REFLUJO Y NUEVA OLA
Mike Ashley
7. Un soplo de vida
Seis revistas tan sólo sobrevivían aún en la nueva década, aunque entre las seis abarcaban toda la gama de la ciencia ficción. Señalemos como detalle interesante que, en 1960, las revistas tuvieron que anunciar por primera vez su tirada obedeciendo a una ley del Congreso. Dicha tirada estaba ya antes a disposición de quien quisiera saberla (anunciantes, por ejemplo) en la publicación americana Publishers Weekly. Ahora, se revelaba a los lectores en general. Al principio, no todas las revistas cumplieron con la ley, y las cifras de algunas que sí lo hicieron parecieron sospechosas. No obstante, al cabo de un cierto tiempo, pudo calcularse en cierta medida sus tendencias y su autenticidad. Figuraban en cabeza Astoundíng y Galaxy, con una tirada en torno a los ochenta mil ejemplares. A continuación, venían If y F and SF, con un total aproximado de cincuenta y cinco mil. Amazing tiraba cincuenta mil ejemplares, y Fantastic unos cuarenta mil. Las posiciones no se alteraron radicalmente en 1965, aunque sí las cifras. Puesto que la venta mínima para cubrir gastos en la mayoría de los casos giraba alrededor de los veinticinco mil ejemplares, todas se hallaban a salvo, lo que no significaba que pudieran dormirse en los laureles. ¿Sobrevivirían?
La primera en desaparecer fue Astounding… Es decir, no la revista, sino su título. John Campbell llevaba largo tiempo insatisfecho de la impresión beatificante que causaba dicho título, y había realizado varios intentos de hacer casi invisible en la portada la palabra Astounding (asombrosa), recalcando el término Science Fiction. Pero comprendía que esto no engañaba a nadie. El nombre era demasiado evocador de los días de revistas baratas y de maravilla del pasado. Tenía que existir algo más acorde con la era espacial, más análogo al progreso científico…
Un momento… Sí, había encontrado la solución. Ciencia ficción análoga a realidad científica. Así nació Analog. Campbell emprendió la eliminación paulatina del antiguo nombre. A partir del número de febrero de 1960, el título Analog apareció tenuemente bajo el de Astounding. A lo largo de aquel año, se fue definiendo más y más, hasta quedar en solitario en el mes de octubre. Campbell inventó su propio símbolo para representar el término analogía. Y así figuraba en el subtítulo: Science FactScience Fiction. Constituyó el primer esfuerzo de Campbell por convertir a Analog en una revista de ciencia ficción respetable y moderna. El siguiente consistió en liberar la publicación del estigma del formato reducido. El mismo Campbell había encabezado la campaña para que Astounding adoptara en 1943 dicho tamaño, en lugar del normal en las publicaciones baratas (17,8 por 25,4 cm). Era lo obligado en aquella época. Ahora, el formato reducido parecía desfasado, gracias al enorme mercado de las revistas ajenas a la ciencia ficción. Campbell aprovechó un incidente editorial ocurrido en 1961. En ese año, coincidiendo con el número de febrero de Analog, la venerable firma Street and Smith, existente desde 1855, fue absorbida por Condé Nast Publications. Condé Nast aceptó de buena gana el cambio propuesto, y se trazaron planes para convertir Analog en una revista de gran formato y papel de excelente calidad. Campbell sabía perfectamente que SF Plus y Satellite habían fracasado en un empeño semejante, pero las consideró víctimas de las circunstancias. A Analog le iría sin duda mejor.
La transformación tuvo lugar con la edición de marzo de 1963. En realidad, Analog no pasó a ser una revista «normal», al menos no en el sentido de Esquire. ¿Dónde estaban las páginas en papel satinado? Allí, desde luego, pero reservadas a los anuncios y los artículos científicos, puesto que permitían una mejor reproducción de las fotografías. La novelística continuaba en el tradicional papel de calidad inferior. Sin embargo, suponía la oportunidad de presentar brillantes portadas, y John Schoenherr puso en ello su mejor inspiración, en tal medida que en 1965 se le concedió el Hugo al mejor dibujante profesional.
Analog conservó la calidad literaria que se esperaba de ella. Precisamente en la Analog de gran formato se publicaría una de las narraciones más extraordinarias de la década.
Frank Herbert (nacido en 1920) era ya un escritor apreciado, pero, dejando aparte su primera novela, The Dragon in the Sea (El dragón en el mar) (1955), no gozaba de gran reputación. El numero de Analog de diciembre de 1963 incluyó el primer episodio de la última novela de Herbert, Dune World (El mundo de Dune), que suscitó una reacción sorprendente. Los lectores se mostraron más que entusiasmados al verse envueltos en la narración sobre el desértico mundo de Arrakis, sus gusanos de arena y la intriga del joven Paul Atreides, temido por los detentadores del poder como el Muad’dib prometido, el nuevo Mesías.
