jueves, 28 de mayo de 2020

DULCES PARA ESA DULZURA


El siguiente relato de Robert Bloch apareció por primera vez en Weird Tales de marzo de 1947 bajo el título original "Sweets to the sweet" y en español con el título "Dulces para esa dulzura" en el libro antológico "Los hijos del diablo", colección Libro ameno número 18 de la Editorial Bruguera, España, en 1977.

Portada de la revista Weird Tales, marzo de 1947


Portada del libro publicado por Brugera en1977

Este relato, a su vez, fue adaptado por el mismo Robert Bloch para la película "La mansión de los crímenes" (The house that dripped blood, 1971) con Chloe Franks como Irma (aunque en la película le llamaron Jane) y Christopher Lee como John Reid (Steever, en el cuento original).


Disfruten ahora de una "tierna" historia de amor familiar como sólo Robert Bloch puede contarnos.

DULCES PARA ESA DULZURA

ROBERT BLOCH

Irma no tenía figura de bruja.
Tenía unos rasgos menudos, regulares, un cutis melocotón y crema, ojos azules, y cabello rubio, casi ceniciento. Además, era una niñita de ocho años.
—¿Por qué la fastidia así? —sollozaba miss Pall—. De este modo le vino la idea, al principio: porque él la llama brujita.
Sam Steever acomodó nuevamente la voluminosa barriga en el crujiente sillón giratorio y plegó las gordas manos sobre el regazo. Su adiposa máscara de abogado permanecía impasible; pero estaba bastante afligido.
Las mujeres como miss Pall no deberían sollozar nunca. Las gafas les resbalan, la delgada nariz se les encoge, los arrugados párpados se les enrojecen y el lacio cabello se les desordena.
—Por favor, domínese —invitaba Sam Steever—. Quizá si discutiéramos ese asunto, desde el principio hasta el fin, de una manera sensata...
—¡No me importa! —miss Pall se sorbía las lágrimas—. Yo no vuelvo allá. No lo soporto. Y a fin de cuentas, tampoco puedo hacer nada. Aquel hombre es su hermano, y ella es la hija de su hermano. La responsabilidad no pesa sobre mí. Yo hice cuanto pude...
—Claro que hizo cuanto pudo —Sam Steever sonrió benignamente, como si miss Pall fuese la presidente de un jurado—. Lo comprendo perfectamente. A pesar de lo cual, no comprendo por qué se ha trastornado usted tanto, querida señorita.
Miss Pall se quitó las gafas y se secó los ojos con un pañuelo estampado de flores. Luego depositó la mojada pelota de tela en el bolso, apretó el cierre, se puso los lentes de nuevo y se irguió en la silla.
—Muy bien, míster Steever —dijo—. Voy a esforzarme lo mejor que sepa para enterarle bien de los motivos que me inducen a dejar de ser una empleada de su hermano.
La buena mujer reprimió un sorbetón tardío, y continuó:
—Me presenté a John Steever hace -dos años, como usted sabe ya, respondiendo a un anuncio en que se solicitaba un ama de llaves. Cuando descubrí que había de actuar de gobernanta de una niña de seis años, huérfana de madre, me descorazoné. Ignoro por completo el arte de cuidar niños.
—Los seis primeros años John contrató una niñera profesional —dijo, asintiendo Sam Steever—. Ya sabe usted que la madre de Irma murió al dar a luz.
—Sí, estoy al corriente del caso —contestó miss Pall, en tono remilgado—. Naturalmente, una niña solitaria, abandonada, enternece el corazón de cualquiera. ¡Y aquella niña estaba tan terriblemente sola...! Ah, míster Steever, si usted la hubiera visto, refugiándose cabizbaja por los rincones de aquella casona tan antigua y fea...
—Sí, la vi, la vi —asintió prestamente Sam Steever con el deseo de evitar otro arranque—. Y sé cuanto ha hecho usted por Irma. Mi hermano es bastante irreflexivo, y hasta un poco egoísta, a veces. No comprende.
—Es cruel —declaró miss Pall con súbita vehemencia—. Cruel y perverso. Aunque sea su hermano, yo afirmo que no sirve para padre de ningún niño. Cuando yo llegué allí, la pequeña tenía los bracitos negros y morados de golpes. El padre solía coger un cinturón...
—Lo sé. A veces pienso que John no se ha recobrado nunca del choque que sufrió al morir su esposa. Por eso estuve tan contento cuando vino usted, querida dama. Pensé que lograría mejorar la situación.
—Lo intenté —gimoteó miss Pall—. Usted sabe que lo intenté. En dos años, nunca levanté la mano contra la niña, aunque su hermano me ha dicho muchísimas veces que la castigara. «Déle una paliza a la brujita —solía recomendarme—. Es lo único que le hace falta: una buena azotaina.» Y entonces la pequeña se escondía detrás de mí y me pedía en un susurro que la protegiese. Pero no lloraba, míster Steever. ¿Sabe usted que nunca la he visto llorar?
Sam Steever se sentía vagamente irritado y un tanto aburrido. Deseaba que la madura clueca siguiera con su polluelo. Por ello sonrió y rezumó meladura.
—Pero ¿qué problema se le plantea, exactamente, querida señora?
—Cuando llegué, todo marchaba estupendamente. Nos aveníamos muy bien. Empecé a enseñar las primeras letras a Irma... y me llevé la sorpresa de ver que ya leía a la perfección. Su hermano negó que él le hubiera enseñado; pero la niña se pasaba horas acurrucada en el sofá, con un libro en las manos. «Muy propio de ella —solía decir el padre—. Una brujita antinatural. No juega con las otras niñas. Es una brujita.» Así se expresaba siempre, míster Steever. Como si la pequeña fuese una especie de... no sé qué. ¡Y en cambio, es tan dulce, sosegada y bonita!
»¿Tan raro es que leyese? Yo misma era como ella, de niña; porque..., pero no importa.
»De todos modos, tuve una sorpresa mayúscula el día que la vi manejar la Enciclopedia Británica. "¿Qué estás leyendo, Irma?", le pregunté: Ella me lo enseñó. Era el artículo sobre brujería.
