lunes, 5 de abril de 2021

WEIRD TALES: THE UNIQUE MAGAZINE


Entre los meses de febrero y marzo del año 2001 se publicó el número 8 de la revista Solaris, de la editorial española La Factoría de Ideas. En ese ejemplar, Francisco G. Rubio presentó un artículo muy completo sobre el mítico pulp Weird Tales. Transcribo para ustedes el texto. Que lo disfruten.

WEIRD TALES: “THE UNIQUE MAGAZINE”

Francisco G. Rubio

Weird Tales fue la primera publicación periódica publicada en los Estados Unidos de América (y en el mundo entero), estrictamente consagrada a dar a conocer material relacionado con lo terrorífico y lo fantástico. Fue también la más duradera de estas publicaciones (279 números distribuidos a lo largo de más de 30 años), y la más venerada por los lectores. Tras su desaparición en 1954 se produjeron varios intentos infructuosos de resucitar The Unique Magazine, como fue subtitulada durante bastante tiempo.

Por sus páginas pasaron la mayor parte de los autores norteamericanos que durante el siglo XX han configurado el campo de la ficción fantástica en todas sus vertientes: terror, fanasía, ciencia ficción. Nombres como: H. P. Lovecraft, Clark Ashton Smith, August Derleth, Seabury Quinn, Edmond Hamilton, Richard Matheson, Fritz Leiber, C. L. Moore, Robert E. Howard, Theodore Sturgeon, Ray Bradbury, inclusive el mismísimo Isaac Asimov, jalonan, con muchos otros, sus páginas. Ejemplos significativos de la capacidad que tuvo esta revista, para gestar un espacio que hiciera posible un nuevo desarrollo en el tratamiento artístico de los materiales más oscuros y bizarros de la experiencia literaria.

Weird Tales se inserta en el horizonte editorial de lo que hoy conocemos como “la Era del Pulp”. Papel basto y precios populares designan, con simplicidad, el aspecto visible de una multitud de publicaciones que comenzaron a emerger en la década de los años 20 en USA. La idea original la tuvo un editor: Frank A. Munsey, que observó que era posible hacer llegar a un vasto público todo tipo de material narrativo por un precio mínimo, sin excluir en modo alguno la calidad. El panorama literario de la época oscilaba entre las “tree decker novels” (noveluchas baratas), variante norteamericana de las victorianas “penny dreadful” (seriales semanales editados en papel  de escasa calidad con contenidos folletinescos), y las revistas literarias, elitistas y bastante costosas (“slicks”). No fue sólo, no obstente, una cuestión económica la que inspiró la innovación de Munsey, sino también una concepción ideológica: “the story is more important tan the paper it is printed on”, que traducido al castellano viene a decir, sencillamente, que la historia es más importante que el soporte material en que se imprime. Se trataba de entregar a un público numeroso, un material accesible económicamente y de calidad.

Qué lejos nos parecen ahora estos objetivos, en una época donde la TV y la radio embrutecen a la población de modo sistemático y donde los más mediocres personajes hacen acceder sus ensayos y ficciones a precios de oro a un público embotado por la más profunda emasculación intelectual y un conformismo más digno de las termitas que del “homo sapiens”.

Munsey inició una industria que hizo las delicias de millones de norteamericanos hasta que comenzó la Segunda Guerra Mundial (tras la que el “Pulp” se colapsó ante nuevas formas de entretenimiento), llegando a editarse más de 300 publicaciones diferentes sobre las más diversas temáticas. Argosy y All-Sotry son ejemplo de los más exitosos.

Aunque cuentos de terror y de misterio se publicaban, con frecuencia diversa, en alguna de estas publicaciones, no existía una consagrada de modo exhaustivo a la temática. Entonces de la oscuridad, ese mundo donde se elaboran las pasiones, las invenciones y los sueños, surgió Weird Tales.

Ésta es su historia.