Dune World fue tan sólo la primera parte de toda una epopeya concebida por Herbert, que aparecería periódicamente en el transcurso de los siguientes doce años. Esta primera parte, combinada con la segunda, The Prophet of Dune (El profeta de Dune), formó la extensa y premiadísima novela Dune.
Sucedió que, con el número de abril de 1965, y mientras se estaba publicado The Prophet of Dune, los lectores se encontraron con que Analog había regresado al formato reducido. ¿A qué se debía esto?
Todo el problema de una revista en gran formato y papel de cierta calidad se reduce a que se apoya desde el punto de vista financiero en sus ingresos por publicidad. Imposible sobrevivir con el dinero de los lectores si desea mantener un precio competitivo. Y los ingresos por publicidad de Analog no iban bien, puesto que las principales empresas no creían que una revista de ciencia ficción contara con lectores adultos capaces de interesarse por sus productos. En consecuencia, Condé Nast aprovechó la primera oportunidad para volver al tamaño reducido antes de que empeorara la situación. Los lectores no pusieron ninguna objeción. Las únicas quejas provinieron de los coleccionistas, para quienes las ediciones en diversos tamaños formaban un desagradable conjunto en su biblioteca.
En las demás revistas de importancia, estaban en vías de realizarse cambios editoriales. La deficiente salud de Horace Gold le impedía continuar dirigiendo Galaxy e If. En 1961, le sustituyó Frederik Pohl, que ya se había hecho cargo de buena parte del trabajo. Pohl tenía por fin la oportunidad de trabajar en una revista, tal como deseaba desde la aparición de la malograda Star SF. Iban a producirse transformaciones milagrosas.
Robert P. Mills abandonó la dirección de F and SF en 1962, en favor de sus intereses como agente literario. Fue sucedido por Avram Davidson, que se encargó de la revista desde México. Davidson, a instancias de la editorial, creó los números especiales dedicados a un solo autor, siendo el primero de ellos Theodore Sturgeon (septiembre de 1962) y el segundo Ray Bradbury (mayo de 1963). Siguieron otros.
Aunque todas estas revistas publicaban obras excelentes, aprovechaban también el trabajo de los escritores noveles, que aprendían su oficio en las páginas de Amazing, Fantastic e If.
Amazing jamás había disfrutado de una política editorial determinada. En Analog, era bien conocido el gusto de Campbell por su ciencia ficción. Pohl hacía especial hincapié en la sátira futurista o la aventura espacial en general. F and SF exigía calidad literaria, y pese a abarcar la esfera de acción más amplia de todas, no se aventuraba más allá de los estilos ensayados y confirmados. Cele Goldsmith, al contrario, porfiaba por hallar algo nuevo. Ya en 1961, Amazing se había convertido en una revista muy atrayente, con una presentación pulida y una portada llamativa, obra por lo general de Alex Schomburg.
Sam Moskowitz ejercía cierta influencia en la revista. Con el número de septiembre de 1960, Amazing inició la publicación regular de sus perfiles de autores de ciencia ficción. Poco después, lanzó una sección de reediciones clásicas, con relatos procedentes de los archivos de Amazing, seleccionados y presentados por Moskowitz. Fantastic contaba con una sección similar, con narraciones elegidas de una fuente más amplia. El número del trigésimoquinto aniversario, correspondiente a abril de 1961, apareció repleto de dichas reimpresiones, aunque con un editorial escrito por Hugo Gernsback y con una original cubierta de Frank R. Paul, su canto del cisne. El decano de los ilustradores de ciencia ficción, cuya obra supo plasmar el mundo dominado por las máquinas concebido por Hugo Gernsback, no proporcionaría más dibujos a las revistas a partir de entonces. Paul falleció el 29 de junio de 1963, a los setenta y nueve años de edad.
Los indicios de la predilección de Amazing por los talentos inéditos se hicieron más que obvios en los primeros años sesenta. Así, David R. Bunch efectuaba apariciones regulares. Su obra no debía nada a ningún otro escritor. Poeta por naturaleza, escribía como un poeta: aturdidoras y exóticas imágenes del mundo, instantáneas incongruentes y sin embargo apasionantes. Su debut en el campo de la ciencia ficción había tenido lugar en If, en 1957, pero la mayoría de las revistas rechazaban sus obras, excepto Amazing y Fantastic. Bunch conquistó la fama mediante sus relatos, extremadamente originales, sobre el mundo Moderan y sus habitantes, seres en parte humanos y en parte metálicos.
