergamino con el Libro de Eibon de su sitio, entre una colección de literatura rebuscada. Abrió la cubierta de cuero bermellón con cerrajes de hierro mohoso y leyó para sí mismo, traduciendo del francés antiguo el párrafo referente a Zon Mezzamalech:

Este mago, poderoso entre los hechiceros, había encontrado una piedra nublada, con forma de orbe y achatada por los lados, en cuyo interior se podían contemplar muchas visiones del pasado terrenal, retrocediendo incluso hasta el principio de la Tierra, cuando Ubbo-Sathla, la fuente no concebida, se extendía vasta e hinchada, germinando entre el fango humeante. Pero de lo que él contemplara, poco dejó escrito Zon Mezzamalech; y la gente cuenta que desapareció inmediatamente después, en forma desconocida, perdiéndose entonces en el cristal nublado.

Paul Tregardis dejó a un lado el manuscrito. Una vez más, sintió que había algo que le atraía y le intrigaba, algo parecido a un sueño perdido o una memoria condenada al olvido. Movido por un sentimiento que no se detuvo ni a interrogar ni a escrutar, se sentó ante la mesa y comenzó a contemplar intensamente el interior frío y nebuloso del globo. Experimentó una expectación que, de alguna manera, le era tan familiar, tan inherente a su consciente, que no tuvo ni que definírsela a sí mismo.

Permaneció sentado minuto tras minuto, contemplando la luz intermitente y misteriosa que brotaba del corazón del cristal. Lentamente, y sin darse cuenta, le invadió una sensación de dualidad ensoñadora, con respecto a su persona y a su entorno. Seguía siendo Paul Tregardis, y al mismo tiempo otra persona; la habitación era la de su apartamento londinense, pero también una recámara de otro lugar extraño pero harto conocido. Y desde ambos sitios contemplaba intensamente el mismo cristal. Después de un prolongado intervalo, y sin sorpresa alguna por parte de Tregardis, se completó el proceso de reidentificación.

Supo que Zon Mezzamalech era un mago de Mhu Thulan, así como un estudiante de todos los conocimientos anteriores a su propia época. Sabio en secretos terribles pero desconocidos para Paul Tregardis, estudioso aficionado a la antropología y ciencias ocultas en el moderno Londres, deseó adquirir un conocimiento mayor y más terrible aún por medio del cristal nublado.

Había comprado la piedra en circunstancias dudosas y en un lugar bastante siniestro. Era una pieza única, sin paralelo alguno en ningún sitio ni en ninguna época. Se creía que todo lo ocurrido en la historia del mundo a través de los años estaba reflejado en sus profundidades, revelándose a quien la contemplase recientemente. Y a través del cristal, Zon Mezzamalech soñó con recuperar la sabiduría de los dioses que habían muerto antes de que naciera la Tierra. Habían pasado el vacío sin luz, dejando inscrita su sabiduría en tablas de piedra ultraestelar; dichas tabletas quedaron bajo la custodia del demiurgo deforme, primitivo e idiota, llamado Ubbo-Sathla.

Así, sólo mediante el cristal podría Zon Mezzamalech encontrar las tablas y leerlas. Era la primera vez que ponía a prueba las famosas cualidades del cristal. Se encontraba en una cámara cuyas paredes estaban cubiertas con paneles de marfil, y donde se acumulaban los libros e instrumentos de magia, visión que se apreciaba en medio de una consciente nebulosa.

Ante él, sobre una mesa de alguna madera oscura de Hyperbórea grabada con cifras grotescas, el cristal se hinchaba y se hundía visiblemente, mientras que en su nublada profundidad proyectaba una serie de escenas difusas que se esfumaban como burbujas de jabón. Como si contemplase un mundo de verdad, las ciudades, los bosques, las montañas, los mares y las praderas se sucedían bajo él, encendiéndose y apagándose como si estuvieran sujetos al paso de los días y de las noches en una corriente de tiempo muy acelerada.

Zon Mezzamalech se había olvidado de Paul Tregardis, perdiendo conciencia incluso de su propia entidad y entorno en Mhu Thulan. A cada momento, la visión fugaz que se reflejaba en el cristal se hacía más definida y distinta, mientras que el propio globo se hacía denso hasta marearle, como si mirase desde una altura insegura a un abismo insondable. Sabía que el tiempo retrocedería dentro del cristal, desenrollando para él las imágenes de todos los días pasados; pero pronto se apoderó de él una alarma extraña, y no se atrevió a seguir su contemplación.

Como si hubiera estado a punto de caer de un precipicio, dio un respingo y se retiró del globo misterioso. Ante sus ojos surgió otra vez el gran mundo vertiginoso en que se había zambullido como si fuera un cristal pequeño y nublado, que se posaba sobre su desgastada mesa en Mhu Thulan. Entonces, y progresivamente, tuvo la sensación de que la gran habitación con paneles esculpidos de marfil de mamut disminuyese para convertirse en otra estancia más reducida y sucia; y Zon Mezzamalech, perdiendo su sabiduría sobrenatural así como sus poderes mágicos, retornó, mediante una regresión extraña, a la persona de Paul Tregardis.

Pero al parecer no pudo volver del todo. Entre mareado y asombrado, Tregardis se encontró ante el escritorio donde depositara la esfera achatada. Sentía la confusión de quien ha soñado y todavía no se ha despertado del todo. La habitación le intrigaba en cierto modo, como si el tamaño o la decoración hubiesen cambiado; por otro lado, su recuerdo de la compra del cristal al anticuario se mezclaba extrañamente con la impresión de haberlo adquirido de muy distinta manera. Experimentó la sensación de que le había pasado algo muy extraño al mirar dentro del globo, si bien no podía recordar exactamente de qué se trataba. Lo único que le quedaba era una especie de atontamiento psíquico, parecido al que suele producir una porción de hachís.