»¿Ve usted cuan mórbidos pensamientos ha inculcado su hermano en aquella pobre cabecita?
»Yo hice cuanto pude. Salí a comprarle juguetes. Ya sabe usted que no tenía ninguno en absoluto; ni una triste muñeca. ¡Ni siquiera sabía jugar! Probé de hacerle tomar afición a otras niñas de la vecindad; pero fue inútil. Las otras no la entendían a ella, y ella no comprendía a las otras. Hubo escenas desagradables. Los pequeños son crueles; no reflexionan. Y su padre no la dejaba asistir a la escuela pública. Tenía que instruirla yo...
»Entonces le traje la arcilla de escultor. Le gustó. Se pasaba horas haciendo caras de arcilla. Para una niña de seis años, Irma demostraba verdadero talento.
»Hacíamos muñecas y yo les cortaba y cosía vestídos. El primer año fue un año de dicha, míster Steever. Sobre todo durante los meses aquellos que su hermano pasó en América del Sur. Pero este año, a su regreso..., ¡no sabría ni comentarlo siquiera!
—Por favor —dijo Sana Steever—. Debe comprenderlo. John no es feliz. La pérdida de la esposa, el declive de su negocio de importación, y la bebida... Pero, en fin, usted ya está enterada de todo eso.
—De lo único que estoy enterada es de que odia a su hija —atajó viva y repentinamente miss Pall—. La odia. Quiere que sea mala; para poderla azotar «Si usted no vapulea a esta brujita, lo haré yo», suele decir. Y entonces se la lleva arriba y le da con el cinturón... Debe usted hacer algo, míster Steever, si no quiere que acuda a las autoridades yo misma.
Y la loca chismosa lo haría, sin duda, pensó Sam Steever. Remedio: otra dosis de meladura.
—Pero ¿y en cuanto a Irma...? —insistió él.
—Oh, también ha cambiado. Desde que su padre ha regresado, este año. Ya no quiere jugar conmigo, y apenas me mira. Es como si yo la hubiera defraudado, míster Steever, al no protegerla de aquel hombre. Además..., ella misma se cree bruja.
Una locura. Una locura total, increíble. Sam Steever hizo crujir el sillón, al ponerse erguido.
—Ah, no es preciso que me mire así, míster Steever. Se lo dirá ella misma... ¡sí va usted un día de visita a la casa!
El hombre percibió el tono de reproche de la voz de la gobernanta y quiso apaciguarla con un movimiento de cabeza conciliador.
—Me lo dijo con todas las letras —prosiguió miss Pall—. Si su padre quiere que sea bruja, lo será. Y no quiere jugar conmigo, ni con nadie, porque las brujas no juegan. Esta víspera de Todos los Santos pasada quería que le diese una escoba. ¡Ah, si no fuese tan trágico, sería divertido! Esa niña está perdiendo el juicio.
»Hace unas semanas, creí que había cambiado. Fue cuando me pidió, un domingo, que la llevase al templo. "Quiero ver el bautismo", me dijo. Imagínese ¡una niña de ocho años interesada en bautismos! Lee demasiado; ahí está el mal.
»Pues bien, fuimos a la iglesia y estuvo tan dulce como ella sola sabe serlo con su vestidito azul nuevo, y cogida de mi mano. Yo estaba orgullosa de ella, míster Steever, realmente orgullosa.
»Pero después se encerró, una vez más, e inmediatamente, en su concha. Anda por la casa, leyendo, corre por el patio al atardecer y habla consigo misma.
»La causa quizá esté en que su hermano no quisiera traerle un gatito. Ella le importunaba pidiéndole un gato negro. Él le preguntó para qué lo quería, y ella respondió: "Porque las brujas siempre tienen un gato negro." Entonces él se la llevó arriba.
»Yo no se lo puedo impedir, ya sabe usted. Volvió a pegarle la noche que nos quedamos sin electricidad y no supimos encontrar las velas. El dijo que ella las había robado. ¡Imagínese, acusar a una niña de ocho años de robar velas!
«Aquello fue el principio del fin. Entonces hoy, cuando el padre ha encontrado a faltar el cepillo para el cabello...
—¿Dice usted que le pegaba con el cepillo para el cabello?
—Sí. Ella ha confesado que lo robó. Ha dicho que lo necesitaba para su muñeco.
—Pero ¿no ha dicho usted antes que no tiene muñecas ni muñecos?
—En efecto; pero se hizo uno. Al menos yo creo que se lo hizo. Nunca lo he visto... ya que nunca quiere enseñarnos nada; ni nos habla en la mesa. Es imposible gobernarla, simplemente.
»Aunque el muñeco ése que se hizo... es pequeño. Lo sé porque a veces lo lleva escondido bajo el brazo. Le habla y lo acaricia; pero no quiere enseñárnoslo, ni a mí ni a él. Cuando él le preguntó por el cepillo del cabello, ella respondió que lo había cogido para el muñeco.
»Entonces su hermano se ha dejado arrastrar por una cólera terrible... ¡Se había pasado toda la mañana en la habitación empinando el codo de nuevo! Oh, no crea que no lo sé. Pero ella se ha limitado a sonreír, y ha dicho que ahora ya podía volver a cogerlo. Y se ha ido a su mesita escritorio y se lo ha entregado. No lo había estropeado nada; me fijé en que el cepillo conservaba aún el cabello del padre.
»A pesar de lo cual, él se lo ha arrancado de la mano, y luego se ha puesto a golpearle los hombros con el cepillo, y le ha retorcido el brazo, y luego...
Miss Pall se acurrucó en la silla y extrajo unos tremendos y agitados sollozos del angosto pecho.
Sam Steever le dio unas palmaditas en el hombro, agitándose a su alrededor como un elefante sobre un canario herido.
—Eso es todo, míster Steever. He venido a verle, directamente. No quiero volver a la casa aquella ni para recoger mis cosas. No puedo soportarlo más... su manera de pegarle... y el ver cómo ella no lloraba, sino que únicamente se reía, y reía, y reía... A veces creo que, de verdad, es una bruja... que su padre la ha convertido en una bruja...