Amazing brindó a sus lectores varias narraciones de J. G. Ballard y Brian Aldiss, a partir de enero de 1962. Ambos escritores se hallaban en aquel momento en un estadio de transición, habiendo completado su aprendizaje con todos los honores y empezando a establecer el rumbo de la ciencia ficción. El número de Amazing de marzo de 1962 constituye un ejemplo espectacular, con Tyrant’s Territory (El territorio del tirano), de Aldiss, un relato de la serie PEST; The Thousand Dreams of Stellavísta (Los mil sueños de Stellavista), uno de los relatos de Ballard desarrollados en Vermilion Sands, y otras muchas narraciones, la mayoría bellamente ilustradas por Virgil Finlay.
1962 y 1963 fueron años grandiosos para las dos revistas. Una combinación de talentos nuevos y veteranos se unió para crear un enfoque francamente excitante de los viejos temas de la ciencia ficción. Basta con fijarse en los nombres de los autores noveles cuyas primeras obras fueron publicadas en Amazing o Fantastic: Keith Laumer (abril de 1959), Phyllis Gottlieb (septiembre de 1959), Albert Teichner (enero de 1960), Ben Bova (febrero de 1960), Robert Rohrer (marzo de 1962), Larry Eisenberg y Roger Zelazny (agosto de 1962), Ursula K. LeGuin (septiembre de 1962), Thomas M. Disch (octubre de 1962), Sonya Dorman (enero de 1963) y Piers Anthony (abril de 1963).
En la actualidad, los nombres más famosos de esta relación son los de Roger Zelazny y Ursula LeGuin, aunque en mi opinión se menosprecia enormemente a Piers Anthony. Zelazny causó el impacto más inmediato. Sus primeros relatos se parecían mucho a los de Bunch, instantáneas de apariencia absurda. Pero se desarrollaron con gran rapidez, y Zelazny se mostró tan prolífico que algunos de ellos se publicaron firmados con seudónimo. Eligió a capricho el de Harrison Denmark, con lo cual provocó una enorme confusión, ya que Harry Harrison, que también escribía para las revistas, residía por entonces en Dinamarca (en inglés, Denmark).
Casi todos los autores de talento intervinieron en Amazing y Fantastic durante este período. Philip K. Dick, que casi había abandonado el campo de la revista para pasar al del libro, regresó como colaborador regular, con cuentos como The Days of Perky Pat (Los días de Perky Pat) (Amazing, diciembre de 1963), base de su novela The Three Stigmata of Palmer Eldritch (Los tres estigmas de Palmer Eldritch) (1965). También Robert Silverberg había dejado el género al fracasar sus revistas, para concentrarse en temas ajenos a la novelística y en obras de consulta infantiles, pero empezó a resurgir, ocupándose además de la sección de crítica de libros. Hay que citar igualmente a Frank Herbert, Cordwainer Smith, Fritz Leiber, Philip José Farmer, Raymond F. Jones, James H. Schmitz, Lester del Rey, Daniel F. Galouye, John Jakes, Arthur Porges, Leigh Brackett, Jack Sharkey, Henry Slesar, Harlan Ellison y Edmond Hamilton. Este último hizo una reaparición en las revistas con varias soberbias narraciones, como Sunfire! (Fuego solar) (Amazing, septiembre de 1962), en torno a una vida energética sensible en Mercurio.
Amazing y Fantastic bullían de actividad. Las novedades se sucedían. El lector se sentía fascinado de antemano. Autores veteranos y noveles experimentaban codo a codo nuevos estilos. La revolución empezaba. La ciencia ficción sufría una metamorfosis, renacía. Los números de ambas revistas entre 1962 y 1964 son comparables a los aparecidos durante la edad de oro de Astounding, de 1938 a 1942, época en la que se produjo un brote similar de nuevos talentos. Campbell había proporcionado a la ciencia ficción, aún adolescente, los criterios finales, antes de ponerla en camino hacia la edad adulta. Alcanzó su madurez a finales de los años cuarenta, pero durante la década de 1950 comenzó a envejecer. Y tras pasar una fase de crisálida en los últimos años cincuenta, la mariposa empezaba a emerger.
Fantastic, casi a solas, revivía el género de espadas y brujería. Se trataba de jactanciosas narraciones sobre magos y guerreros, en la vena del Conan de Robert E. Howard. John Jakes contribuía con las aventuras de Brak, una imitación del anterior, en tanto que Fritz Leiber proseguía su epopeya de los inimitables bribones Fafhrd y Grey Mouser. Fantastic adoptaba una política editorial extremadamente abierta, y ofrecía numerosos relatos grotescos y fuera de lo normal, un género exclusivo. No hay que sorprenderse, por tanto, de que reapareciera en ella el Harlan Ellison del nuevo estilo, con sus obras experimentales Paingod (El dios dolor) (junio de 1964) y Brighteyes (Ojos brillantes) (abril de 1965).