Se aseguró a sí mismo que en efecto no era otro que Paul Tregardis, que vivía en una determinada calle de Londres, y que el año era 1933. Pero dichas verdades tan prosaicas carecían en ese momento de validez y significado, ya que tenía la sensación de estar flotando en un mundo de sombras e insustancial. Las paredes parecían temblar como el humo; la gente de la calle eran los fantasmas; y él mismo no era más que una sombra perdida, un eco errante de algo olvidado hacía mucho.

Decidió no repetir el experimento de contemplar el globo de cristal. Los efectos eran demasiado desagradables y confusos. Pero al día siguiente, movido por un impulso irracional ante el cual se rindió casi mecánicamente, sin esfuerzo alguno, se encontró sentado delante del poderoso globo. Una vez más se convirtió en el hechicero Zon Mezzamalech, de Mhu Thulan; una vez más soñó que recobraba la sabiduría de los dioses premundanos; una vez más se retiró del profundo cristal víctima del miedo de quien teme caer; y, de nuevo, volvió a ser Paul Tregardis, si bien con menos claridad que la vez anterior.

Tregardis repitió tres veces la misma experiencia a lo largo de los días subsiguientes, y en cada ocasión, tanto su persona como el mundo que le rodeaba se fue haciendo más tenue y confuso. Sus sensaciones eran las de un soñador que está a punto de despertar, y el propio Londres le parecía tan irreal como los países que surgen entre sueños, retrocediendo en una niebla densa y una luz nublada. Ajeno a todo, experimentó la opresión de grandes visiones, desconocidas y a la vez casi familiares.

Era como si la fantasmagoría del tiempo y del espacio se disolviese a su alrededor, con el fin de revelarle una realidad palpable, u otro sueño de espacio y tiempo. Por fin llegó el día en que se sentó ante el cristal y no regresó como Paul Tregardis. Fue el día en que Zon Mezzamalech, desobedeciendo insolentemente advertencias perversas pero poderosas, decidió superar su miedo lleno de curiosidad y dejarse caer en el mundo visionario que contemplara, miedo que hasta entonces le había impedido seguir la corriente en retroceso del tiempo. Se hizo ver a sí mismo que si algún día quería leer las tablas perdidas de los dioses no le quedaba más remedio que superar su propio miedo.

Sólo había contemplado algunos fragmentos de los años de Mhu Thulan inmediatamente posteriores al tiempo presente; es decir, los años de su propia vida, y entre estos años y el Principio se extendían ciclos inestimables.

El cristal volvió a intensificarse una vez más ante sus propios ojos, reflejando escenas y acontecimientos que se sucedían en una corriente retrospectiva. De nuevo, se borraron las cifras mágicas de la mesa oscura, mientras que las paredes talladas mágicamente se derritieron en sus sueños. Una vez más, se mareó víctima de un vértigo fatal al inclinarse sobre los torbellinos en los terribles golfos del tiempo, dentro del globo con forma terráquea. Preso de terror, y a pesar de su decisión, se hubiera retirado, pero ya era demasiado tarde, pues era mucho lo que había visto.

Tenía la sensación de una caída abismal, como si fuera arrastrado por vientos desatados, por torbellinos que le llevaban a través de inestables visiones de su propia vida pretérita, empujándole hacia eras y dimensiones anteriores al mundo; la sensación de sufrir los dolores de un cambio irreversible, hasta que dejó de ser Zon Mezzamalech, el sabio e instruido observador del cristal, para formar parte integrante de la extraña y veloz corriente que se apresuraba por regresar al Principio.

Sintió innumerables vidas, la sensación de de morir muertes fantásticas, olvidando en cada ocasión las vidas y las muertes previas. Luchó como guerrero en batallas semilegendarias; existió como niño jugando entre las ruinas de una antigua ciudad en Mhu Thulan; por último, fue el rey que reinó durante el apogeo de la ciudad, así como el profeta que presagió la construcción y la caída de la misma. Fue mujer llorando a los muertos perdidos en una necrópolis derruida; antiguo mago susurrando encantamientos sencillos, propios de hechicería primitiva; sacerdote al servicio de un dios prehumano, forjando el cuchillo de sacrificios en templos excavados en cuevas y con pilares de basalto. Vida a vida, era a era, retrocedió los largos y condensados ciclos por los que atravesara Hyperbórea desde su estadio de salvajismo hasta el de civilización.

Se convirtió en un bárbaro perteneciente a una tribu troglodita, deslizándose desde los hielos lentos y picudos de la primitiva era glaciar hasta los países perpetuamente iluminados por las llamaradas de los volcanes. Entonces, después de innumerables años, dejó de ser hombre y pasó al estadio de semibestia depredadora, habitando en bosques de helechos y arbustos gigantes, entre las ramas de los poderosos tilos.

Había alguien —o algo— que a través de eones de sensaciones anteriores, de pasión primitiva y de hambre, de un terror y una locura aborígenes, seguía retrocediendo en el tiempo.

La muerte se convirtió en nacimiento, y el nacimiento en muerte. A lo largo de una visión lenta de cambio, la tierra parecía deshacerse, descender de las colinas y montes hasta los estratos ulteriores. El sol se agrandaba y se hacía más caliente sobre los pantanos humeantes que exultaban con una vida más intensa, con una vegetación más frondosa. Y lo que en sus tiempos fuera Paul Tregardis y Zon Mezzamalech, ahora formaba parte de toda la monstruosa evolución.

Voló con las alas con forma de garra de un pterodáctilo, nadó por los mares tibios con el cuerpo gigantesco y retorcido de un ictiosaurio, rugió salvajemente a la enorme luna que ardía a través de nieblas liásicas, con la claveteada garganta de un arcaico hipopótamo.