Sam Steever cogió el teléfono. El timbre había roto el alivio de silencio que quedara después de la precipitada marcha de miss Pall.
—Hola... ¿Eres tú, Sam?
Sam reconoció la voz de su hermano, algo maleada por la bebida.
—Sí, John.
—Supongo que la vieja murciélago ha ido corriendo a verte para dar rienda suelta a la lengua.
—Si te refieres a miss Pall, la he visto, en efecto.
—No le hagas caso. Yo te lo explicaré todo.
—¿Quieres que vaya a verte? Hace meses que no te visito.
—Pues en seguida no. Tengo hora con el médico esta tarde.
—¿Te encuentras mal?
—Me duele el brazo. Será reúma, o algo así. Me aplico un poco de diatermia. Pero mañana te llamaré y pondremos en claro todo ese enredo.
—De acuerdo.
Pero el día siguiente John Steever no llamó. Más o menos a la hora de cenar, Sam le llamó a él.
Cosa rara, respondió al teléfono Irma. Su vocecita delgada, estridente, tenía un acento débil, en los oídos de Sam.
—Papá está arriba, durmiendo. Ha estado enfermo.
—Bueno, no le molestes. ¿De qué se trata? ¿Del brazo?
—De la espalda, ahora. Dentro de poco tendrá que volver al consultorio del médico.
—Dile que le llamaré mañana, pues. Eh..., ¿marcha bien todo, Irma? Quiero decir si no echas de menos a miss Pall. 
—No. Me alegro de que se fuera. Es una tonta.
—Ah. Sí. Comprendo. Pero, si necesitas algo, telefonéame. Y espero que papá se restablezca.
—Sí. Yo también —respondió Irma. Y en seguida se puso a reír, y luego colgó.
La tarde siguiente, cuando John Steever telefoneó a Sam en la oficina de éste, no hubo risitas. Tenía la voz sobria, con la sobriedad aguda del dolor.
—Sam..., por el amor de Dios, ven. ¡A mí me pasa algo!
—¿Qué hay?
—Este dolor... ¡me está matando! Tengo que verte, pronto.
—Me espera un cliente en el despacho; pero me desembarazaré de él. Oye, espera un minuto. ¿Por qué no llamas al médico?
—Ese curandero no puede ayudarme. Me recetó diatermia para el brazo y ayer me la recetó para la espalda.
—¿No te remedió?
—El dolor desapareció, sí. Pero se ha renovado. Me siento... como aplastado. Tengo una opresión aquí, en el pecho. No puedo respirar.
—Por lo que dices, parece una pleuresía. ¿Por qué no lo llamas?
—No es pleuresía. Me examinó ya. Me dijo que estaba más sano que un dólar nuevo. No, orgánicamente no tengo nada anormal. Pero no pude explicarle la verdadera causa.
—¿La verdadera causa?
—Sí. Los ahileres. El alfiler que ese pequeño demonio está clavando en el muñeco que se hizo. En el brazo, en la espalda. Ahora me tiene cogido. No puedo bajar a impedírselo y apoderarme del muñeco. Y nadie más lo creería. Pero es el muñeco, no cabe duda; el que se hizo con cera y con el cabello de mi cepillo. Oh..., al hablar, sufro... ¡Ah, la brujita del diablo! Corre, Sam. Prométeme que harás algo..., lo que sea..., que le quitarás el muñeco..., que te apoderarás del muñeco...