Primer ejemplar, marzo de 1923

El tiempo del sueño

Fue en marzo de 1923 en pleno inicio de la Primavera, cuando se publicó el primer número de Weird Tales. Treinta y un años después, en septiembre de 1954 saldría a la luz el último. Todas las criaturas conocen el otoño y Weird Tales, a la que algunos lectores y escritores consideraban dotada de “alma”, no podía ser una excepción a la regla. Durante su dilatada vida, no la calificaré de “primera etapa” (sus reencarnaciones, aunque muy desiguales, jamás, incluso las más acertadas, llegaron a acercarse ni lejanamente al proyecto originario), se publicaron 279 números. En la actualidad, hay pocos objetos más apreciados por los coleccionistas que una colección íntegra de Weird Tales; en el mercado del libro antiguo alcanzan cotizaciones astronómicas. El tiempo que todo lo devora ha sido inclemente, el papel barato se corroe con el paso de las décadas y las manifestaciones originarias del viejo sueño se desintegran bajo la mirada atónita de sus propietarios, a pesar del uso de las técnicas de conservación más avanzadas. Parábola terrible de la condición humana, de la fuerza implacable del olvido y de la desintegración de las vivencias más significativas.

Todo comenzó en la Ciudad de los Vientos (Chicago). Corrían, como hemos señalado, los años 20. Años de agitación, de alegría, de “prosperidad” (Lovecraft, un “sensitivo”, no pensaba igual: los horrores de la masificación y el prebeyismo rampante, manifestados en el titanismo de las grandes ciudades norteamericanas y en el anonimato y brutalidad de las masas, cada vez más numerosas y ajenas, inspiraron a este aristócrata del intelecto una obra que hoy más que nunca resulta de radical actualidad); la Gran Guerra había finalizado y América se retraía en la esperanza fútil de olvidar los horrores a los que sus gobernantes y hombres de negocios habían contribuido decisivamente. La “guerra para acabar con todas las guerras”, como la calificó Woodrow Wilson (un presidente que acabó desnudo en un parque y que acertadamente fue calificado por Freud como mediocre) había alumbrado un mundo en el que los nubarrones, salvo para los imbéciles, de una futura tormenta que sumiría al planeta en circunstancias aún peores, ya eran atisbados por los espíritus más sutiles. No obstante, la población americana se aturdió con una oleada de optimismo compulsivo, mientras que alrededor de ella los grandes consorcios y los burócratas tejían una red de la cual la Gran Depresión y la participación de los USA en la Segunda Gran Carnicería del siglo XX serían los eslabones más visibles.

Jacob Clark Henneberger

En 1922 dos empresarios del ramo de la edición: Jacob Clark Henneberger y J. M. Lassinger fundaron Rural Publications Inc,., que publicaría Weird Tales hasta 1938 (fecha en la que sería vendida a la empresa neoyorquina Short Stories Inc., propiedad de William Delaney, con el traslado consiguiente a Nueva York de la publicación).

Henneberger es uno de esos personajes, nada comunes en el mundo de la empresa editorial, que actuaba con un “leit motiv” no exclusivamente pecuniario; admirador de Poe, leyó en 1922 un relato de un escritor desconocido: H. P. Lovecraft. Se trataba de The Lurking Fear, el relato le fascinó y germinó en su mente la idea de sacar a la luz una publicación periódica consagrada a lo macabro, lo terrorífico y lo misterioso. Propuso al Soñador de Providence la Dirección de la aún no nacida publicación, pero este, enredado en su reciente matrimonio con Sonya Green (catastrófico por lo demás), denegó amablemente el ofrecimiento. Sam Moskowitz tiene mucha razón en señalar que si Lovecraft hubiera aceptado, la historia de la literatura terrorífica, incluso la historia del propio Howard Philips habría sido absolutamente distinta.

En este número Lovecraft entró a la planta de escritores regulares

Henneberger había obtenido gran éxito en el mundo naciente de los “pulps” por varias publicaciones; citaremos dos de ellas: College Humor y Detective Tales (esta última sufragaría durante muchos años las pérdidas de Weird Tales).