Por último, después de eones de brutalidad inmemorial, se convirtió en uno de los perdidos hombres reptiles que elevaron sus ciudades de piedra volcánica y lucharon sus venenosas guerras en el primer continente del mundo. Caminó ondulante por calles prehumanas y bajo bóvedas extrañamente retorcidas; contempló las primeras estrellas desde elevadas torres de Babel, y se inclinó ante los grandes ídolos-serpiente, recitando letanías silbantes. Regresó a través de los años y años de la era de los anfibios, como algo que se arrastraba en el fango, y que aún no había aprendido a pensar, a soñar y a construir.

Y llegó un momento en que ya no hubo continente, sino un enorme y caótico pantano, un mar de fango, sin límites ni horizonte, que rezumaba vapores amorfos.

Allí, en el gris amanecer de la Tierra, la masa deforme de Ubbo-Sathla reposaba entre el fango y los vapores.

Sin cabeza, sin órganos y sin miembros, segregaba por sus costados porosos, con un movimiento ondulante y lento, las formas amébicas que serían los arquetipos de la vida terrestre. Era algo horrible, si se hubiera podido captar el horror; y desagradable, en caso de que existiera capacidad de aversión y desagrado. Sobre dicha masa, destacando en medio del barro estaban esparcidas las poderosas tablas de piedra estelar donde había quedado escrita la inconcebible sabiduría de los dioses anteriores al mundo.

Y allí, hacia la meta de una búsqueda olvidada, fue arrastrada la cosa que había sido —o que sería en ocasiones— Paul Tregardis y Zon Mezzamalech. Al convertirse en un ente deforme y primitivo, se arrastró desdeñoso y olvidadizo por encima de las tablas caídas de los dioses, y luchó y se peleó ciegamente con los seres que segregaba Ubbo-Sathla. No existe ninguna mención referente a la desaparición de Zon Mezzamalech y su propia persona, excepto el breve párrafo en el Libro de Eibon.

En cuanto a Paul Tregardis, también desaparecido, apareció una noticia corta en varios periódicos londinenses. Nadie parece saber nada acerca del mismo; se fue como si nunca hubiera existido; y al parecer, el cristal ha desaparecido igualmente; por lo menos, nadie lo ha encontrado.

* * *

Dejo el video del canal "Anotaciones de Madrugada" para que disfruten de este relato narrado en voz alta.


viernes, 20 de agosto de 2021

NAVES GENERACIONALES

El primero en poner por escrito tales ideas fue el ingeniero americano y pionero en el diseño de cohetes Robert Goddard, que en 1918 escribió “La Última Emigración”. En ella se describía la muerte del Sol y la necesidad de construir una suerte de “arca interestelar”. Lo que él proponía, sin embargo, era que la tripulación se colocara en una suerte de animación suspendida y sólo despertara al llegar a otro sistema estelar. El concepto de nave generacional tal y como he apuntado fue descrito por otro pionero de la astronáutica, el ruso Konstantin Tsiolkovsky, quien en su ensayo “El Futuro de la Tierra y la Humanidad” (1928) lanzaba la idea de una colonia espacial equipada con motores capaces de funcionar durante miles de años.

El polémico científico inglés John Desmond Bernal también se interesó por la evolución de la especie humana y su futuro en el espacio y en 1929 publicó un ensayo titulado "The World, The Flesh, & The Devil", en el que describía la “Esfera de Bernal”, un hábitat permanente para 30.000 personas y los cambios fisiológicos que debería experimentar el hombre para adaptarse a su nuevo entorno.

Todas ellas eran ideas demasiado avanzadas para su época y nadie pareció prestarles demasiada atención….excepto los escritores de ciencia ficción, siempre atentos a cualquier inspiración proveniente de la ciencia, por muy alocada que pudiera parecer. La primera ficción en tratar el tema de la nave generacional apareció en 1940, en la historia “El Viaje que duró 600 Años”, de Don Wilcox, un maestro de escuela metido a escritor. Ya en este cuento, publicado en “Amazing Stories”, se exploraba el problema de la pérdida de identidad cultural y el olvido de las raíces y misión original por parte de las generaciones de viajeros. Heinlein retomó el mismo esquema argumental, lo amplió y mejoró para hacer las dos novelas cortas que componen “Huérfanos del Espacio”, la historia arquetípica de nave generacional.

John Moore, antropólogo de la Universidad de Florida, calculó que haría falta una población de un mínimo de 160 personas iniciales para un viaje de 200 años de duración, lo que vendría a ser entre 8 y 10 generaciones. Con esto, según los cálculos de Moore, se aseguraría alrededor de 10 posibles parejas por persona, siendo suficiente para que la diversidad genética no se viera empobrecida.

Sin embargo estos datos fueron elevados de forma bastante importante en un estudio más cercano llevado a cabo por el también antropólogo y divulgador Cameron Smith en 2013. Smith introdujo las variantes de población y aplicó cálculos matemáticos que contemplaban aspectos que Moore había descartado, tales como accidentes, enfermedades que se pudieran propagar en la nave y otros "inconvenientes" propios de la naturaleza humana, como rebeliones o motines violentos. Sus estimaciones se basan en el Proyecto Ícarus, uno de los que actualmente más está explorando la hipótesis de un viaje de este tipo, con un trayecto de unos 150 años o 5 generaciones. El resultado es que se necesitarían muchas más personas en una nave de este tipo, en concreto entre 20.000 y 40.000, de las que aproximadamente la mitad tendrían que ser hombre y mujeres en plena edad reproductiva.

La historia demuestra que civilizaciones aisladas durante tanto tiempo realizan pocos o nulos avances científicos en comparación con las que tienen una interacción social permanente. De hecho, en casos muy concretos puede presentarse una «etapa oscura» en la que esta sociedad se mantenga estancada sin miras a salir en mucho tiempo (solo mira a la Europa medieval; tuvo que llegar a América para romper su burbuja). Esto fue ejemplificado en novelas como Efímeras de Kevin O’Donnell (1979), La nave estelar de Brian W. Aldis (1958) o El universo cautivo de Harry Harrison(1969).

