domingo, 1 de agosto de 2021

PULP SCIENCE FICTION


El siguiente artículo apareció en la edición española de la revista Starlog, en marzo de 2002. En este texto, Enrique Pedraza hace una breve recapitulación de los pulps de fantasía y de ciencia ficción que surgieron durante los años treinta, cuarenta y cincuenta. Que lo disfruten.

PULP SCIENCE FICTION

Enrique Pedraza

Muchos, muchísimos años antes de que llegase Quentin Tarantino y diese a conocer a todos los no angloparlantes la expresión “Pulp fiction”, existieron unas revistas impresas en papel malo cuyas páginas estaban llenas de fantasía y de imágenes evocadoras que permitían escapar, al menos por unas horas, del gris marengo que cubría la realidad cotidiana. Muchos fueron los géneros que se tocaron en la literatura de quiosco, pero la fantasía y la ciencia ficción siempre han tenido un lugar especial dentro del Pulp.

UN POCO DE HISTORIA

Pero como dijo Jack el Destripador, vayamos por partes. Lo primero sería explicar qué son los Pulp magazines y porqué se llamaban así. Tomando como base la precisa definición que da Armando Boix, se trata de publicaciones literarias en papel barato, basto y sin guillotinar, en un formato estándar de 25,4 x 17,7 cm, de al menos cien páginas y con llamativas portadas a color. Su precio estaba entre los diez (a dime) y los veinticinco centavos (a quarter). Este papel basto y grosero estaba hecho a base de pulpa (Pulp) de madera, y de ahí su nombre. El contenido de estas revistas consistía en historias de ficción de carácter escapista, sin importar un pimiento la verosimilitud o el cuidado estilístico; ni una puñetera falta que hacía. El tamaño y el número de páginas varió con el tiempo, pero el espíritu se mantuvo.

Los pulp magazines nacieron en Estados Unidos a la altura del cambio del siglo XIX al XX, cuando oleadas de inmigrantes pobres llegaban a la isla de Ellis soñando con una vida mejor. Cuando el dinero escasea, es mejor comprar pan que libros: así que los pulp magazines fueron al principio la alternativa a los libros “normales”, que aquellos pocos que sabían leer no podían pagar. El primer pulp magazine fue el Argosy, una antigua revista infantil reconvertida por su editor, Frank Munsey, para satisfacer esta demanda de ocio impreso. Para abaratar costes y mantener los precios bajos, Munsey decidió utilizar papel de muy baja calidad, de pasta de madera; el propio Munsey dijo que la historia vale más que el papel en que está impresa; y sin saberlo, dio nombre a un nuevo subgénero literario.

WEIRD TALES, LA PIONERA

Ahora que hemos hecho un cursillo acelerado de historia del pulp, llega el momento de meternos un poco más en harina: en los pulp magazines especialmente dedicados al género fantástico: y la primera de toda una larga pléyade de revistas que vendrían detrás, no fue otra que Weird Tales. Esta revista tiene gran importancia no sólo por haber sido la pionera que dio el pistoletazo de salida, sino también por la larga lista de autores que desfilaron con sus páginas, poniendo sus plumas (o sus Remington, Underwood o Smith Corona: era gente moderna que utilizba las nuevas tecnologías) al servicio de la fantasía: Frank Belknap Long, Ray Bradbury, Fritz Leiber, o por supuesto, el trío de ases: Clark Ashton Smith, Robert E. Howard y el caballero de Providence, Howard Phillips Lovecraft.

Weird Tales fue fundada en Chicago por Jacob Clark Henneber, y su primer número lleva fecha de marzo de 1923. Cuando en mayo de 1924 las pérdidas de la revista provocaron la caída de su primer director, Edwin Baird, el puesto le fue ofrecido a Lovecraft, aunque finalmente sería Farnsworth Wright el que se sentaría en el puente de mando. Estos años serían los más florecientes para la revista, que al ser pionera, no tenía competencia lo bastante sólida como para arañarle ventas o para llevarse escritores. Pero no se trataba sólo de una cuestión de mercado: Weird Tales tuvo en sus filas a grandes autores, aunque para ellos la recompensa económica no era especialmente boyante. Era frecuente que se les contratase por cinco o seis historias, y muchos se quedaban luego a verlas venir. Como curiosidad hay que destacar que en enero de 1935 un Robert Bloch que entonces sólo tenía diecisiete años publicó un relato en la revista, mientras que en agosto de 1928 el relato “La venganza de Nitocris” llevaba la firma de un adolescente de 14 añitos llamado Tennessee Williams.

A partir de finales de los años treinta, con sus autores más importantes trabajando en otra parte o fallecidos (un cáncer de estómago acabó con Lovecraft en 1935) la revista empezó a decaer. En 1954, y con 279 números a sus espaldas, Weird Tales decía adiós a todos. Pese a los intentos de resucitarla que se dieron durante los años 70, tan nostálgicas iniciativas no prosperaron, y hoy nos quedan treinta años de relatos que forjaron la afición de muchos lectores.

