Continuamos con el tercer apartado de "Reflujo y nueva ola", texto escrito por Mike Ashley para el libro libro Los mejores relatos de ciencia ficción. La era del cambio 1956-1965, Martínez Roca, colección Super-Ficción (primera época) 1981.
REFLUJO Y NUEVA OLA
Mike Ashley
3. El éxodo de la ciencia ficción
No causa sorpresa alguna que la primerísima víctima de la desgracia fuera la única revista sobreviviente de formato normal; Science Fiction Quarterly, que apareció por última vez en febrero de 1958. Si bien su literatura se mantuvo siempre a un nivel de amenidad, en los últimos tiempos su calidad había mermado. Pero, más que a eso, su caída se debió a que ese tipo de revistas se había convertido en un completo anacronismo. No tenían cabida en la era espacial. No obstante, lo que al principio pareció una calamidad, acabó por derivar en fortuna. El editor Louis Silberkleit aprovechó la oportunidad de cerrar SF Quarterly para aumentar la periodicidad de sus otras dos revistas, Science Fiction pasó a mensual a partir de mayo de 1958. Este logro quedó aminorado en parte por el hecho de que, en febrero de 1957, Fantastic se había transformado asimismo en mensual manteniendo dicho ritmo de publicación.
En junio de 1958, aparecieron por última vez dos revistas. Venture dejó de publicarse después de diez números, excelentes pero no apreciados, al igual que Science Fiction Adventures, aunque esta última sobreviviría en un medio totalmente distinto, como ya veremos. Su hermana mayor, Infinity, subsistió un poco más, pero sucumbió por fin en noviembre de 1958.
William Hamling advirtió también las señales de peligro. En octubre de 1955, tras el éxito del Playboy de Hugh Heffner, había lanzado la revista para hombres Rogue, que, con bastante frecuencia, incluía relatos de ciencia ficción. Rogue obtenía unos beneficios «respetables» y, sin duda alguna, resultaba más lucrativa que publicar dos mediocres revistas de ciencia ficción. ¿Por qué proseguir con ellas cuando podía publicar ciencia ficción en su revista masculina en papel satinado? Hamling corrió un último riesgo al adaptar Imaginative Tales a la era espacial, cambiando su nombre por el de Space Travel en el número de julio de 1958. Pero sus relatos cortos mantuvieron su insipidez habitual, sólo paliada por las amenas novelas cortas que los acompañaban. Octubre de 1958 fue el mes de la última Imagination, y en noviembre desapareció Space Travel.
Ocho revistas habían cerrado ya un año después del nacimiento de la era espacial, y el final de esa situación no se vislumbraba todavía.
Satellite luchó con valentía. Ya no la dirigía Merwin, sino que la controlaba en esencia Leo Margulies, con la colaboración de Cylvia Kleinman, su esposa, y Frank Belknap Long. Margulies era tan consciente como cualquier otro editor del inminente fracaso. Su táctica consistió en convertir Satellite en una publicación de gran formato. Con anterioridad, tan sólo una revista de ciencia ficción había aparecido así, Science Fiction Plus, en 1953. Pero había fracasado. ¿Triunfaría Satellite? Como nueva publicación de gran formato, disfrutaría de mejores oportunidades en los quioscos, donde las revistas pequeñas se perdían entre la confusión de los libros de bolsillo.
La conversión tuvo lugar en el número de febrero de 1959, al mismo tiempo que la publicación pasaba a mensual. No se trataba, en realidad, de una revista en papel satinado. Estaba impresa en papel barato, y sólo la cubierta -una llamativa franja amarilla, con una audaz ilustración de Alex Schomburg- era de material especial. Al fin y al cabo, sólo contaba la primera impresión. Además de los relatos normales, excelentes, Margulies presentaba una innovación, una sección de reediciones, titulada «Departamento de historias perdidas».
Se trataba de un negocio arriesgado y merecía triunfar. No fue así. Los ingresos resultaron desconsoladores. El número de junio de 1959 murió en la etapa de corrección y jamás fue impreso. No obstante, dos ejemplares fueron depositados en la Biblioteca del Congreso para registrar su propiedad intelectual, y se sabe que existen otros dos, convirtiéndose así en la más rara de todas las ediciones de revistas de ciencia ficción.
Por una ironía, la revista nueva que sobrevivió más tiempo fue Super Science Fiction, editada por el hombre que menos sabía del tema. Scott poseía, en cambio, grandes conocimientos acerca de la comercialización, y del mismo modo que Palmer siguió la tendencia OVNI, Scott apuntó hacia una nueva y floreciente moda: la ciencia ficción matizada de horror.
Los años cincuenta habían sido testigos de una profusión de supuestas películas de ciencia ficción, la mayoría protagonizadas por agresivos monstruos, surgidos de todas partes. Realizadas en general de manera consternadora, hasta el punto de provocar la risa, ello no fue obstáculo para que atrajeran a un numeroso público, sobre todo juvenil. Como es natural, cuando la industria cinematográfica comprendió la potencialidad del campo, se multiplicaron las películas sobre dicha base. En consecuencia, se nos ofrecieron necedades como The Invasion of the Saucer Men (La invasión de los platillos) (1957, basada en un relato de Paul Fairman, cosa nada sorprendente), I Was a Teenage Frankenstein (Yo fui un Frankenstein adolescente) (1957), I Married a Monster from Outer Space (Me casé con un monstruo del espacio) (1958) y, por supuesto, The Blob (La gota), (1958), protagonizada por Steve McQueen.