La solución aquí choca más con la propia concepción de la ingeniería social o la forma en la que se quiera llevar la trama de la novela. Está demostrado sin embargo que el conocimiento y la rememoración del pasado son las principales armas para lograr combatir las crisis colectivas de identidad y la pérdida de conciencia cultural. Por ejemplo, en una de mis historias utilizo un fuerte programa de educación y glorificación del pasado del hombre para prevenir esto, pero no es el único medio.

Existen todavía muchos más dilemas sobre el asunto y casi ninguno tiene una respuesta que pueda convencernos. Está claro que en un futuro cercano no son más que sueños en la mente de un escritor, pero quien sabe y en alguna vez dejen de ser ciencia ficción para convertirse en realismo puro y duro.

jueves, 19 de agosto de 2021

EDGAR EARL MACPHERSON

Edgar Earl MacPherson nació el 3 de agosto de 1910 en Oklahoma. Se mudó a Los Ángeles. Después de terminar la escuela secundaria, consiguió un trabajo pintando carteles de películas para un teatro en el centro y tomó clases de arte por la noche en la Escuela de Arte de Chouinard. Su arduo trabajo dio sus frutos en 1929 cuando pudo instalarse en el Royal Hawaiian Hotel en Honolulu, donde pinta retratos de los huéspedes adinerados.


Antes de empezar a trabajar con Brown & Bigelow, MacPherson había pintado una imagen de pin-up para Shaw-Barton Calendar Company. Fue la imagen más vendida en 1941. Esa imagen fue tan popular que los cigarrillos Lucky Strike pidieron reproducirla en su calendario de 1942 con la leyenda "Lucky Strike Green Goes to War".



MacPherson se casó con su primera modelo, luego pasó a crear un calendario pin-up único que se convertiría en un estándar en la industria. Publicado por primera vez en 1943, su "Artist's Sketch Pad" dio ganancias de un millón de dólares. Las doce páginas del calendario estaban encuadernadas en la parte superior con un espiral, y presentaban una figura pin-up central rodeada de bocetos a lápiz que mostraban a la misma modelo en varias poses relacionadas con la imagen central.



El éxito de MacPherson con su "Artist's Sketch Pad" fue seguido por otro triunfo cuando su juego de dos barajas pin up, realizado para Brown & Bigelow, llamado "Win, Lose, or Draw" recibió un total de 168.000 pedidos en cuatro meses. Comenzó a recibir contratos para carteles de chicas pin up. 

En 1944, MacPherson se enlistó para ir al frente durante la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, antes de eso, se aseguró de dejar algo atrás... su calendario estilo diario llamado "Something to Remember". Esta obra también fue muy popular y dejó grandes ganancias.


Dado de baja en 1946, después de enseñar a los pilotos de la Marina a reconocer los aviones señuelos, compró un rancho de cuatro acres en Del Mar, California. Fue entonces cuando volvió a trabajar con Shaw-Barton Calendar Company. Fueron nueve años consecutivos de calendarios McPherson Sketch Book que hizo para la empresa.


A principios de la década de 1950, MacPherson recibió su propio programa de televisión en Arizona y en 1951 contrajo polio y su asistente, Jerry Thompson, se hizo cargo de la serie de calendarios.  En 1954, Shaw-Barton publicó un libro titulado "Fun Hunting With MacPherson", una parodia con chicas pin-up vestidas como varias aves cazadoras; el mismo año, el artista. escribió y diseñó un libro instructivo muy vendido titulado "Pin-Up Art" para la empresa Waiter Faster. Para 1955 publicó “Hunter's Giude” en donde cada página del calendario tiene una variedad de temas de animales con numerosos modelos pin-up en varios estados de desnudez. En 1960 MacPherson se mudó a Tahití y luego tuvo la oportunidad de viajar mucho por el Pacífico Sur. Murió en diciembre de 1993.





miércoles, 18 de agosto de 2021

NELSON S. BOND

Nelson Slade Bond (23 de noviembre de 1908 - 4 de noviembre de 2006) fue un escritor estadounidense, pionero en la ciencia ficción y la fantasía tempranas. Su obra de ficción se manifestó principalmente en cuentos, la mayoría de los cuales aparecieron en las revistas pulp durante las décadas de 1930 a 1940. Muchos de sus relatos se publicaron en la revista Blue Book . Es conocido por sus series "Lancelot Biggs" y "Meg the Priestess". Los cuentos sobre Meg introdujeron a uno de los primeros personajes femeninos poderosos de la ciencia ficción.

Los padres de Bond, Richard Slade Bond y Mary Bond, eran de Nueva Escocia, pero se mudaron a Scranton, Pensilvania, poco antes de su nacimiento en esa ciudad. Más tarde, después de la Primera Guerra Mundial, la familia se mudó a Filadelfia. En la escuela secundaria, Bond revisó obras de teatro para The Philadelphia Inquirer. Trabajó para una compañía de seguros durante la Gran Depresión antes de inscribirse en una universidad. Asistió al Marshall College en Huntington, West Virginia de 1932 a 1934. Mientras estuvo en Marshall, contribuyó al Huntington Herald Advertiser y editó el periódico universitario, The Parthenon. Conoció a su futura esposa, Betty Gough Folsom, mientras estaba en Marshall, y se casaron en 1934.

Después de graduarse, Bond trabajó brevemente para la agencia de relaciones públicas de su padre. Poco después de unirse, se le ofreció el puesto de director de campo de relaciones públicas para la provincia de Nueva Escocia. Esto implicó conocer a celebridades que visitaban la provincia y escribir artículos sobre ellos.