El primer director de la publicación (en USA el “editor”) fue Edward Baird. El primer número costó 25 centavos y tenía 192 páginas. Casi desde el primer momento la revista pasó apuros financieros, viéndose obligada a reducir su tamaño (128 páginas). Con Baird se publicaron 13 números y luego se retiró cediendo el puesto a quien permanecería más de 14 años al mando de la publicación, el que le imprimiría un sello indeleble: Farnsworth Wright.

Autores como Lovecraft, Seabury Quinn (sin lugar a dudas el más popular entre sus lectores y el más publicado a lo largo de toda la historia de la revista) o Clark Ashton Smith, ya estaban presentes en esta primera etapa.

Farnsworth Wright

Madurez y decadencia

La dificultad generada por las escasas ventas obligó a sustituir a Baird y su lugar lo ocupó Farnsworth Wright, una figura que se convertiría en leyenda en el mundo del “Pulp”, como lo serían John W. Cambell (Astouding) o Hugo Gernsback (Amazing Stories) en el futuro. Wright gobernaría la revista con energía y determinación (tenía una capacidad de trabajo inagotable) desde noviembre d 1924 hasta 1940, cuando problemas de salud relacionados con el Mal de Parkinson le obligaron a dimitir. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos.

La entrada de Farnsworth Wright vino precedida por un escándalo editorial que se produjo a raíz de la publicación de un relato de C. M. Eddy (revisado y posiblemente coescrito por Lovecraft) titulado The Loved Dead, que por su temática necrófila ofendió la sensibilidad de algunos lectores. Hubo incluso intentos de conseguir que el “Magazine of the Bizarre and the Unusual” (otro de los subtítulos que utilizó a lo largo de su existencia) fuera apartado de la circulación. El efecto de este acontecimiento fue justo lo contrario de lo que buscaban los denunciantes; se produjo un crecimiento en el interés por la publicación. Farnsworth se había apuntado el primer tanto antes de comenzar su tarea.

El Horror, la “Espada y Brujería” (“Sword and Sorcery”), lo Oculto, el Humor Negro, lo Bizarro y la Science-Fiction (Ciencia Ficción) junto con una creciente afición por los thrillers criminales (la popular revista Black Mask desarrollaría en el futuro esta temática con un éxito sin precedentes), constituyeron la materia temática sobre la que trabajaron un puñado de escritores y escritoras. La poesía, el relato corto e hipercorto, la novela, la novelette e incluso la novela larga por entregas, fueron las más comunes de las formas con que se expresaron estos contenidos.

Pero en Weird Tales hay que señalar que el público cumplía una función destacada, al contrario que en otras muchas publicaciones. “This is your magazine and you are it’s real editors”. “Esta es vuestra revista y vosotros sois sus verdaderos editores”. Lectores y escritores, en el marco de una exquisita educación y un respeto aboluto, discutían y criticaban los más diversos temas relacionados con el producto. La entrañable sección donde esto ocurría, The Eyrie, alcanzó una alta popularidad y un nivel muy elevado de participación.

Un rasgo destacado y característico del “Pulp” (de hecho su seña más visible de identidad) eran las portadas exóticas y multicolores, extrañamente atractivas en el caso de Weird Tales era frecuente encontrar en ellas mujeres bellas, aterrorizadas y escasas de ropa, amenazadas por seres repulsivos y monstruosos. En Australia estas portadas fueron prohibidas y en Canadá pudorosamente “sellados” los pezones de las ficticias heroínas. Paradójicamente para el lector actual, expuesto al sistemático bombardeo de sectarismo feminista, la artífice de muchas de estas portadas (y de las primeras) fue una mujer: Margaret Brundage.

Margaret Brundage of course

La capacidad de Farnsworth Wright era inversamente proporcional a su creatividad y eficacia en el mundo de los negocios, donde tuvo varios fiascos. El más destacado fue el fracaso en la publicación de una nueva revista, también consagrada a lo insólito y lo fantástico de la que sólo salieron trece números: Oriental Stories.

Tenía Wrigth un profundo conocimiento de los procesos creativos involucrados en la escritura. Esto influyó en su descubrimiento de nuevos valores para la cantera. La más destacada de estas aportaciones fue la de Tennesse Williams, al que publicó su primer relato, cuando sólo tenía éste dieciséis años de edad: The Vengeance of Nitocris.