Cosa extraña, la primera revista que se especializó en el género fue británica. Screen Chills and Macabre Stories nació en el otoño de 1957. Ofreciendo algunos artículos y relatos sacados de las películas, encontró escasa acogida y no tardó en liquidar.
El mercado americano respondió mejor a este tipo de publicación. En enero de 1958, Famous Monsters of Filmland obtuvo unas ventas fenomenales y adoptó con gran rapidez una periodicidad bimensual. Poco tenía que ver con la ciencia ficción, y si bien presentaba algún relato ocasional, carecía de verdadero interés. E ironías de la suerte, la dirigía Forrest J. Ackerman, el aficionado número uno de la ciencia ficción. Ackerman, apasionado desde niño por las películas de terror y ciencia ficción, había reunido una inmensa colección en su Ackermansion, donde se aloja también la más completa colección de libros y revistas de ciencia ficción y horror existente en el mundo, que yo sepa. Durante años, Ackerman se había esforzado por iniciar una revista de ciencia ficción, pero sus planes se frustraban en las etapas finales. El aborto más reciente había sido el de Sci-Fi preparada para su publicación en 1957, pero que nunca apareció. Ackerman acuñó en 1955 el término sci-fi, en las páginas de Spaceway. Desde entonces, llegó a ser la abreviatura más usada de ciencia ficción, con gran disgusto de los puristas, que la juzgan como sinónimo del mínimo denominador común de lo más ínfimo del género.
Con Famous Monsters, no obstante, Ackerman acertó con la cuerda sensible, y su publicación inició el auge de las revistas de monstruos, que se prolongó hasta la década de los sesenta. (Robert C. Sproul, de Web Terror, lanzaría posteriormente la suya propia, For Monsters Only.) También tuvo sus repercusiones en el mundo de la revista de ciencia ficción, puesto que provocó la defección de W. W. Scott. Scott, en el número de abril de 1959, transformó Super-Science Fiction en revista de monstruos. Sin embargo, no la rellenó con una multitud de fotografías tomadas de las películas o con artículos semiserios, sino que la mantuvo con la misma apariencia, con relatos de fondo como Vampires from Outer Space (Vampiros del espacio), Mournful Monster (Monstruo afligido) y The Huge and Hideous Beasts (Las enormes y horribles bestias), la mayoría escritos por Robert Silverberg. Resulta imposible determinar en qué proporción aumentó esto las ventas de Super SF o retrasó su desaparición, pero sólo se publicaron tres números más, hasta octubre de 1959. Por entonces, numerosos aficionados a la ciencia ficción se alegraron de ello, pues si bien la revista había ofrecido algunas buenas narraciones, como The Gentle Vultures (Los dóciles buitres), de Isaac Asimov (diciembre de 1957), su calidad había disminuido muy pronto.
A finales de 1959, sobrevivían nueve revistas de ciencia ficción en todo el continente norteamericano, siendo así que dos años antes existían más de veinte. La cifra se reduciría aún más en el transcurso del año siguiente.
Fantastic Universe había dañado mucho su buen nombre al concentrarse en los platillos volantes, en 1957. Sin embargo, Hans Santesson obró milagros para mantener viva la revista durante los años de infortunio. Amplió su alcance para cubrir todos los reinos de la fantasía, lo sobrenatural y la ciencia ficción. Fantastic Universe fue la primera en imprimir el relato onginal de Bjorn Nyberg Conan, vuelto a escribir por L. Sprague de Camp, Conan the Victorious (Conan el victorioso), en septiembre de 1957. Santesson alentó a Harry Harrison en su obra, sugiriendo la serie La guerra de los robots, después de adquirir The Velvet Glove (El guante de terciopelo) en 1956.
La mejor oportunidad para renovar su revista se le presentó a Santesson en 1959, cuando pasó a ser editada por Great American Publications. En octubre de 1959, Fantastic Universe experimentó una modernización. Aunque volviendo al formato de revista barata, se imprimía en papel de mejor calidad. Santesson adquirió algunos cuentos de primera clase, por ejemplo, The Largue Ant (La gran hormiga), un relato de Howard Fast sobre la evolución, y se aseguró la contribución de Lester del Rey, John Brunner, Lin Carter, Jorge Luis Borges y Poul Anderson. La publicación en forma de folletín de The Mind Thing (El objeto mental), la novela de Fredric Brown sobre un extraterrestre que se adueña de las mentes humanas, se inició en marzo de 1960. Los lectores hubieron de esperar un año, hasta que fue publicado el libro, para averiguar cómo concluía. Aquél fue el último número de Fantastic Universe, otra víctima de los distribuidores, precisamente cuando mayor éxito obtenía. La editorial planeó una revista especial, de un solo número, a fin de publicar en ella los relatos inéditos comprados para Fantastic Universe. La proyectada Summer SF jamás se hizo realidad. No obstante, se publicaron dos números de una revista de horror, Fear!, así como otros cinco de una edición americana de New Worlds, aunque de esto hablaremos más tarde.