También Amazing logró un éxito sensacional al adquirir un relato inédito de Edgar Rice Burroughs, Savage Pellucidar (El salvaje Pellucidar), y ofrecerlo en noviembre de 1963.
¿Qué más podían pedir los lectores?
Así pues, en 1965, se recibió como un gran golpe la noticia de que Ziff-Davis había decidido que las dos revistas no rendían. Después de todo, a los editores les interesaban los beneficios, no las revoluciones en la ciencia ficción. Ni Amazing ni Fantastic resultaban lo bastante provechosas, y por eso fueron vendidas a Sol Cohen. Éste, que había sido durante algún tiempo el editor de Galaxy, había creado su propia editorial, Ultimate Publishing Company, en Flushing, Nueva York. Su única preocupación se centraba en la rentabilidad, y disponía de un arma excelente. Ziff-Davis había adquirido todos los derechos de las narraciones publicadas, y dichos derechos pasaban a Cohen. Lo que significaba, simple y llanamente, el derecho a reeditar las viejas páginas de Amazing y Fantastic Adventures sin pagar un solo centavo a los autores.
Otro golpe adicional fue asestado a las revistas por la retirada de Cele Goldsmith (o Cele Lalli, como se llamaba después de su matrimonio en 1964). Cohen dio instrucciones al director de sus revistas, Joseph Ross, para que se basara casi por entero en reimpresiones y usara parcamente los nuevos manuscritos heredados de Ziff-Davis. Al principio, la cosa no resultó tan terrible. Se guardaban numerosas narraciones de primera clase en los archivos, y éstas, combinadas con excelentes relatos inéditos y una atractiva presentación, hacían a Amazing y Fantastic muy legibles. Pero el proceso se deterioró con rapidez. Sin la menor duda, Amazing había dejado de ser el crisol del que surgía la nueva ciencia ficción.
Frederik Pohl le seguía los pasos muy de cerca a Cele Goldsmith en cuanto a cultivar su equipo de autores noveles y sonsacar material de la vieja guardia. Cuando Amazing y Fantastic perdieron su electrizante encanto, Pohl fue el único en beneficiarse.
Pohl no había efectuado cambios inmediatos al hacerse cargo de la dirección, pero poco después de tomar posesión, la imprenta en que se editaba entonces If estropeó por completo un número de la revista. Pohl recurrió a un nuevo impresor, que dio a Galaxy y a If, aunque a ésta en grado menor, una presentación mucho mejor. Con ello se marcó un nuevo rumbo. Galaxy empezó a perder su aspecto vulgar e insulso, en favor de una presentación más acabada. Las ilustraciones mejoraron de modo espectacular, con nuevos artistas como Gray Morrow y veteranos de confianza como Virgil Finlay. La calidad de If, en cambio, siguió siendo escasa, y ciertos experimentos sobre el color, imprimiendo en azul o rojo algunos encabezamientos y títulos, sólo derivaron hacia un aspecto más juvenil del producto final.
Pohl empezó a presionar al editor, Robert M. Guinn, para que promoviera Galaxy a publicación mensual, pero Guirm se mostraba indeciso. Galaxy daba un beneficio. ¿Para qué arriesgarse? El argumento contrario valía para If, cuyas pérdidas no harían sino agravarse al aumentar su periodicidad. El resultado de esta porfía fue la creación de una nueva revista, Worlds of Tomorrow, la primera desde la breve publicación de Vanguard en 1958.
Worlds of Tomorrow, planeada en principio como mensual, apareció con carácter bimensual a partir del primer número, fechado en abril de 1963, con el mismo diseño en su portada que Galaxy e If, de modo que apenas se distinguían. Pohl pugnó por adquirir la colaboración de diversos escritores de nota para lanzar la revista y se aseguró la última novela de Arthur Clarke, People of the Sea (El pueblo del mar). La obra, escrita para lectores jóvenes, se publicó asimismo en forma de libro bajo el titulo Dolphin Island (La isla de los delfines). Relataba las aventuras de un chico de quince años rescatado por dichos animales. El mismo número incluía también relatos de Keith Laumer, Murray Leinster y Fritz Leiber y señalaba el regreso de Robert Silverberg a la ciencia ficción, con una narración sobre una forma de castigo en el futuro, To See the Invisible Man (Ver al hombre invisible).
Worlds of Tomorrow presentaba, al igual que If, ilustraciones interiores en dos tonos que resultaban desalentadoras. La técnica superior de Virgil Finlay lograba sobrevivir al tratamiento, pero otras ilustraciones, en especial los «rellenos a esquemáticos de Jack Gauglian, resultaban poco más que borrones de tinta. El defecto fue sustancialmente corregido en números subsiguientes. No obstante, el nivel literario continuaba por debajo de la media, y Worlds of Tomorrow recibía más críticas que alabanzas por los relatos que ofrecía. La obra más conocida entre las que publicó es sin duda The Dark Light-Years (Los oscuros años luz), de Brian Aldiss, con su muy original descripción de una raza extraterrestre, avanzada en el terreno científico, pero repulsiva en sus hábitos.