Media hora después, a las cuatro y treinta, Sam Steever entraba en casa de su hermano.
Irma le abrió la puerta.
Sam tuvo un sobresalto al verla plantada allí, risueña e imperturbable, con el cabello rubio pálido peinado inmaculadamente para atrás, dejando al descubierto el rosado óvalo de la cara. Parecía una muñequita, exactamente. Una muñequita...
—Hola, tío Sam.
—Hola, Irma. Tu papá me ha telefoneado, ¿no te lo ha dicho? Decía que no se encontraba muy bien...
—Ya lo sé. Pero ahora está perfectamente. Duerme.
Algo le sucedió a Sam Steever; una gota de agua glacial le bajó por el espinazo.
—¿Duerme? —repitió con voz ronca—. ¿Arriba?
Y antes de que la niña hubiese abierto la boca, subía los escalones a saltos hasta el segundo piso y recorría el pasillo a grandes zancadas, hasta el cuarto de John.
John yacía en la cama. Estaba dormido; solamente dormido. Sam Steever notaba el subir y bajar acompasado del pecho al respirar. Tenía la faz tranquila, sosegada.
Entonces la gota de agua fría se evaporó, y Sam tuvo fuerzas para murmurar:
—Tonterías —entre dientes, al mismo tiempo que se volvía.
Mientras bajaba, improvisaba planes apresuradamente. Unas vacaciones de seis meses, para su hermano... Se abstendrían de llamarlo una cura... Un orfanato para Irma; le darían ocasión de alejarse de aquella morbosa casona antigua, de tantos y tantos libros...
A mitad de. las escaleras, se detuvo. Mirando por encima de la barandilla, vio a Irma en el sofá, acurrucadita como una bolita blanca. Hablaba a una cosa que tenía acunada en los brazos y que iba meciendo con el movimiento del cuerpo.
De modo que la muñeca (o el muñeco) existían, después de todo.
Sam Steever bajó de puntillas, silenciosamente y se acercó a Irma.
—Hola —dijo.
La niña dio un salto y levantó ambos brazos para cubrir por completo lo que fuere que estuviera mimando, y que ahora estrechaba contra sí.
A Sam Steever se le ocurrió la idea de una muñeca apretada por el pecho...
Irma levantaba los ojos hacia él, convertida en una máscara de inocencia. En aquella media luz, su cara parecía realmente una máscara. La máscara de una niña que escondía..., ¿qué?
—Papá está mejor ahora, ¿verdad que sí? —balbució Irma.
—Sí, mucho mejor.
—Yo sabía que lo estaría.
—Pero me temo que tendrá que marcharse a gozar de un descanso. Un descanso muy largo.
Una sonrisa se filtró a través de la máscara.
—Perfecto —dijo la niña.
—Naturalmente —continuó Sam—, tú no podrías quedarte sola aquí. Me estaba preguntando..., quizá podríamos enviarte a una escuela, o a una especie de hogar de...
Irma se puso a reír.
—Ah, no debe preocuparse por mí —replicó. Y dejó sitio en el sofá mientras Sam se sentaba; pero en seguida se levantó de un salto, al verle acercarse a ella.
Con el movimiento, los brazos de Irma se apartaron algo del cuerpo, y Sam Steever vio un par de piernecitas delgadas colgando bajo el codo. Eran unas piernas vestidas con pantalones y que lucían unos trocitos de cuero por zapatos.
—¿Qué tienes ahí, Irma? —preguntó Sam—. ¿Es un muñeco?
Y pausadamente extendió la regordeta mano.
Irma retrocedió.
—No puede verlo —dijo.
—Pues yo quiero verlo. Miss Pall me dijo que haces unos muñecos preciosos.
—Miss Pall es tonta. Y usted también. Vayase.
—Por favor, Irma. Déjame verlo.
Pero mientras estaba hablando, Sam Steever contemplaba ya la parte superior del muñeco, que quedó un momento al descubierto, al retroceder Irma. Era una cabeza perfecta, con mechones de cabello sobre una cara blanca. El crepúsculo disimulaba la fisonomía, pero a pesar de todo Sam reconoció los ojos, la nariz, la barbilla...
Y no pudo continuar fingiendo.
—¡Dame ese muñeco, Irma! —ordenó secamente—. Sé qué es. Sé quién es...
Por un instante, la máscara desapareció de la faz de Irma, y Sam tuvo ante su mirada la imagen del miedo descarnado.
La niña lo sabía. Sabía que él lo sabía.
Pero en seguida, con la misma presteza, la máscara volvió a su sitio.
Irma volvía a ser ni más ni menos que una chiquilla dulce, mimada y terca mientras movía la cabeza alegremente y le miraba con malicia de picaruela.
—¡Oh, tío Sam! —exclamó riendo—. ¡Qué tonto es usted! ¡Si esto no es ni siquiera un muñeco de verdad...!
—¿Qué es, entonces? —murmuró él.
Irma se rió de nuevo, levantando la figura mientras contestaba:
—Pues... ¡es caramelo, únicamente!
—¿Caramelo?
Irma hizo un gesto afirmativo. Luego, con gesto rápido, se metió la cabecita de la imagen en la boca.
Y la cortó de un mordisco.
Arriba sonó un solo grito, desgarrador.
Mientras Sam Steever se volvía y subía las escaleras corriendo, la pequeña Irma, todavía mascando gravemente, salió por la puerta principal y se hundió en la noche.

Feo, en verdad


miércoles, 27 de mayo de 2020

jueves, 21 de mayo de 2020

LAS GIRLIE-MAGAZINES


Dejo esta transcripción de un artículo publicado en la ya desaparecida "Revista de Revistas" en el ahora lejano 2000. Que lo disfruten.

LAS GIRLIE-MAGAZINES
Eduardo García García

Es durante los aciagos días de la Segunda Guerra Mundial, cuando por vez primera se utiliza la frase pin-up. A los soldados aliados y alemanes les gustaba empapelar sus refugios con fotos de mujeres hermosas. La disculpa oficial era que de esta manera se protegía un poco del frío de las paredes. Sin embargo, el objetivo era el mismo de uno y otro lado, hacer que el soldado creyera poseer aquello que se encontraba más lejos de él y que tanto echaba de  menos: Las mujeres. La diferencia será solamente de estilo. Las revistas alemanas como Signal mantenía un tono medio, sin grandes alardes, más bien familiar; las estadounidenses, por el contrario, recurrían a todos los refinamientos. De esta manera, circulan las famosas “muñequitas de ensueño” de las revistas Esquire –con sus fantásticas pin-ups utilizadas por Vargas y Petty- y la oficial Yank, que incluía desplegables como el famoso de Betty Grable.

Betty Grable

Pero en 1943 la dirección del Servicio Postal norteamericano intentó impedir que Esquire fuese distribuida por correo porque de acuerdo con esta dirección, las “chicas de Vargas” que tanto levantaban la moral de las tropas americanas en todo el mundo eran “obscenas, lascivas y libidinosas”. Este descarado intento de censura fracasó por fortuna. Pero Esquire quedó tocada tras la experiencia y desde entonces desapareció de sus páginas cualquier vestigio de sexo o desnudez.

Desplegable de tres páginas de Esquire

Lo irónico del asunto, es que al tiempo en que el gobierno norteamericano juzgaba a Esquire por sus pin-ups, estaba publicándolas simultáneamente en Yank. La hipocresía era sorprendente. Lo que en el frente se consideraba apropiado para las tropas, en el país se consideraba degradante.

Levantando la moral de la tropa

Aún así, puede entenderse que en tiempos de guerra impere un cierto grado de censura, pero de la posguerra se espera que sea una época de celebración y alegría. Sin embargo, al acabar la Segunda Guerra Mundial, una ola de represión se abatió sobre los Estados Unidos. Comenzó con el Comité de Actividades Antinorteamericanas, con el despreciable senador Joe McCarthy y la guerra fría, pero también supuso la censura las historietas y la desaparición de Bettie Page, la reina de las pin-ups. Era la época en que –gracias al modelo H de Dior- las faldas de las mujeres empezaron a crecer en vez de disminuir. Y como siempre, siendo México un país dependiente del gigante del norte, tales medidas siempre nos afectaron.