Comenzó a vender ficción cuando se dio cuenta de que podía ganar más dinero escribiendo relatos de ficción que artículos periodísticos. De este modo, empezó enviando trabajos a periódicos, revistas pulp y revistas más sofisticadas.

Comenzó escribiendo historias deportivas, pero hizo su primera venta significativa con "Mr. Mergenthwerker's Lobblies", que se publicó en la revista Scribner's Magazine en 1937. Su primera historia de ciencia ficción fue "Down the Dimensions" en la edición de abril de 1937 de Astounding. Escribió ocasionalmente no ficción una vez que se estableció como autor de ficción. Bond escribió y vendió más para Blue Book que los pulps, que no solo porque era una revista más prestigiosa sino porque pagaba más por su trabajo.También publicó artículos sobre filatelia y formó parte de la Junta Directiva de la Sociedad Filatélica Británica de América del Norte.

Bond escribió para programas de radio como Dr. Christian, Hot Copy (1941–44) y The Sheriff (1944–51), una continuación de Death Valley Days. Bond también escribió el guion de numerosos programas de antología de televisión, como Lux Video Theatre, Studio One, General Motors Theatre y Tales of Tomorrow. "Mr. Mergenthwirker's Lobblies" se adaptó a la radio al menos media docena de veces y también se emitió como una serie de radio de 1938. Bond describió sus experiencias en radio y televisión de la siguiente manera:

Empecé a escribir para la radio después de que empezaron a adaptar algunas de mis historias. Pensé: "Bueno, diablos, puedo hacerlo mejor que eso", y comencé a adaptarlos yo mismo. Después de un tiempo, se abrieron un par de series y me pidieron que me convirtiera en guionista. Escribí 52 capítulos de Hot Copy y alrededor de 26 capítulos del programa The Sheriff, una comedia del oeste. Luego llegó la televisión. Acababa de escribir "Mr. Mergenthwerker's Lobblies" como serie de radio, y la adapté para televisión. Se convirtió en la primera obra de televisión emitida en una red. Sin embargo, la red estaba formada por Boston, Nueva York y Washington. (Esto fue en 1946). La presentación fue muy elaborada, hubo una audiencia de estudio e imprimieron un programa para ella. Desafortunadamente, no existe una copia del programa, porque no tenían cinta en esos días. Todo lo que tenían era un cinescopio, parpadeantes películas en blanco y negro. Esa fue probablemente la oportunidad de oro de mi vida que tiré por la ventana. Una vez terminada la obra, el director dijo: "Este es un medio nuevo. ¿Por qué no vienes aquí y te metes con nosotros?". No podían pagarme mucho, y dije: "Estoy ganando más que eso en la radio en este momento", así que lo rechacé...

Bond trabajó en relaciones públicas antes y después de su carrera como escritor, y abrió su propia agencia en 1959. Más tarde se convirtió en un destacado librero anticuario. Bond se retiró de la escritura a fines de la década de 1950. Después del estímulo de fanáticos y profesionales, en particular Harlan Ellison, publicó una nueva historia en 1995.

Bond tuvo una extensa correspondencia con James Branch Cabell y después de la muerte de Cabell fue su albacea literario por un tiempo.

En 1998, los escritores de ciencia ficción y fantasía de Estados Unidos nombraron a Bond como autor emérito por lo que recibió el premio Nebula Author Eméritus por su trayectoria. En 2002, Bond donó sus documentos personales a la biblioteca de la Universidad Marshall, que creó una réplica de la oficina que tenía en su casa. Bond murió de complicaciones por problemas cardíacos el 4 de noviembre de 2006.

Sobre su obra antológica más conocida y que fue publicada en español, "Ningún tiempo como el futuro", transcribimos la siguiente reseña publicada en Google Books:

El autor norteamericano Nelson Bond es un escritor apocalíptico, es decir, que está obsesionado por el fin del mundo. En esta obra magistral, "Ningún tiempo como el futuro", nos presenta este presunto fin del planeta de diversas maneras, desde la desintegración atómica hasta la muerte por eclosión del globo, que alberga en su seno el titánico polluelo de una monstruosa ave cósmica. El grupo de narraciones y novelitas que integran este volumen, constituye una de las más valiosas aportaciones universales a la literatura de ficción científica. Algunas de sus páginas son verdaderamente alucinantes, y otras nos transportan a un futuro más o menos lejano, pero en el que los hombres aman, luchan y mueren movidos por ideales y motivos que no son muy distintos de los nuestros. Desde "Factor vital", que abre el libro, hasta "El planeta silencioso", que lo cierra, el lector asiste con el ánimo en suspenso a un desfile de personajes y situaciones que no podrá olvidar jamás.

martes, 17 de agosto de 2021

LA ÚLTIMA PREGUNTA

"La última pregunta" (The Last Question) es un relato escrito por Isaac Asimov publicado por primera vez en la revista Science Fiction Quarterly en su edición de noviembre de 1955 y reimpreso en las colecciones antológicas Nueve futuros (1959), Lo mejor de Isaac Asimov (1973), Sueños de robot (1986) y Cuentos completos I (1990). 

Como se mencionó anteriormente, este cuento pertenece a la serie de relatos sobre la computadora Multivac. Multivac nació en la mente de Asimov como una exageración de lo sucedido con la computadora (real) Univac (obsérvese que Multivac es "Múltiple" y Univac es "Única").

La Univac I (UNIVersal Automatic Computer I, Computadora Automática Universal I) fue la primera computadora comercial fabricada en Estados Unidos, entregada el 31 de marzo de 1951 a la oficina del censo y puesta en servicio el 14 de junio de ese mismo año. La quinta computadora, construida para la Comisión de Energía Atómica (United States Atomic Energy Commission) fue usada por la cadena de televisión CBS para predecir la elección presidencial estadounidense de 1952. Con una muestra del 1% de la población votante predijo de forma correcta que Eisenhower ganaría, algo que parecía imposible en ese momento. De ahí que la fama de Univac creciera como la espuma y terminara en el imaginario colectivo como una muestra de lo que los "cerebros electrónicos" podrían hacer en el futuro.