Aquí apareció el relato de Tennesse Williams

A pesar de la fidelidad de los lectores y de la calidad de muchos de sus contenidos, la publicación no se vendía bien y las dificultades económicas crecientes obligaron a Henneberger a traspasársela a una empresa editorial de Nueva York: Short Stories Inc., que poseía una revista con este mismo nombre. Esto ocurrió en 1938 y Farnsworth se trasladó a la ciudad atlántica para proseguir su tarea. Comenzaba una etapa de restricciones, la competencia creciente (habían aparecido numerosas publicaciones periódicas consagradas a la Ciencia-Ficción y al Terror, sin desdeñar numerosos productos, por lo demás llenos de encanto, dedicados al sadismo y al sexo mezclados con el horror y lo fantástico), junto con el fallecimiento de luminarias como Robert E. Howard (suicidado en 1936) o H. P. Lovecraft, muerto en 1937, crfearon un fondo de crisis (no podemos olvidar que la Segunda Guerra Mundial estaba la vista) que obligó a vender la publicación a los neoyorquinos.

Farnsworth Wrigth dimitió en 1940 y falleció pocos meses después. Seabury Quinn escribió un entrañable obituario como homenaje a uno de los hombres, sin cuyo esfuerzo y sacrificio, no sólo Weird Tales sino los demás “pulps”, quizá no hubieran encontrado el eco y la continuidad entre el público norteamericano.

Dorothy McIlwraith

La tarea de dirigir la publicación fue encargada a Dorothy McIlwraith, poco familiarizada con el género pero  periodista experimentada, que sacó a flote la publicación y la mantuvo durante cerca de catorce años (los años 40 fueron los mejores de Weird Tales en el plano de las ventas; se llegó a alcanzar la cifra de 50,000 ejemplares). Por motivos económicos la revista pasó a ser bimestral y se introdujeron algunas reformas. Dorothy favoreció la entrada de material escrito por féminas: Margaret St. Clair, Mary Elizabeth Counselman (por citar algunas de las más destacas), restringió la presencia de poesía en la revista y suprimió la sección de cartas de los lectores, aunque pronto la hizo retornar creando un espacio para un Club de Fans de Weird Tales.

Entre sus aportaciones más destacadas en el campo de la selección temática y de autores señalaremos la introducción de algunos nombres brillantes tan significativos como Algernon Blackwood o Eric Frank Russell. Con ella iniciaron su caminar en el género y en Weird Tales figuras tan significativas como Ray Bradbury, Thedore Sturgeon, Fritz Leiber o Richard Matheson.

Los problemas económicos continuaron, y ya en el umbral de 1954 la publicación fue reducida a tamaño “digest”, con la finalidad de ahorrar costes, pero no pudo evitarse el fallecimiento que ocurrió en septiembre del mismo año.

Último número, septiembre de 1954

Había transcurrido y terminado una era en el desarrollo de la Ficción fantástica. Comenzaba la hora de la nostalgia: donde se forjan las leyendas.

No pueden ser obviados los ilustradores en un trabajo, por imperfecto que sea, sobre Weird Tales. Figuras como Hannes Bok, el favorito de Ray Bradbury, el inefable y enigmático Virgil Finlay (al que Peter Haining considera, con justicia, uno de los más consistentes artistas de los años 30 y 40) o John Giunta, entre muchos otros, son de obligada referencia.

Podemos, resumiendo, señalar que las principales aportaciones de Weird Tales fueron tres:

En primer lugar, servir como locomotora en la configuración de la literatura de género (a la que el “Pulp” dio un empujón decisivo). Tras su aparición se multiplicaron las publicaciones dedicadas al misterio, la ciencia-ficción, el horror, etc.

En segundo, haber posibilitado la presencia de una pléyade (llamarlo escuela sería equivocado y restrictivo) de escritores y enfoques, sobre el lado oscuro, en la línea del Romanticismo Negro y más allá de lo Gótico asimilando todo tipo de nuevas influencias tanto estilísticas como de contenido (“horror cósmico”, ciencia ficción).