El infame Joe McCarthy

En cuanto a publicaciones, la novedad de los años cuarenta fueron los pulp magazines, revistas baratas de literatura desechable –relatos y novelas cortas de serie negra, ciencia-ficción o terror- con apetitosas ilustraciones de mujeres en peligro con ropas transparentes o escasas en la portada. Formatos reducidos y precios asequibles eran el atractivo material de un producto que arrasó de manera multitudinaria. Pero según se agotaba la década, el público empezó a cansarse de los pulp fiction y los editores buscaron otros huecos del ocio para rellenar. Recién inaugurados los años cincuenta, una subcomisión del Senado recibió el encargo de investigar las causas de la delincuencia juvenil norteamericana. Con la lucidez que suele acompañar a este tipo de comisiones, los senadores comenzaron sus pesquisas por la industria del comic, a la que consideraban responsable de todos los males del sistema solar. Las historietas, por supuesto, a travesaron por una crisis sin precedentes y sus lectores entraron en un vacío espiritual. Así es como las dos fuentes principales de entretenimiento impreso cayeron fuera de la jugada. 

Puesto de revistas en Mendoza, Argentina

En ese hueco surgieron los mini-magazines que, a cabio de una módica suma, correspondían con un contenido fresco y una forma –mejor dicho unas formas- muy impactantes: mujeres, mujeres, mujeres. El mini-mag recogía el interés de los aficionados al cine, a las historias de policías, a los cuentos de terror, los comics y el humor. Completaban el menú con neumáticas chicas y lo hacían de una manera absolutamente gratuita y gratificante, sin necesidad de que lo justificara el guión. La ambición de estas publicaciones era discreta, casi ninguna pretendía dar el salto aun medio de más entidad y mayor poderío. Normalmente los editores –más o menos unos seis- las utilizaban para ensayar nuevas fórmulas y tantear las preferencias de los lectores. Se cuentan con los dedos de la mana las que consiguieron soportar el salto a los sesenta, una década muy diferente durante la que el tiempo libre mutó y los gustos del público se radicalizaron.

Bettie Page, of course

Quick vio la luz en 1949 de la mano del mismo editor de Look, una publicación de más envergadura, y un montón de hermanitas le siguieron sin tardar. He, Bare, Show, TV Girls and Gags –junto con el paquete creado por el infame Robert Harrison, creador de Focus, Wink, Titter, Flirt, Beatuy Parade y la infame y chismosa Confidential, aquella que con su “Tell the Facts and Names the Names” destrozó un sinnúmero de vidas- se situaron en los lugares más vistosos de los puestos de revista estadounidenses, y en pocos meses se convirtieron en las más vendidas entre las 50 mini-revistas nacidas durante el periodo 1952-58. Su fórmula era muy básica: dulces vampiresas imaginadas por Earl MacPherson, fotos de modelos, muchas de ellas bailarinas de strip-tease, ataviadas con ropa sexy, bikinis, tangas y lencería que adornaban chistes y pequeñas historias tituladas “Confesiones de una desnudista”, “Siete maneras de mejorar tu vida sexual”, “¿Son normales los sueños húmedos? “Guía de los mejores clubes de strip-tease de Los Angeles”.

Una de tantas revistas de chismes de la época

Sexo y espectáculo eran temáticas en las que también se interesaban, aunque ocasionalmente, las revistas destinadas al hombre moderno de los cincuenta. Como en las mini-mags, el cine, el jazz y la literatura copaban la dosis cultural de cada número, y una jugosa entrevista con una estrella polémica le daba la coartada perfecta a los compradores de revistas con fotos de mujeres en bikini, o sin él. Así surgen Adam y Playboy.

El mítico número uno de Playboy

Creada por Hugh Hefner en noviembre de 1953, Playboy no ofrecía sólo sexo, sino que contenía artículos y relatos de primera calidad, ilustraciones provocativas y reportajes sobre la última moda masculina, gastronomía, bebidas, automóviles, etcétera. Sin embargo, el principal atractivo de la revista fue su invento de la personalizada Playmate del mes. Al final de la década Playboy se había convertido en algo más que una revista, y en la actualidad sigue siendo la publicación mas famosa. Su primer número, que ofrecía un famoso desnudo inédito de Marilyn Monroe, sorprendentemente vendió 50 mil copias Y vendía, gracias a que tenía una presentación impecable, un diseño gráfico de vanguardia y la vocación de elegancia editorial que intentaba competir con las publicaciones consideradas de prestigio: Life, Look, Esquire, The New Yorker. A la fecha, Playboy es la revista para hombres más popular del mundo.

"Y decían que antes sí había moral..."

Y se suponía que eran tiempos de inocencia. Pero en el mundo había algo insano que flotaba en el aire, una ola de represión que creciendo durante los años de la guerra fría, en las que las imágenes de sexo sin sexo eran lo cotidiano. Dior y su falda en forma de H hicieron desaparecer las curvas de la mujer y la regresaba a principios del siglo. En ese ambiente, surgió la contracultural revista Bizarre, otro fenómeno editorial cuya temática era el sadomasoquismo. Sus portadas mostraban a mujeres vendadas de los ojos, amordazadas y esposadas. Fue un auténtico escándalo para los puritanos de la época.

"Amor y paz, hermano"

Los años sesenta fueron un soplo de aire fresco. Tras la opresión de los años 50, se respiraba un aire de cambio. La llamada revolución sexual de la época (consolidación del feminismo, aparición del movimiento gay y la difusión de teorías sobre el amor libre) contribuyó a crear una nueva actitud hacia el sexo ente la generación de estadounidenses nacidos después de la Segunda Guerra Mundial.

García García (2000) “Las Girlie-Magazines. Una historia informal…”, en Revista de Revistas. México, junio de 2000, pp. 58 – 63.

lunes, 18 de mayo de 2020

EDITORIAL MOLINO


Editorial Molino (Barcelona, 1933- ) es un sello editorial español fundado por el vallisoletano Pablo del Molino Mateus (1900-1968) y su hermano Luis del Molino Mateus (1907-1990), con sede originaria en el número 245 de la calle Urgell, en Barcelona. Esta casa editora sobresale por poseer la exclusiva de los derechos de edición de las novelas de Agatha Christie (1890-1976) en lengua castellana y por ser una de las firmas más relevantes en la edición de la literatura infantil en España.
 