AMAZING STORIES: BIENVENIDOS A LA CIENCIA FICCIÓN

Una de las razones por las que Weird Tales atravesó momentos de apuro económico fue probablemente el hecho de que la fantasía tuvo que hacer frente a la competencia de un nuevo género: la ciencia ficción. El término fue acuñado por Hugo Gernsback, luxemburgués de nacimiento, inventor, hombre de negocios, técnico de radio y escritor en sus ratos libres (si es que tenía alguno). Y fue Gernsback el responsable de editar la primera revista especializada en ciencia ficción: Amasing Stories. Cuando en abril de 1926 salió a la calle el primer número, Gernsback lanzaba una premisa en el encabezamiento del editorial: “FICCIÓN EXTRAVAGANTE HOY, FRÍOS HECHOS MAÑANA”. El texto seguía sugiriendo que quizá los lectores pensasen que se trataba de “otra revista de ficción”. El editor entonces establece la diferencia entre su revista y los otros pulp magazines: no se trataba de una revista de ficción -a fiction magazine-, sino de una revista de ciencia ficción -scientifiction-. Gernsback continúa definiendo el nuevo género: “Por “ciencia ficción” me refiero al tipo de historia de Julio Verne, H. G. Wells y Edgar Allan Poe, un relato hechizante entremezclado con realidad científica y visión profética”. Más adelante, afirma que Poe bien pudo ser el padre de la ciencia ficción, seguido por Verne y por Wells, siguiendo un orden cronológico. Ante semejante cebo, ¿qué ibas a hacer? Pues comprarte la revista, claro.

Ese primer número incluía un relato de cada uno de los tres viejos Maestros, entre ellos “El misterioso caso del señor Valdemar”, de Poe, y otros tres relatos nuevos. Durante sus primeros años, Amazing Stories dependió sobre todo de reimpresiones de viejos relatos, ya que no abundaban los nuevos escritores. En su cuarto número aceró al público norteamericano por vez primera al autor alemán de origen judío Curt Siodmak; Siodmak había sido además uno de los extras que ayudan a apagar las llamas del vestido de la falsa María en una de las escenas culminantes de Metrópolis (Fritz Lang, 1927), y luego tendría una larga relación con el cine. Su libro Donovan’s Brain ha sido llevado un par de veces a la pantalla, y suyo era el guion de Frankenstein y el Hombre Lobo.

La intención de Gernsback fue la de enseñar ciencia a sus lectores a través de las historias publicadas en su revista. Aunque la mayor parte de la “ciencia” que había allí resulta risible hoy en día, sólo por esto podemos considerar a Gernsback como un pionero de la ciencia ficción hard a mediados de 1929. Gernsback dejó Amazing Stories para fundar Science Wonder Stories.

LA ETAPA PALMER

En noviembre de ese año se hace cargo de la publicación el anciano T. O’Connor Sloane, que convirtió Amazing en un aburrimiento mortal. Eso cambiaría en 1938, cuando los nuevos propietarios le dieron la patada a Sloane (que había llegado a decir en letra impresa que ningún cohete llegaría nunca a la Luna; vaya un director para una revista de ciencia ficción) y le sustituyeron por Raymond A. Palmer.

Palmer, cocinero antes que fraile, había sido fan de la ciencia ficción antes de dedicarse profesionalmente a ello, y su entusiasmo y conocimiento del tema benefició a la revista. Sí, amigos, estamos hablando del primer freakie que llegó a dirigir una revista especializada. Palmer inyectó savia nueva, y se planteó la meta de aumentar la circulación y dirigirse aun público más amplio, en lugar de competir con las otras revistas por el mismo nicho de mercado; mientras otras revistas se dirigían a un público más adulto, Amazing se orientó hacia los lectores más jóvenes. Esta nueva tendencia se notaba ya desde que cogías la revista: en lugar del habitual dibujo (artistas como el gran Frank R. Paul habían dado a la revista sus señas de identidad básicas en su primera etapa) ahora la portada era una fotografía a color de un héroe espacial con una desmayada heroína en sus brazos. Esto era en junio de 1938 y este número inauguraba también una sección de correspondencia donde Amazing Stories podía mantener un contacto directo con sus fans.