Sería necesario revisar si a partir de Univac empezó la idea de que las computadoras lo "sabían todo". Sin embargo, Asimov, un poco más "realista" supuso correctamente que una computadora sólo puede trabajar con los datos que tiene disponible. Por eso, en su relato "La última pregunta", Multivac no puede contestar a la pregunta sobre cómo detener la entropía debido que, hasta ese momento, no contaba con la información necesaria. Sin embargo... ¿qué sucederá conforme van avanzando los siglos y los milenios? Dejo este te video donde se nos va narrando este cuento considerado por Asimov como uno de sus favoritos. Que lo disfruten.

lunes, 16 de agosto de 2021

SPICY DETECTIVE STORIES


Spicy Detective Stories fue un pulp publicado durante 104 números desde abril de 1934 hasta diciembre de 1942. Fue uno de los más notorios Spicy pulps editados por Culture Publications a fines de la década de 1930. Este pulp utilizaba una fórmula simple: historias de acción rápida mezcladas con sexo. Esta fórmula le funcionó muy bien durante nueve años antes de que las fuerzas de las buenas conciencias lo obligaran a cambiar al más tranquilo Speed Detective.


Producida por el mismo editor que DC Comics, Harry Donenfeld, Spicy Detective Stories fue el hogar de Dan Turner, Hollywood Detective (creado por Robert Leslie Bellem) un personaje duro que fusionaba humor y temática “picante”. Fue una de las tantas revistas con temática sexual que se vendieron lo suficientemente bien como para que se requiriera la censura para sacarlas de los quioscos y cerrarlas.


Desde finales de 1935 hasta finales de 1937, la mayoría de las portadas aparecieron en dos versiones diferentes: una sin censura y la otra con autocensura. La versión censurada fue identificable por una estrella dentro de un recuadro ubicado en la parte superior de la portada. Se conoce poca información sobre las diferencias entre estas portadas. Aparte de Robert Leslie Bellem, otros autores importantes que también aparecieron en las páginas de Spicy Detective fueron E. Hoffman Price, Hugh B. Cave, Norvell Page y Arthur Wallace.


Los pulps originales de Spicy Detective son muy apreciados por los coleccionistas y generalmente escasos. Algunas editoriales ponen actualmente algunos números a disposición en formato de reimpresión o facsímil. Las reimpresiones generalmente tienen un precio en el rango de $9.95 a $19.95 y los facsímiles en el rango de $24.95 a $34.95. En las reimpresiones a veces vuelven a mecanografiar la impresión de la revista o llegar a reimprimen sólo las historias principales. Las ediciones facsimilares intentan estar lo más cerca posible de las revistas pulp originales.

domingo, 1 de agosto de 2021

PULP SCIENCE FICTION


El siguiente artículo apareció en la edición española de la revista Starlog, en marzo de 2002. En este texto, Enrique Pedraza hace una breve recapitulación de los pulps de fantasía y de ciencia ficción que surgieron durante los años treinta, cuarenta y cincuenta. Que lo disfruten.

PULP SCIENCE FICTION

Enrique Pedraza

Muchos, muchísimos años antes de que llegase Quentin Tarantino y diese a conocer a todos los no angloparlantes la expresión “Pulp fiction”, existieron unas revistas impresas en papel malo cuyas páginas estaban llenas de fantasía y de imágenes evocadoras que permitían escapar, al menos por unas horas, del gris marengo que cubría la realidad cotidiana. Muchos fueron los géneros que se tocaron en la literatura de quiosco, pero la fantasía y la ciencia ficción siempre han tenido un lugar especial dentro del Pulp.

UN POCO DE HISTORIA

Pero como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes. Lo primero sería explicar qué son los Pulp magazines y porqué se llamaban así. Tomando como base la precisa definición que da Armando Boix, se trata de publicaciones literarias en papel barato, basto y sin guillotinar, en un formato estándar de 25,4 x 17,7 cm, de al menos cien páginas y con llamativas portadas a color. Su precio estaba entre los diez (a dime) y los veinticinco centavos (a quarter). Este papel basto y grosero estaba hecho a base de pulpa (Pulp) de madera, y de ahí su nombre. El contenido de estas revistas consistía en historias de ficción de carácter escapista, sin importar un pimiento la verosimilitud o el cuidado estilístico; ni una puñetera falta que hacía. El tamaño y el número de páginas varió con el tiempo, pero el espíritu se mantuvo.

Los pulp magazines nacieron en Estados Unidos a la altura del cambio del siglo XIX al XX, cuando oleadas de inmigrantes pobres llegaban a la isla de Ellis soñando con una vida mejor. Cuando el dinero escasea, es mejor comprar pan que libros: así que los pulp magazines fueron al principio la alternativa a los libros “normales”, que aquellos pocos que sabían leer no podían pagar. El primer pulp magazine fue el Argosy, una antigua revista infantil reconvertida por su editor, Frank Munsey, para satisfacer esta demanda de ocio impreso. Para abaratar costes y mantener los precios bajos, Munsey decidió utilizar papel de muy baja calidad, de pasta de madera; el propio Munsey dijo que la historia vale más que el papel en que está impresa; y sin saberlo, dio nombre a un nuevo subgénero literario.