Y por último, en unión con el cine y el cómic, haber permitido la evocación y manifestación de una serie de arquetipos nocturnos (el Lado Oscuro de la Fuerza) que habían permanecido en gran medida aletargados en la psique colectiva o que eran articulados en espacios literarios muy limitados en su difusión, con dimensiones pragmático ideológicas fuertemente hostilizadas por el judeocristianismo.

Anton LaVey

Anton LaVey en los años 60 (recordemos que August Derleth formó parte del Círculo Mágico, embrión que posibilitaría la aparición de la Iglesia de Satán de San Francisco) en el marco del psicodrama, la Magia Ceremonial y el asociacionismo, elaboró un odo de exteriorización similar, aunque a otro nivel).

El Papa Negro fue siempre, además de un hombre del Carnaval, un aficionado fiel a la lectura de Weird Tales y de otros “horror magazines”. Cosa que demuestra en sus Rituales Satánicos y en sus cariñosas dedicatorias consagradas a numerosos autores del género.

Volverán a la vida

Como en la película Despertares, los diversos intentos por traer a la vida de nuevo el sueño de Weird Tales, fueron continuados fracasos. Aquellos que había sobrevivido a la Gran Depresión, que había evolucionado junto con el Cine Fantástico (Whale, Browning, Ulmer, Lugosi, Karloff, Lon Chaney, y tantos otros), y había superado la Segunda Guerra Mundial y la dolorosa postguerra (no sólo ha habido postguerra gris en la España de los cuarenta, “las postguerras”: americana, alemana, rusa japonesa fueron “apoteósicas”, en el peor sentido de la palabra), no pudo sobrevivir al horizonte de manipulación y de mentira que se inició en los USA. La TV y la disciplina brutal de los años 50 y 60 alienaron definitivamente al público americano de cualquier posibilidad intelectual en el marco de la cultura popular y lo entregaron atado de pies y manos al horizonte de miseria, barbarie y unidimensionalidad que personajes nefastos como Umberto Eco y Marshal MacLuhan consideran quiliásticos.

La resurrección de 1981

Los diversos esfuerzos, seis en total, fueron:

1973 Sam Moskowitz, una de las personas que más ha hecho por el género, trató de reeditarla. Consiguió sacar cuatro números en tamaño “Pulp”.

1981 Lin Carter (uno de los representantes más destacados de la “Sword and Sorcery”) consiguió hacer emerger en forma de “paperback” otros cuatro números.

1984/85 El imperio editorial de Brian Forbes, a través de la compañía Bellerophon Network, no pudo sacar al mercado más de dos números.

Todo parecía ya consumado, cuando Darrell Schweitzer (un aficionado tenaz como pocos) junto con John Gregory Bethancourt, consiguió, durante seis años, que el viejo sueño ya muy deteriorado, más que nada por la mediocridad de las aportaciones (el género terrorífico en los USA salvo muy contadas excepciones ha sido absolutamente desvirtuado por la formación en talleres literarios de los autores, la falta de cultura y criterio de los lectores y la presencia policial del “politically correct”), volviera a encarnar en una secuencia superior a trece números.

En 1995 DNA Publications saca un número para celebrar el 75 aniversario.

Finalmente, está en proyecto por parte del infatigable Bethancourt, la creación de la Weird Tales Library. Es decir reeditar a secar los materiales y dejarse de componendas con los muy mediocres representantes actuales del género (repito, con las excepciones, que las hay y que todos conocemos).

Bien podemos concluir citando a Lovecraft:

“No está muerto lo que yace eternamente, y con el trascurso de los evos, hasta la muerte puede morir.”

Todo lo contrario del “descanse en paz” del judeocristianismo o del ¡a rey nuevo, rey puesto” tan frecuente en el pensamiento “postmoderno”.

Rubio, Francisco G. “Weird Tales: The Unique Magazine”, en Solaris. Guía bimestral de literatura fantástica. No. 8. La Factoría de Ideas, España. Febrero-Marzo de 2001. pp. 36-39. 

Portada de la revista donde apareció por primera vez este artículo.

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