EL SHAVERISMO

En marzo de 1945 Palmer comenzó a publicar una serie escrita por un tal Richard S. Shaver: ese primer capítulo era “I Remember Lemuria” (Recuerdo Lemuria), y supuso el principio de una serie que daría algún que otro quebradero de cabeza al bueno de Palmer. Porque si bien muchos autores utilizaban el recurso estilístico de que los narradores de la historia afirmasen que se basaban en hechos reales, Shaver el autor -no Shaver el narrador-, afirmaba que las suyas eran ciertas. En sus relatos hablaba de unas criaturas subterráneas maléficas y degeneradas que supuestamente influían negativamente en la humanidad. Muchos lectores se vieron atraídos entusiásticamente por estas historias, para deleite de los editores y de sus cajas fuertes; por otro, un nutrido grupo de fans ortodoxos, comenzaron a quejarse de Amazing no era el lugar adecuado para los desvaríos de un iluminado. Dado que los editores estaban más interesados en aumentar las ventas que en contentar a los fans acérrimos, Palmer apoyó a Shaver mientras estuvo al frente de Amazing Stories. A finales de los 70, sin embargo, Palmer confesó que Shaver era paciente en un hospital mental donde recibía tratamiento por esquizofrenia paranoide.

En 1949, pasada la moda del Shaverismo, Palmer abandonó Amazing para dedicarse a sus propios proyectos editoriales. La revista se benefició del clima favorable a la ciencia ficción que se respiraba en los años cincuenta, y se ha seguido publicando con regularidad hasta nuestros días.

OTRAS PUBLICACIONES

Cuando Gernsback perdió el control de Amazing Stories por un conflicto legal, inmediatamente se puso a la tarea de sacar adelante un nuevo pulp magazine de ciencia ficción: el resultado fue Science Wonder Stories, que contó con obras de John C. Campbell o Jack Williamson. Gernsback no tardó en dar a luz Air Wonder Stories, que sólo duró 11 números, y que se combinaría con su hermana mayor para pasar a denominarse simplemente Wonder Stories. Wonder Stories mordería el polvo en abril de 1936, pero no tardaría en levantarse de la lona con nuevo formato, línea editorial, título -Thrilling Wonder Stories- y nuevo director: Mort Weisinger. Weisinger, que fue también responsable de otros pulps como Starling Stories o Captain Future, sería años más tarde director editorial de DC Comics y ayudaría a redefinir a Superman y darle la consistencia del personaje que hoy todos conocemos.

En 1930 nacía Astounding, que supuso una dura competencia para Amazing Stories durante la etapa de O’Connor Sloane. Su director desde 1937, John W. Campbell, pedía historias de calidad junto a una base científica mínimamente creíble. Bajo la dirección de Campbell Astounding publicó material de jóvenes autores luego consagrados como Robert A. Heinlein, Arthur C. Clarke o Isaac Asimov. Campbell también era escritor, y su relato “Who goes there?”, que daría lugar a El enigma de otro mundo y a La Cosa de Carpenter, fue publicado con el seudónimo de Don A. Stuart. En Astounding también escribió L. Ron Hubbard, más conocido por haber fundado la Iglesia de la Cienciología que por su labor como escritor de ciencia ficción. Su primera historia, “The Dangerous Dimension”, fue publicada en el número de julio de 1938.

Otras, como Super Science Stories, nacieron ya en los años 40. El director, Frederik Pohl, aprovechó su amistad con varios escritores para publicar sus relatos. En 1941 la revista cambió su nombre por el de Super Science Novels, pero el experimento sólo duró tres números y volvió a su nombre original hasta que desapareció en el 43. Entre 1949 y 1951 tuvo una segunda oportunidad. Otra revista nacida en 1949 fue Comet Stories, bajo la batuta de F. Orlin Tremaine, que también había dirigido Astounding. Lamentablemente Comet perdió toda credibilidad al no poder proporcionar el premio prometido al fan que hubiera viajado desde más lejos a la Convención Mundial de la Ciencia Ficción de 1941.

No hace falta decir que los años 50 vieron un auge espectacular de la ciencia ficción, tanto en la literatura como en el cine e incluso la televisión: esta circunstancia propició la aparición de nuevos pulp magazines del género. Baste citar siquiera dos ejemplos, acaso los más importantes: Galaxy, publicada por H. L. Gold, y Magazine of Fantasy and Science Fiction, de Anthony Boucher; ambos reconocidos anteriormente como autores.

Con sus altos y sus bajos, el pulp de ciencia ficción ha continuado con nosotros hasta hoy. De hecho, Astounding se sigue publicando, aunque con el título de Analog. Y aunque la mayoría de esas publicaciones ha desaparecido su influencia se deja sentir incluso hoy en día: ellas sentaron las bases de la moderna ciencia ficción, y su huella puede rastrearse no sólo en la letra impresa, sino -consciente o inconscientemente- en la obra de más de un cineasta actual. Sé de sobra que me dejo mucho en el tintero; pero como de muestra vale un botón, espero haber rendido suficiente homenaje a esas humildes revistas, a esos bolsilibros o novelas de a duro herederos de los penny dreadful victorianos que han forjado aficiones, han dado su primera oportunidad a autores esenciales, y que, en definitiva, nos han hecho mirar más allá de las estrellas.


Pedraza, Enrique. “Pulp Science Fiction”, en Starlog. La revista oficial de la Ciencia Ficción. No. 2, marzo 2002. España. Páginas 62 – 65.

Portada de la revista donde apareció este artículo.

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