WEIRD TALES, LA PIONERA

Ahora que hemos hecho un cursillo acelerado de historia del pulp, llega el momento de meternos un poco más en harina: en los pulp magazines especialmente dedicados al género fantástico: y la primera de toda una larga pléyade de revistas que vendrían detrás, no fue otra que Weird Tales. Esta revista tiene gran importancia no sólo por haber sido la pionera que dio el pistoletazo de salida, sino también por la larga lista de autores que desfilaron con sus páginas, poniendo sus plumas (o sus Remington, Underwood o Smith Corona: era gente moderna que utilizba las nuevas tecnologías) al servicio de la fantasía: Frank Belknap Long, Ray Bradbury, Fritz Leiber, o por supuesto, el trío de ases: Clark Ashton Smith, Robert E. Howard y el caballero de Providence, Howard Phillips Lovecraft.

Weird Tales fue fundada en Chicago por Jacob Clark Henneber, y su primer número lleva fecha de marzo de 1923. Cuando en mayo de 1924 las pérdidas de la revista provocaron la caída de su primer director, Edwin Baird, el puesto le fue ofrecido a Lovecraft, aunque finalmente sería Farnsworth Wright el que se sentaría en el puente de mando. Estos años serían los más florecientes para la revista, que al ser pionera, no tenía competencia lo bastante sólida como para arañarle ventas o para llevarse escritores. Pero no se trataba sólo de una cuestión de mercado: Weird Tales tuvo en sus filas a grandes autores, aunque para ellos la recompensa económica no era especialmente boyante. Era frecuente que se les contratase por cinco o seis historias, y muchos se quedaban luego a verlas venir. Como curiosidad hay que destacar que en enero de 1935 un Robert Bloch que entonces sólo tenía diecisiete años publicó un relato en la revista, mientras que en agosto de 1928 el relato “La venganza de Nitocris” llevaba la firma de un adolescente de 14 añitos llamado Tennessee Williams.

A partir de finales de los años treinta, con sus autores más importantes trabajando en otra parte o fallecidos (un cáncer de estómago acabó con Lovecraft en 1935) la revista empezó a decaer. En 1954, y con 279 números a sus espaldas, Weird Tales decía adiós a todos. Pese a los intentos de resucitarla que se dieron durante los años 70, tan nostálgicas iniciativas no prosperaron, y hoy nos quedan treinta años de relatos que forjaron la afición de muchos lectores.

AMAZING STORIES: BIENVENIDOS A LA CIENCIA FICCIÓN

Una de las razones por las que Weird Tales atravesó momentos de apuro económico fue probablemente el hecho de que la fantasía tuvo que hacer frente a la competencia de un nuevo género: la ciencia ficción. El término fue acuñado por Hugo Gernsback, luxemburgués de nacimiento, inventor, hombre de negocios, técnico de radio y escritor en sus ratos libres (si es que tenía alguno). Y fue Gernsback el responsable de editar la primera revista especializada en ciencia ficción: Amasing Stories. Cuando en abril de 1926 salió a la calle el primer número, Gernsback lanzaba una premisa en el encabezamiento del editorial: “FICCIÓN EXTRAVAGANTE HOY, FRÍOS HECHOS MAÑANA”. El texto seguía sugiriendo que quizá los lectores pensasen que se trataba de “otra revista de ficción”. El editor entonces establece la diferencia entre su revista y los otros pulp magazines: no se trataba de una revista de ficción -a fiction magazine-, sino de una revista de ciencia ficción -scientifiction-. Gernsback continúa definiendo el nuevo género: “Por “ciencia ficción” me refiero al tipo de historia de Julio Verne, H. G. Wells y Edgar Allan Poe, un relato hechizante entremezclado con realidad científica y visión profética”. Más adelante, afirma que Poe bien pudo ser el padre de la ciencia ficción, seguido por Verne y por Wells, siguiendo un orden cronológico. Ante semejante cebo, ¿qué ibas a hacer? Pues comprarte la revista, claro.

Ese primer número incluía un relato de cada uno de los tres viejos Maestros, entre ellos “El misterioso caso del señor Valdemar”, de Poe, y otros tres relatos nuevos. Durante sus primeros años, Amazing Stories dependió sobre todo de reimpresiones de viejos relatos, ya que no abundaban los nuevos escritores. En su cuarto número aceró al público norteamericano por vez primera al autor alemán de origen judío Curt Siodmak; Siodmak había sido además uno de los extras que ayudan a apagar las llamas del vestido de la falsa María en una de las escenas culminantes de Metrópolis (Fritz Lang, 1927), y luego tendría una larga relación con el cine. Su libro Donovan’s Brain ha sido llevado un par de veces a la pantalla, y suyo era el guion de Frankenstein y el Hombre Lobo.

La intención de Gernsback fue la de enseñar ciencia a sus lectores a través de las historias publicadas en su revista. Aunque la mayor parte de la “ciencia” que había allí resulta risible hoy en día, sólo por esto podemos considerar a Gernsback como un pionero de la ciencia ficción hard a mediados de 1929. Gernsback dejó Amazing Stories para fundar Science Wonder Stories.

LA ETAPA PALMER

En noviembre de ese año se hace cargo de la publicación el anciano T. O’Connor Sloane, que convirtió Amazing en un aburrimiento mortal. Eso cambiaría en 1938, cuando los nuevos propietarios le dieron la patada a Sloane (que había llegado a decir en letra impresa que ningún cohete llegaría nunca a la Luna; vaya un director para una revista de ciencia ficción) y le sustituyeron por Raymond A. Palmer.

Palmer, cocinero antes que fraile, había sido fan de la ciencia ficción antes de dedicarse profesionalmente a ello, y su entusiasmo y conocimiento del tema benefició a la revista. Sí, amigos, estamos hablando del primer freakie que llegó a dirigir una revista especializada. Palmer inyectó savia nueva, y se planteó la meta de aumentar la circulación y dirigirse aun público más amplio, en lugar de competir con las otras revistas por el mismo nicho de mercado; mientras otras revistas se dirigían a un público más adulto, Amazing se orientó hacia los lectores más jóvenes. Esta nueva tendencia se notaba ya desde que cogías la revista: en lugar del habitual dibujo (artistas como el gran Frank R. Paul habían dado a la revista sus señas de identidad básicas en su primera etapa) ahora la portada era una fotografía a color de un héroe espacial con una desmayada heroína en sus brazos. Esto era en junio de 1938 y este número inauguraba también una sección de correspondencia donde Amazing Stories podía mantener un contacto directo con sus fans.