Su génesis se remonta a la editorial catalana Juventud (1923- ) donde Pablo del Molino trabajaba junto a José Zendrera Fecha y Julio Gibert Mateus. Sin embargo, la ambición de Pablo del Molino por publicar un tipo de novela más popular a la que venía difundiendo Juventud propició que abandonara esta casa y apostara por la creación de su propio sello. Así, conforme a su voluntad por especializarse en géneros para el gran público, los inicios de la Editorial Molino se encaminaron hacia la publicación de novelas policíacas, de aventuras e historias antiguas. Sus primeras obras, que en su mayoría fueron traducciones de plumas tan ilustres como las de Jules Verne, Alexandre Dumas, Rex Stout o Emilio Salgari, se comercializaron a través de la Biblioteca Oro (1933-1970), una colección dividida en tres series: la Serie Roja (novelas de capa y espada), la Serie Azul (aventuras exóticas e historias del Oeste) y la Serie Amarilla (novelas policíacas). La formidable acogida que suscitó esta colección se debió, en gran parte, a la iniciativa de los hermanos Molino por fomentar y democratizar la lectura poniendo al alcance del público general libros de esta categoría a un precio asequible, aproximadamente, unas 0,90 pesetas cada ejemplar. Dos años después de este primer gran éxito, aterrizaron en España las míticas aventuras del niño británico Guillermo Brown, una obra de relatos de la escritora Richmal Crompton (1890-1969) que la Editorial Molino presentó en dos volúmenes: Travesuras de Guillermo (1935) y Los apuros de Guillermo (1935). Ambos fueron vertidos al español por el traductor y escritor de novelas populares Guillermo López Hipkiss (1902-1957).
 

El renombre que la Editorial Molino había alcanzado con la Biblioteca Oro se afianzó con Mickey (1935-1936), una revista infantil dirigida por Josep María Huertas Ventosa (1907-1967). Con todo, pese a las más de 55.000 suscripciones de Mickey y el auge de la Biblioteca Oro —que alcanzó la astronómica cifra de 670 títulos—, la irrupción de la Guerra Civil en España (1936-1939) obligó a Pablo del Molino a emprender el exilio hacia Argentina en 1938. No obstante, lejos de paralizar su labor editorial, Pablo del Molino siguió editando desde Buenos Aires, a la vez que su hermano continuaba al frente de la sede española. Durante este período, nuevos subgéneros captaron el interés de la editorial. Da prueba de ello la legendaria revista Narraciones Terroríficas (1939-1952), una colección de novelas de terror, preparada en Barcelona y editada en Buenos Aires, que el escritor catalán José Mallorquí Figuerola (1913-1972) propuso a Luis del Molino. Al concluir la Guerra Civil, la Editorial Molino retomó la colección de Guillermo Brown publicando cinco nuevos volúmenes entre 1939 y 1940. Rápidamente, el travieso personaje se convirtió en uno de los más aclamados por el público juvenil de posguerra y la obra fue objeto de múltiples reediciones tanto en el territorio español como en el argentino hasta 1988.
 

En 1952, Pablo del Molino decidió desmantelar su negocio editorial y regresó definitivamente a España. Su retorno estuvo motivado por la delicada situación política de Argentina, con continuas huelgas contra el gobierno peronista que alcanzaron el gremio gráfico y, por consiguiente, pusieron en peligro la pervivencia de su empresa. Aun así, su prolongada estancia en Argentina le sirvió para nutrirse de las innovadoras tendencias editoriales que emergían entonces en aquel país. Esta circunstancia lo animó a modernizar diversos aspectos de la editorial, que seguiría activa en España hasta la actualidad. Entre otras decisiones, modernizó la colección Biblioteca Oro mediante la publicación de Selecciones de Biblioteca Oro, una renovada colección en la que dio cabida a la reputada escritora británica Agatha Christie o al inmortal personaje Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle. Todo ello, acompañado del incipiente formato de las novelas de bolsillo. A lo largo de la década de los cincuenta, el sello catalán sacaría a la luz adaptaciones de las producciones cinematográficas de Walt Disney y diversas traducciones de la escritora inglesa Enid Blyton, como la renombrada serie juvenil Aventura (1959). En 1968, tras el fallecimiento de Pablo del Molino, la dirección de la empresa pasó a manos de su hijo, Pablo del Molino Sterna (1937-2000), quien ya había trabajado en la editorial desde su regreso de Argentina. En 1970 se unió a la misma su sobrino, Luis Antonio del Molino Jover (1945- ), hijo de Luis del Molino. Fue igualmente durante los sesenta cuando el domicilio social de la empresa se trasladó al número 166 de la barcelonesa calle de Calàbria. 


Sin renunciar a lo más interesante de su tradición literaria, la Editorial Molino se fue modernizando y ampliando su espectro temático hasta publicar, en los años ochenta, obras de divulgación científica, como la colección Asimov; e, incluso, de aventuras informáticas destinadas a un público adolescente, como la colección Micro-expertos. El 16 de junio de 2004, RBA Libros, empresa del Grupo RBA, adquirió la Editorial Molino por dos millones de euros. Para RBA Libros, la adquisición de este sello supuso reforzar y amplificar su catálogo con una nueva línea: la infantil. Desde esta perspectiva, cabe señalar que RBA Libros ha optado por mantener las colecciones clásicas de la Editorial Molino, como la de Enid Blyton o la célebre serie Guillermo. 