Poco después del lanzamiento de Worlds of Tomorrow, Guinn decidió dar el visto bueno para que If pasara a mensual. El ambiente era obviamente más propicio en aquel momento que unos años antes, debido a una diversidad de causas. El boom del libro de bolsillo, a finales de la década de 1950, y el advenimiento de la era espacial, habían atraído nuevos lectores a la ciencia ficción. Dichos lectores -además de los nuevos reclutas interesados por la carrera espacial- empezaban a expandir sus horizontes desde los libros a las revistas, y aunque éstas se veían reducidas a un papel secundario al lado de aquéllos, el hecho de que existiera sólo un puñado de ellas les valió una mejor acogida.
Así pues, If pasó a mensual a partir de su número de julio de 1964. Frederik Pohl preparaba nuevos detalles para captar a los lectores. Por ejemplo, apenas se veía el nombre de Theodore Sturgeon en una revista de ciencia ficción por aquel entonces. Pohl consiguió que se encargase de la sección principal. Sturgeon colaboraba en todos los números con un artículo breve sobre diversos tópicos, y a veces con un editorial. Las ilustraciones de If mejoraron, y Pohl utilizó al máximo el poder comercial del nombre de Virgil Finlay. El número de marzo de 1963 estaba exclusivamente ilustrado por éste. Asimismo, Pohl inició una sección de «primeras obras», comprometiéndose a que en todos los números de la revista aparecería al menos el primer relato de un autor novel. La serie comenzó en septiembre de 1962, con Once around Arcturus (Una vez, en torno a Arturo), de Joseph Green. Sin embargo, cuando dicho relato se publicó, Green había colocado ya varios otros en New Worlds, pertenecientes a su serie sobre colonizadores planetarios, que más tarde se pondría a la venta con el título The Loafers of Refuge (Los holgazanes del refugio) (1965). A partir de aquel momento, If ofreció siempre una o dos primeras narraciones, lo cual, combinado con los talentos que llenaban Amazing y Fantastic, da una idea del renacimiento que experimentaba la ciencia ficción.
En 1963 tuvo lugar la presentación de Gary Wright (enero), Robert Lory (mayo), Bruce McAllister y Alexei Panshin (julio). El año siguiente nos dio a conocer a Norman Kagan en julio, a Robert E. Margroff en octubre y, sobre todo, a Larry Niven en diciembre. Niven recuerda que su relato, The Coldest Place (El lugar más frío), se quedó anticuado apenas publicado, ya que se supo entonces que Mercurio no siempre ofrecía la misma cara al sol. Entre otras primeras obras, hay que citar la de Larry S. Todd, en junio de 1965, la de Dannie Plachta, en septiembre del mismo año, y la de H. H. Hollis, en marzo de 1966.
Los autores citados no fueron los únicos que hicieron sus primeras armas en las revistas. C.C. MacApp se había presentado en If en mayo de 1960, y se había convertido en un colaborador regular de las tres revistas, a menudo con Gree, su serie sobre tiranos extraterrestres. Fred Saberhagen, que se había dado a conocer en Galaxy, en febrero de 1961, se ganó infinidad de lectores, en este caso con su serie Berserker, sobre las máquinas bélicas.
Además, el hallazgo de Cele Goldsmith -Keith Laumer- proporcionó a If su faceta más ligera, con sus humorísticos relatos de las proezas diplomáticas de Jame Retief. Curiosamente, Retief había comenzado en serio. La primera narración, Diplomat-at-Arms (Diplomático para armamento), apareció en Fantastic en enero de 1960. El personaje revivió en If en septiembre de 1961, con The Frozen Planet (El planeta helado), y la serie se fue haciendo cada vez más extravagante.
Además de asegurarse el futuro mediante la promoción de nuevos escritores, Pohl acaparó buena parte del mejor material escrito por autores famosos, nuevos y veteranos. Gracias a ello, If alcanzó la vanguardia del género, ganando el Hugo en 1966.
En primer lugar, Pohl, como escritor, formó equipo con Jack Williamson para producir dos excelentes novelas de aventuras, The Reefs of Space (Los arrecifes del espacio) (1963) y Starchild (El hijo de las estrellas) (1965). A continuación, If publicó por entregas tres de las novelas de Robert Heinlein: Podkayne of Mars (Hija de Marte), en 1962-1963, Farnham’s Freehold (Los dominios de Farnham), en 1964, y The Moon Is a Harsh Mistress (La luna es una cruel amante), en 1965-1966, esta última ganadora de un Hugo.
