viernes, 20 de agosto de 2021

NAVES GENERACIONALES

El primero en poner por escrito tales ideas fue el ingeniero americano y pionero en el diseño de cohetes Robert Goddard, que en 1918 escribió “La Última Emigración”. En ella se describía la muerte del Sol y la necesidad de construir una suerte de “arca interestelar”. Lo que él proponía, sin embargo, era que la tripulación se colocara en una suerte de animación suspendida y sólo despertara al llegar a otro sistema estelar. El concepto de nave generacional tal y como he apuntado fue descrito por otro pionero de la astronáutica, el ruso Konstantin Tsiolkovsky, quien en su ensayo “El Futuro de la Tierra y la Humanidad” (1928) lanzaba la idea de una colonia espacial equipada con motores capaces de funcionar durante miles de años.

El polémico científico inglés John Desmond Bernal también se interesó por la evolución de la especie humana y su futuro en el espacio y en 1929 publicó un ensayo titulado "The World, The Flesh, & The Devil", en el que describía la “Esfera de Bernal”, un hábitat permanente para 30.000 personas y los cambios fisiológicos que debería experimentar el hombre para adaptarse a su nuevo entorno.

Todas ellas eran ideas demasiado avanzadas para su época y nadie pareció prestarles demasiada atención….excepto los escritores de ciencia ficción, siempre atentos a cualquier inspiración proveniente de la ciencia, por muy alocada que pudiera parecer. La primera ficción en tratar el tema de la nave generacional apareció en 1940, en la historia “El Viaje que duró 600 Años”, de Don Wilcox, un maestro de escuela metido a escritor. Ya en este cuento, publicado en “Amazing Stories”, se exploraba el problema de la pérdida de identidad cultural y el olvido de las raíces y misión original por parte de las generaciones de viajeros. Heinlein retomó el mismo esquema argumental, lo amplió y mejoró para hacer las dos novelas cortas que componen “Huérfanos del Espacio”, la historia arquetípica de nave generacional.

John Moore, antropólogo de la Universidad de Florida, calculó que haría falta una población de un mínimo de 160 personas iniciales para un viaje de 200 años de duración, lo que vendría a ser entre 8 y 10 generaciones. Con esto, según los cálculos de Moore, se aseguraría alrededor de 10 posibles parejas por persona, siendo suficiente para que la diversidad genética no se viera empobrecida.

Sin embargo estos datos fueron elevados de forma bastante importante en un estudio más cercano llevado a cabo por el también antropólogo y divulgador Cameron Smith en 2013. Smith introdujo las variantes de población y aplicó cálculos matemáticos que contemplaban aspectos que Moore había descartado, tales como accidentes, enfermedades que se pudieran propagar en la nave y otros "inconvenientes" propios de la naturaleza humana, como rebeliones o motines violentos. Sus estimaciones se basan en el Proyecto Ícarus, uno de los que actualmente más está explorando la hipótesis de un viaje de este tipo, con un trayecto de unos 150 años o 5 generaciones. El resultado es que se necesitarían muchas más personas en una nave de este tipo, en concreto entre 20.000 y 40.000, de las que aproximadamente la mitad tendrían que ser hombre y mujeres en plena edad reproductiva.

La historia demuestra que civilizaciones aisladas durante tanto tiempo realizan pocos o nulos avances científicos en comparación con las que tienen una interacción social permanente. De hecho, en casos muy concretos puede presentarse una «etapa oscura» en la que esta sociedad se mantenga estancada sin miras a salir en mucho tiempo (solo mira a la Europa medieval; tuvo que llegar a América para romper su burbuja). Esto fue ejemplificado en novelas como Efímeras de Kevin O’Donnell (1979), La nave estelar de Brian W. Aldis (1958) o El universo cautivo de Harry Harrison(1969).

La solución aquí choca más con la propia concepción de la ingeniería social o la forma en la que se quiera llevar la trama de la novela. Está demostrado sin embargo que el conocimiento y la rememoración del pasado son las principales armas para lograr combatir las crisis colectivas de identidad y la pérdida de conciencia cultural. Por ejemplo, en una de mis historias utilizo un fuerte programa de educación y glorificación del pasado del hombre para prevenir esto, pero no es el único medio.

Existen todavía muchos más dilemas sobre el asunto y casi ninguno tiene una respuesta que pueda convencernos. Está claro que en un futuro cercano no son más que sueños en la mente de un escritor, pero quien sabe y en alguna vez dejen de ser ciencia ficción para convertirse en realismo puro y duro.