Raquel García Fuentes 
Universidad Pablo de Olavide

Selección bibliográfica
CALVO, Blanca (1988). «Una editorial: “Molino”», Atiza: Boletín informativo. Seminario de literatura infantil y juvenil de Guadalajara (marzo de 1988), n.º 24, pp. 48-49.
DE CUENCA, Luis Alberto (2016). «Libros. José Mallorquí, tras las huellas de Poe», ABC Cultural, 05 agosto 2016.
(s. a.) (2017) «Historia de Editorial Molino», en: http://www.rosaspage.com/art/molino.html [29 octubre 2017].
ROMANO MARTÍN, Yolanda (2012). «La novela policiaca italiana entre 1930-1970: ediciones y traducciones españolas». En Assumpta Camps (ed.). La traducción en las relaciones ítalo-españolas: lengua, literatura y cultura. Barcelona: Publicacions i Edicions de la Universitat de Barcelona, pp. 251-268.
(s. a.) (2004). «El grupo RBA adquiere Editorial Molino por dos millones», Cinco Días
(El País), 17 junio 2004, en: https://cincodias.elpais.com/cincodias/2004/06/17/empresas/1087479597_850215.html [10 octubre 2017].
SVP (1990). «Bibliografía de la serie dedicada a Guillermo», La Vanguardia. Suplemento Libros, 28 diciembre 1990, pp. 4-5.
Sitio web: http://www.editorialmolino.com

Para citar este documento: García Fuentes, Raquel (2018). «Semblanza de Editorial Molino (Barcelona, 1933- )». En Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes - Portal Editores y Editoriales Iberoamericanos (siglos XIX-XXI) - EDI-RED: http://www.cervantesvirtual.com/obra/editorial-molino-barcelona-1933--semblanza-928709/

HORROR STORIES


Horror Stories fue una revista estadounidense que publicó cuentos sobre lo sobrenatural, el horror y lo macabro. El primer número se publicó en enero de 1935. Horror Stories fue una revista hermana de Terror Tales la cual se había empezado a publicarse un año antes. Horror Stories se convirtió en una de los principales pulps de los años treinta.

Horror Stories fue publicado por Popular Publications , fundada por Harry Steeger y Harold Goldsmith. La revista se publicó con portadas ilustradas de manera escandalosa que mostraban el tema de la damisela en apuros, en su mayoría ejecutada por el artista John Newton Howitt (1885-1958). 


Horror Stories dejó de publicarse en 1941, debido a la escasez de papel después de que Estados Unidos ingresara a la Segunda Guerra Mundial, suceso que afectó igualmente a otras publicaciones pulps.

Debido a la naturaleza de su contenido y su relativamente corto plazo de 47 ediciones, Horror Stories es ahora uno de los títulos pulps más buscados por los coleccionistas.



Las revistas de este tipo establecieron un punto de referencia en la narración macabra que inspiró a muchos de los cómics de terror de los Estados Unidos que aparecieron a partir de 1947.



lunes, 11 de mayo de 2020

LITERATURA PULP

Dejo este video que encontré en YouTube. Algún día servirá de algo. Que lo disfruten. 

JOHN NEWTON HOWITT


John Newton Howitt nació el 7 de mayo de 1885 en White Plains, Nueva York. Sus padres fueron John y Addie Howitt. A los cuatro años, John Newton Howitt contrajo polio. Durante su convalecencia, su padre lo interesó en el dibujo. Después de su recuperación, usó una abrazadera de metal en la pierna derecha. En 1901 a los dieciséis años se graduó de White Plains High School.


En 1902, Howitt estudió en la ciudad de Nueva York en la Art Students League con George Bridgman y Walter Clark. Howitt fue un devoto pintor paisajista. Fue miembro de toda la vida tanto del Westchester Arts & Crafts Guild como de la Hudson Valley Art Association. Presentó sus obras en las exposiciones que se presentaban cada año  y  ganó varios premios. Los paisajes de Howitt se vendieron en galerías de Nueva York, tales como la Galería Art Center, el City Club de Nueva York y las galerías Ainslie.


En 1905 comenzó a vender ilustraciones independientes para The New York Herald Tribune, This Week, The American Sunday Monthly Magazine, The Hampton Magazine y Broadway Magazine. En 1908 abrió un estudio de arte en la ciudad de Nueva York en 147 West 23rd Street, que continuó alquilando por el resto de su vida. Se unió a la New York City Artists Society y al Salmagundi Club. Howitt luego trabajó para las revistas Red Book, Woman's Home Companion, The Household, Maclean's y Scribner's. También pintó anuncios de Crisco Shortening, Devoe Paints, Jello Foods y Post Bran Flakes.


En 1918, a los treinta y tres años, Howitt se presentó para su registro para participar en la Primera Guerra Mundial y en la oficina de reclutamiento fue descrito como de estatura mediana, constitución delgada, con ojos grises, cabello castaño y "pierna derecha lisiada". En la década posterior a la guerra, Howitt trabajó para Country Gentleman, Farm Life, Liberty y The Saturday Evening Post. Para 1930, el anciano padre de Howitt había muerto. Aunque Howitt tenía cuarenta y cinco años y su hermano Louis, cuarenta, ambos vivían en la casa de su infancia con su madre, que tenía setenta y dos.


Cuando el comercio colapsó durante la Gran Depresión, las revistas de prestigio sufrieron la pérdida de publicidad. Howitt comenzó a trabajar para revistas pulps las cuales se habían vuelto extremadamente rentables a medida que los trabajadores inactivos comenzaron a leer más. Howitt fue un excelente artista de portadas pulp. Firmó sus trabajos con su firma profesional habitual, "JOHN NEWTON HOWITT", pero también pintó muchas portadas macabras e impactantes firmadas con solo su "H" inicial. La mayoría de los ilustradores pulp que querían rechazar sus trabajos en estas revistas dejaban convencionalmente sin firmar y sin acreditar la obra realizada. La "H" de Howitt es solo un engaño modesto, lo que parece implicar un orgullo ambivalente incluso por sus portadas más escandalosas.


Vendió ilustraciones de forma independiente para Adventure, Dime Detective, Dime Mystery, Horror Stories, Love Story, Operator 5, The Spider, Terror Tales, Top-Notch , The Whisperer y Western Story . En 1936, Howitt comenzó una batalla legal contra Street & Smith cuando le cobraron $28.20 de impuesto municipal sobre las ventas por $410 pagados por dieciséis pinturas. El caso terminó involucrando a toda la industria de la ilustración de manera tal que el impuesto finalmente se anuló cuando la Corte Suprema del Estado dictaminó que las editoriales deberían ser gravadas y no los artistas individuales.