Uno de los mayores alardes de If consistió en adquirir por adelantado todas las nuevas obras de A. E. van Vogt. El número de septiembre de 1963 ofreció The Expendables, incluida en este libro. Luego siguieron The Silkie (El sedoso) en 1964 y The Replicators (Los duplicadores) en 1965, todo un preludio del renacimiento de Van Vogt que iba a tener lugar.
El 11 de mayo de 1964 fue un número especial dedicado a los Smith. Figuraron en él: Jack Smith, el constante y veterano George O. Smith, el siempre original Cordwainer Smith, con un relato de su serie Underpeople, The Store of Heart’s Desires (El almacén de deseos del corazón), y el avezado E. E. Smith, con The Imperial Stars (Las estrellas imperiales), la novela corta que dio origen a la serie de La familia d’Alembert. Con anterioridad, If había ofrecido por episodios Masters of Space (Maestros del espacio), la novela que E. E. Smith terminó a partir de un manuscrito que dejó inacabado el aficionado y escritor E. Everett Evans (1893-1958). Pero la auténtica «bomba» llegó con el anuncio de que If iba a publicar por entregas la más reciente novela de «Doc» Smith, Skylark DuQuesne. Al cabo de medio siglo, Smith volvía al punto de partida, haciendo revivir al malvado maestro de villanos Blackie DuQuesne para que batallase una vez más contra Richard Seaton.
El folletín se inició en junio de 1965. Poco después, fallecía Doc Smith, quizá mientras retocaba aún su novela conforme se iba publicando y cuando su nombre volvía a estar en labios de todos los aficionados. Había muerto el inventor de la superciencia ficción, el hombre que más había hecho por empujar al género fuera del sistema solar. Pero había vivido lo suficiente para contemplar el renacimiento de la ciencia ficción, y sobre todo para ser testigo del lanzamiento del hombre al espacio. E. E. Smith murió en septiembre de 1965, cuando contaba setenta y cinco años de edad. Como si el destino decidiera intervenir, el mismo número de If en que se publicaba la esquela de defunción de Smith, el de diciembre de 1965, presentaba el primer relato de Stephen Goldin, el hombre que una década más tarde asumiría la personalidad del fallecido para proseguir la serie de La familia d’Alembert.
A finales de 1965, If era sin duda alguna la revista más apasionante del género. El número de sus páginas había aumentado en septiembre de dicho año, y todo estaba dispuesto para que su preponderancia se incrementase sin interrupción.
Pohl no había descuidado Galaxy ni Worlds of Tomorrow durante la época en que se dedicó a revitalizar If. Cuando Ziff-Davis vendió Amazing, la segunda de estas revistas heredó la sección que trazaba los perfiles de las personalidades de la ciencia ficción, sección creada por Sam Moskowitz. Por su parte, Galaxy aprovechaba su número extra de páginas para sus vigorosas novelas cortas y sus grandes folletines. En junio de 1963, había publicado la primera parte de Here Gather the Stars (Aquí se concentran las estrellas), de Clifford Simak, que después obtendría el Premio Hugo, aunque se la conoce mejor con el título de su publicación como libro, Way Station (Estación de tránsito). Cordwainer Smith aparecía con regularidad, y hacia 1965 se había convertido en uno de los autores de ciencia ficción de los que más se hablaba. Pohl escribió así de él:
«De entre todos los autores de ciencia ficción, aquel cuya visión abarca más lejos en la totalidad de la vida futura es uno de mis colegas, Cordwainer Smith. Smith no escribe historias sobre los viajes interestelares, la longevidad o la relación entre los hombres del futuro y sus creaciones, ya sean robots o animales sometidos a mutaciones. Él escribe sobre personas que viven en una civilización donde todas esas cosas, y muchas más, constituyen elementos de sus vidas cotidianas».
Pero el destino se mostró cruel con Smith. Perfectamente situado para convertirse en un escritor permanente de ciencia ficción, falleció en agosto de 1966, cuando sólo contaba cincuenta y tres años. Su temprana muerte le hizo entrar en la leyenda, pero privó a la ciencia ficción de un talento sin par; y al mundo, de un genio político y lingüístico.
Un indicio de que el bienestar había vuelto al campo de la revista lo proporcionaba el nacimiento de nuevas publicaciones. Sin embargo, no hubo un verdadero boom, no se produjo una inundación de la noche a la mañana. Aparte de Worlds of Tomorrow, sólo aparecieron tres revistas, y ni una sola se dedicó al nuevo estilo.