EL SHAVERISMO

En marzo de 1945 Palmer comenzó a publicar una serie escrita por un tal Richard S. Shaver: ese primer capítulo era “I Remember Lemuria” (Recuerdo Lemuria), y supuso el principio de una serie que daría algún que otro quebradero de cabeza al bueno de Palmer. Porque si bien muchos autores utilizaban el recurso estilístico de que los narradores de la historia afirmasen que se basaban en hechos reales, Shaver el autor -no Shaver el narrador-, afirmaba que las suyas eran ciertas. En sus relatos hablaba de unas criaturas subterráneas maléficas y degeneradas que supuestamente influían negativamente en la humanidad. Muchos lectores se vieron atraídos entusiásticamente por estas historias, para deleite de los editores y de sus cajas fuertes; por otro, un nutrido grupo de fans ortodoxos, comenzaron a quejarse de Amazing no era el lugar adecuado para los desvaríos de un iluminado. Dado que los editores estaban más interesados en aumentar las ventas que en contentar a los fans acérrimos, Palmer apoyó a Shaver mientras estuvo al frente de Amazing Stories. A finales de los 70, sin embargo, Palmer confesó que Shaver era paciente en un hospital mental donde recibía tratamiento por esquizofrenia paranoide.

En 1949, pasada la moda del Shaverismo, Palmer abandonó Amazing para dedicarse a sus propios proyectos editoriales. La revista se benefició del clima favorable a la ciencia ficción que se respiraba en los años cincuenta, y se ha seguido publicando con regularidad hasta nuestros días.

OTRAS PUBLICACIONES

Cuando Gernsback perdió el control de Amazing Stories por un conflicto legal, inmediatamente se puso a la tarea de sacar adelante un nuevo pulp magazine de ciencia ficción: el resultado fue Science Wonder Stories, que contó con obras de John C. Campbell o Jack Williamson. Gernsback no tardó en dar a luz Air Wonder Stories, que sólo duró 11 números, y que se combinaría con su hermana mayor para pasar a denominarse simplemente Wonder Stories. Wonder Stories mordería el polvo en abril de 1936, pero no tardaría en levantarse de la lona con nuevo formato, línea editorial, título -Thrilling Wonder Stories- y nuevo director: Mort Weisinger. Weisinger, que fue también responsable de otros pulps como Starling Stories o Captain Future, sería años más tarde director editorial de DC Comics y ayudaría a redefinir a Superman y darle la consistencia del personaje que hoy todos conocemos.

En 1930 nacía Astounding, que supuso una dura competencia para Amazing Stories durante la etapa de O’Connor Sloane. Su director desde 1937, John W. Campbell, pedía historias de calidad junto a una base científica mínimamente creíble. Bajo la dirección de Campbell Astounding publicó material de jóvenes autores luego consagrados como Robert A. Heinlein, Arthur C. Clarke o Isaac Asimov. Campbell también era escritor, y su relato “Who goes there?”, que daría lugar a El enigma de otro mundo y a La Cosa de Carpenter, fue publicado con el seudónimo de Don A. Stuart. En Astounding también escribió L. Ron Hubbard, más conocido por haber fundado la Iglesia de la Cienciología que por su labor como escritor de ciencia ficción. Su primera historia, “The Dangerous Dimension”, fue publicada en el número de julio de 1938.

Otras, como Super Science Stories, nacieron ya en los años 40. El director, Frederik Pohl, aprovechó su amistad con varios escritores para publicar sus relatos. En 1941 la revista cambió su nombre por el de Super Science Novels, pero el experimento sólo duró tres números y volvió a su nombre original hasta que desapareció en el 43. Entre 1949 y 1951 tuvo una segunda oportunidad. Otra revista nacida en 1949 fue Comet Stories, bajo la batuta de F. Orlin Tremaine, que también había dirigido Astounding. Lamentablemente Comet perdió toda credibilidad al no poder proporcionar el premio prometido al fan que hubiera viajado desde más lejos a la Convención Mundial de la Ciencia Ficción de 1941.

No hace falta decir que los años 50 vieron un auge espectacular de la ciencia ficción, tanto en la literatura como en el cine e incluso la televisión: esta circunstancia propició la aparición de nuevos pulp magazines del género. Baste citar siquiera dos ejemplos, acaso los más importantes: Galaxy, publicada por H. L. Gold, y Magazine of Fantasy and Science Fiction, de Anthony Boucher; ambos reconocidos anteriormente como autores.

Con sus altos y sus bajos, el pulp de ciencia ficción ha continuado con nosotros hasta hoy. De hecho, Astounding se sigue publicando, aunque con el título de Analog. Y aunque la mayoría de esas publicaciones ha desaparecido su influencia se deja sentir incluso hoy en día: ellas sentaron las bases de la moderna ciencia ficción, y su huella puede rastrearse no sólo en la letra impresa, sino -consciente o inconscientemente- en la obra de más de un cineasta actual. Sé de sobra que me dejo mucho en el tintero; pero como de muestra vale un botón, espero haber rendido suficiente homenaje a esas humildes revistas, a esos bolsilibros o novelas de a duro herederos de los penny dreadful victorianos que han forjado aficiones, han dado su primera oportunidad a autores esenciales, y que, en definitiva, nos han hecho mirar más allá de las estrellas.


Pedraza, Enrique. “Pulp Science Fiction”, en Starlog. La revista oficial de la Ciencia Ficción. No. 2, marzo 2002. España. Páginas 62 – 65.

Portada de la revista donde apareció este artículo.