Para 1939, la economía se había recuperado hasta el punto de que Howitt recibió una vez más amplias asignaciones de revistas prestigiosas, como Liberty y The Saturday Evening Post , por lo que dejó de trabajar para los pulps. Otro factor para abandonar su trabajo “pulposo” fue su reciente matrimonio con Bertha Howitt, quien desaprobaba esas escandalosas revistas. Howitt finalmente dejó la casa materna y se mudó setenta millas al oeste para vivir cerca de la familia de Bertha en Port Jervis, Nueva York. Los dos tenían más de cincuenta años y no tuvieron hijos.


Durante la Segunda Guerra Mundial, Howitt era demasiado viejo para servir, pero contribuyó con varios carteles de propaganda a favor de la guerra. Después del conflicto bélico continuó trabajando para revistas y anuncios. También continuó pintando paisajes. En la Exposición Anual de 1950 de la Asociación de Arte del Valle de Hudson, su pintura "The Blue Hills" ganó un premio al mejor paisaje. John Newton Howitt murió a los 72 años el 25 de enero de 1958.



jueves, 7 de mayo de 2020

JACK VANCE


Nacido como John Holbrook en San Francisco el 28 de agosto de 1916, creció en el racho de sus abuelos maternos en el norte de California, después de que sus padres se separaran. Siendo adolescente leyó y escribió poesía, y también fue un apasionado de las revistas pulp como Weird Tales y Amazing Stories, y de autores como Edgar Rice Burroughs, Julio Verne, Lord Dunsany y P. G. Wodehouse. Tras acabar la secundaria no se podía permitir el lujo de asistir a la universidad, así que viajó por todo el país haciendo trabajos ocasionales (recoger fruta, operario en una fábrica de herramientas, minero y bracero de pozos petrolíferos). Y aunque consiguió lo suficiente para matricularse en la Universidad de California en Berkeley, primero en física y luego en periodismo, no llegó a completar ninguna de esas carreras. 


Tras pasar por la universidad, trabajó en un astillero naval en Hawai, que abandonó poco antes del ataque japonés a Pearl Harbor. Sirvió en la Marina Mercante de Estados Unidos. Es en este período cuando comenzó a escribir ficción, sobre todo las primeras historias del ciclo de “La tierra moribunda”. La primera historia publicada de Vance fue "The World Thinker" en 1945 para Thrilling Wonder Stories , y su primer libro publicado The Dying Earth , de Hillman Press en 1950. La mayoría de sus relatos fueron publicados bajo el pseudónimo de Jack Vance, aunque también utilizó el de Ellery Queen, Jhon van Sede y Jay Kavanse.


En el periodo comprendido entre los años cincuenta y los setenta trabajó durante un breve periodo de tiempo como guionista para la 20th Century Fox, pero sobre todo viajó mucho, primero por Europa y luego por el resto del mundo, deteniéndose durante unos meses en lugares exóticos donde escribió nuevas historias y novelas. A finales de los años cincuenta, durante un período en el que se encontraba en Nueva York, escribió guiones para la serie de televisión de ciencia-ficción Capitán Video .El escritor ganó el premio Hugo, otorgado a las mejores obras de ciencia ficción y fantasía, por sus libros “Hombres y dragones” y “El último castillo”, en 1963 y 1967, respectivamente.


“Hombres y dragones” presenta un combate de estilo medieval y describe a humanos que luchan contra extraterrestres, aunque confían en algunos de ellos con apariencia de lagarto que tienen prisioneros. “El último castillo” se ambienta en un imaginario planeta Tierra donde los humanos viven como aristócratas en refugios equipados con altas tecnologías y donde los extraterrestres son sus sirvientes hasta que una raza de esos alienígenas desata una violenta revuelta.


Realizó numerosos viajes alrededor del mundo, viviendo en sitios como Tahití o Italia o en una casa-barco en Cachemira. Fue un gran amigo de Frank Herbert y Poul Anderson y los tres compartieron una casa-bote en el delta del río Sacramento. Vance y su familia además de los Herbert vivieron juntos en México una temporada. Trabajó como marino, tasador, ceramista y carpintero antes de poder dedicarse por completo a la escritura en 1970. Era ciego desde la década de los 80, pero continuó escribiendo con la ayuda un programa informático especial. John Holbrook escribió más de 60 libros y varios relatos breves. Hasta su muerte acaecida el 26 de mayo del 2013 a la edad de 96 años, residía con su esposa y un hijo en Oakland, California.


martes, 5 de mayo de 2020

EL QUE CIERRA EL CAMINO


En 1977 el editor de Whispers, Stuart David Schiff, llevó a cabo la publicación de una antología de relatos aparecidos anteriormente en su revista. Sin embargo, le pidió a Robert Bloch un cuento original y éste le entregó El que cierra el camino. 

El que cierra el camino es un relato donde Bloch se presenta a sí mismo encerrado en un asilo mental sin saber las causas. El psiquiatra que lo está atendiendo pretende analizar a Bloch a través de lo que éste ha escrito a lo largo de los años dando a entender que todos sus cuentos de terror no son más que un reflejo de su mente trastornada.


Robert Bloch literalmente se burla de todos aquellos que suponen que un escritor escribe, consciente o inconscientemente, sobre sí mismo y que, por lo tanto, lo leído en las páginas son algún tipo de confesión de las más oscuras fantasías. 

Bloch decide llamar a su relato El que cierra el camino en referencia a uno de sus primeros relatos: El que abre el camino. Como se mencionó anteriormente, cuando Bloch publicó El que abre... tenía 19 años. En el momento en el que publica El que cierra... tiene 60. Muchas cosas ha escrito a lo largo de todo ese tiempo y aprovecha este relato para autorreferenciarse una y otra vez.


Por último, diremos que el libro de Suart David Schiff fue publicado en español bajo el título La casa de Cthulhu por la editorial Martínez Roca en su colección Super Terror (el número 9 para ser exactos) en el año 1984.


El siguiente audio fue tomado del canal de Youtube FRANZ: SOLO POEMAS Y ALGO MÁS (https://www.youtube.com/channel/UCg8pRfpGQHXCGOcc0Mf3MCA)No dejen de visitarlo para escuchar más contenido.