Gamma no difería gran cosa de F and SF; diseño similar, formato y política editorial idénticas, una mezcla de todos los tipos de literatura fantástica. El primer número salió en la primavera de 1963, en tamaño reducido y con una portada atrayente, aunque poco imaginativa, obra de Morris Scott Dollens, ostentando los nombres de Tennessee Williams, Ray Bradbury y Rod Sterling. Y como subtítulo, no «Ciencia Ficción», sino «Nuevas Fronteras de la Ficción».
Gamma procedía de Hollywood, y la publicaba y dirigía un trío de celebridades, Charles E. Fritch, Jack Matcha y William F. Nolan. Fritch había contribuido de modo regular al género, y se le conocía sobre todo por su minuciosa descripción de una sociedad futura tan drogada como para desconocer la realidad, Big, Wide, Wonderful World (Gran, extenso, maravilloso mundo) (F and SF, marzo de 1958). Nolan era el coautor de Logan’s Run (La carrera de Logan), y famoso también como antologista, biógrafo y bibliógrafo de Ray Bradbury.
Viniendo de Hollywood, no sorprendió que en Gamma escribieran autores de ciencia ficción cuyos mayores ingresos procedían de los estudios de cine y de televisión: Charles Beaumont, Ray Bradbury, Ray Russell, Robert Bloch, George Clayton Johnson y Richard Matheson. Los relatos transparentaban este tipo de literatura refinada propia del estilo «cinematográfico», y los mejores no pertenecían a la ciencia ficción, sino al puro horror, como The Snail Watcher (El observador de caracoles), de Patricia Highsmith, o la reimpresión de The Vengeance of Nitocris (La venganza de Nitocris), de Tennessee Williams, tomada del Weird Tales de agosto de 1928. Incluso las narraciones de ciencia ficción estricta sacaban provecho del tratamiento terrorífico, como la extraordinaria Food (Comida), de Ray Nelson, en torno a la creciente locura de un náufrago del espacio.
Gamma no dejó nunca de ser experimental, y al parecer hubiera obtenido más beneficio de adoptar la elegante presentación de una revista normal, ajena a la ciencia ficción. Todos los números ofrecían una interesante entrevista con personas como Rod Serling, Forrest Ackerman o Robert Sheckley. La segunda edición incluyó una inteligente y artificiosa poesía de Ib Melchior, que tomó varios versos de William Shakespeare y los dispuso para dar una exacta descripción del sistema solar.
Obviamente, Gamma sólo significaba para sus editores un negocio adicional y no demasiado provechoso. Sus apariciones eran muy erráticas: el número dos salió en otoño de 1963; el tres, en el verano de 1964; el cuatro, dedicado al espacio exterior y con una portada de gran atractivo, en febrero de 1965; el cinco, en septiembre de 1965… Y ahí acabó todo, aunque se anunció la publicación de otro número al cabo de varios meses. Gamma nunca comprendió sus posibilidades. Aquejada de problemas de distribución, no podía asegurarse un público lo bastante conocedor. Así, los lectores perdieron una de las mejores revistas de ciencia ficción de todas las épocas, pese a su excesivo hincapié en el horror.
A propósito de éste, en agosto de 1963 fue presentada Magazine of Horror. La dirigía Robert Lowndes, que, tras abandonar los Columbia Magazines en 1960, había entrado en la Health Knowledge Inc. como director de la revista de información sexual Real Life Guide y de la publicación Exploring the Unknown, dedicada a ensayos y artículos sobre ocultismo. En 1963, convenció a sus superiores de que una revista con relatos de terror sería la compañera ideal de esta última, y así nació Magazine of Horror. Una distribución deplorable perjudicó a la revista durante toda su existencia, pero Lowndes redujo los costos al mínimo, ateniéndose sobre todo a reimpresiones, que desenterró con admirable gusto, en especial de viejos números de Weird Tales y Strange Tales. Magazine of Horror se interesó a menudo por la ciencia ficción. Su primer número, por ejemplo, presentó The Last Dawn (El último amanecer) (1907), un excelente relato catastrófico de Frank Lillie Pollock. En números posteriores se reeditaron algunas narraciones de la serie Stranger Club, de Laurence Manning, publicadas por primera vez en Wonder Stories. Lowndes se apuntó también un buen tanto al adquirir varios relatos inéditos de Roger Zelazny, entre ellos Comes Now the Power (El poder llega ahora) (verano de 1966), uno de los mejores ejemplos de una vida a la inversa.
La tercera de las nuevas revistas constaba exclusivamente de reimpresiones. En 1957, Ned Pines, editor de las antiguas revistas baratas «Thrilling», había publicado una antología en formato reducido, compuesta de relatos procedentes de Thrilling Wonder. Titulada Wonder Stories, continuaba la numeración de aquélla, ya que Pines había tomado la decisión de vertirla en reedición anual, en caso de una venta satisfactoria. Los relatos, seleccionados por Jim Hendryx hijo, formaban una excelente muestra representativa, en la que destacaban Shadow on the Sand (Sombra en la arena), de John D. MacDonald, una novela corta sobre humanoides, y algunos cuentos de Ray Bradbury, Arthur Clarke y Anthony Boucher. Su peor detalle consistió en una cubierta francamente mala de William Powers, cuya obra jamás se acomodó a la ciencia ficción.
Ned Pines dudó mucho sobre la conveniencia de publicar otros números cuando la depresión afectó al campo de la ciencia ficción. En 1963 realizó un segundo intento y reeditó el mismo número, con mínimos cambios en los relatos, pero en esta ocasión con el formato de las antiguas revistas baratas. Las ventas fueron buenas, y así, en 1964, surgió el primer ejemplar de Treasury of Great Science Fiction Stories, con el mismo formato y una nueva selección de Jim Hendryx. Como antología en tamaño de revista, obtuvo buenos resultados. Y la idea fue imitada por Frederick Pohl, quien en 1964 compiló dos Best Science Fiction, con relatos extraídos de If y de Worlds of Tomorrow.
En 1966, Treasury acortó su título, pasando a llamarse Great Science Fiction Stories. Pronto surgió la confusión, puesto que Sol Cohen acababa de crear una revista de reimpresiones llamadas Great Science Fiction, a fin de aprovechar los archivos de Ziff-Davis. Cohen mantuvo el título, ya que su revista había aparecido unos meses antes, y Treasury cambió de nuevo el suyo por Science Fiction Yearbook.
Bizarre Mystery Magazine, una combinación de ciencia ficción con obras policíacas y de horror, incluyendo una versión condensada de Planet of the Apes (El planeta de los simios), de Pierre Boulle, sacó a la venta tres números en el invierno de 1965.
F and SF merece ciertos elogios por su calidad uniforme. Rara vez decepcionó a lo largo de toda la década, y en general fue excelente. En 1961, publicó la magnífica serie de Brian Aldiss Hothouse (Invernadero), desarrollada en una agonizante Tierra de clima tropical. Roger Zelazny recurrió asimismo a F and SF para sus obras más logradas, una vez que decayó el mercado de Amazing. En número de noviembre de 1963, se incluía su punzante combinación de religión y vida en Marte A Rose for Ecclesiastes (Una rosa para el Eclesiastés), seguida, en marzo de 1965, por The Doors of His Face, the Lamps of His Mouth (Las puertas de su cara, las lámparas de su boca), una de las últimas narraciones en el marco de un Venus acuoso, antes de conocerse la realidad de su corteza seca, turbulenta y tropical. En el breve espacio de tres años, Zelazny se abrió paso entre los famosos. Su novela And Call Me Conrad (Y llámame Conrad), publicada por entregas en F and SF en 1965, obtuvo el Premio Hugo junto con Dune.
El predominio de F and SF se demuestra con sólo enumerar las nominaciones y premios Hugo conseguidos en el período que va de 1961 a 1965 (premios de 1962 a 1966). Otorgando un punto a cada nominación y dos a cada premio en las categorías de revista y obras cortas, el resultado es el siguiente: F and SF, dieciocho puntos; Analog, doce; Galary, once; Amazing, Fantastic y Science Fantasy, cuatro; If y Worlds of Tomorrow, dos.
Al finalizar la cuarta década en la historia de las revistas de ciencia ficción, el cargo de director de F and SF volvió a cambiar de manos. Avram Davidson dimitió para continuar escribiendo. Joseph Ferman (1906-1974), titular de la editorial, le reemplazó durante un año, hasta el número de enero de 1966, pasando luego la dirección a su hijo Edward L. Ferman, de veintiocho años. Ferman hijo llevaría F and SF a cimas todavía más elevadas, en el curso de los diez años siguientes.
Mediada la década de 1960, se produjo una revolución en la ciencia ficción americana. Roger Zelazny combinaba osadamente ciencia, religión y mito en una fusión pirotécnica. Robert Silverberg resurgió de su época de escritor mercenario como el ave fénix de sus propias cenizas, llegando a un enfoque nuevo por completo de la ciencia ficción, que empezó a tomar forma en las páginas de Galaxy. Pero el auténtico símbolo de lo que se avecinaba fue «Repent Harlequin!», Said the Ticktockman («¡Arrepiéntete, arlequín!», dijo el hombre Tictac), de Harlan Ellison, publicado en Galaxy en diciembre de 1965. Ellison había vuelto del revés la historia convencional del rebelde que no se adaptaría a una sociedad futura, dándole un tratamiento original. Ellison, Zelazny, Silverberg y muchos otros encabezaron la revolución americana de los años sesenta. Sin embargo, la batalla principal no se libraría en Estados Unidos, sino en Gran Bretaña.
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