Entre las víctimas finales de la plaga, se incluyeron las más apreciadas revistas, Future y Sciencie Fiction Stories, admirablemente editadas por Robert Lowndes durante casi veinte años. Lowndes (nacido en 1916) fue y sigue siéndolo (pese a que ya no trabaja en este campo), uno de los mejores y más competentes editores de revistas. Se interesaba de verdad por la revista en sí, en sus colaboradores y, sobre todo, sus lectores, en tanto que otros adoptaban la actitud de «primero ocuparse de la revista, ya se ocupará ésta del lector». Para Lowndes, el lector era lo primero, o al menos se encontraba al mismo nivel.
Esta preocupación se revela muy claramente al leer su publicación: los editoriales personalizados, las excelentes secciones dedicadas al lector y el aficionado, y el sentimiento general que se desprende de que «esto es obra de todos». Leer una de las revistas de Lowndes causaba la impresión de pertenecer a una familia, y en cierto sentido así era.
Future apareció de manera más irregular, y durante parte de 1954, quedó casi postergada. Salió esporádicamente a lo largo de 1956 y, por último, en 1958 adoptó una periodicidad bimensual, al tiempo que SF Stories pasaba a mensual. Ambas revistas contenían una excelente literatura, con la diferencia de que SF Stories podía ofrecer folletines gracias a la frecuencia de su publicación; entre ellos, The Tower of Zanid (La torre de Zanid (1958) -las heroicas peripecias escritas por L. Sprague de Camp correspondientes a su serie Krishna y que narraban los intentos de un aventurero por recuperar su reino perdido- y el muy infravalorado Caduceus Wild (Caduceo salvaje) (1959), de Ward Moore y Robert Bradford. Situada en un futuro dominado por la medicina, cuando constituye un delito no llevar encima el certificado de buena salud firmado por un médico, la novela relata la rebelión de los mallies, es decir los enfermos.
Pese a que ambas revistas incluían relatos de Silverberg, Garrett y otros escritores pertenecientes a la fábrica de ficción, se trataba de narraciones escogidas con evidente cuidado por Lowndes, y rara vez había algún cuento malo. Muchos escritores deben a Lowndes su primera o primeras ventas durante este período. Por ejemplo, Thomas N. Scortia (nacido en 1926), conocido hoy día como el autor de uno de los libros en que se basó la película El coloso en llamas. Aunque su primera obra se la había comprado Del Rey en 1953 para SF Adventures, la mayoría de sus primeros relatos pasaron a manos de Lowndes. Uno de los mejores, Genius Loci (SF Stories, septiembre de 1957), se desarrolla en un mundo extraño, donde los colonos humanos se ven misteriosamente afectados por una plaga vegetal. Scortia aplicó buena parte de sus conocimientos de química a este fascinante relato.
Lowndes adquirió también varios relatos de escritores, en particular de Kate Wilhelm (cuyo Love and the Stars -Today! reeditamos en este volumen) y Carol Emshwiller. Esta última nacida en 1927, ofreció a Future, en 1955, su This Thing Called Love (Eso que llaman amor), que aportaba al género un toque de originalidad del que estaba muy necesitado. Carol era la esposa de Ed Emshwiller (nacido en 1925), uno de los dibujantes de ciencia ficción de más renombre, que firmaba sus obras con la abreviatura Emsh. Su producción durante la década de 1950 fue sorprendente, y ninguna revista que se preciara dejó de ofrecer al menos una de sus portadas. Poseía un talento especial para el dibujo de figuras, sobre todo femeninas, y la posible falta de originalidad en sus cubiertas quedaba compensada por su belleza. Sus obras se ven raramente en la actualidad, ya que Emsh ha ido introduciéndose en el campo de la producción cinematográfica.
Uno de los últimos autores noveles que destacó gracias a las revistas fue R. A. Lafferty, nacido en 1914. Su primera narración, Day of the Glacier (La era glacial), en torno a una inminente catástrofe provocada por una nueva glaciación, apareció en el número correspondiente a enero de 1960 de SF Stories.
El aficionado devoto de la ciencia ficción consideraba Future como la mejor publicación, en virtud de su contenido ajeno a la novelística. A partir del verano de 1957, Lowndes ofreció una serie de atractivos editoriales, que rememoraban la composición de las primitivas revistas del género. Bajo el título «Yesterday’s World of Tomorrow» (Mundo futuro del ayer), la sección se prolongó hasta el número de agosto de 1959, concentrándose en un estudio, relato por relato, de Amazing y sus compañeros, 1927 a 1929. Con la edición de febrero de 1958, Lowndes inició un «Almanaque de la ciencia ficción», detallando mes por mes los hechos históricos en el terreno de la revista. También hubo una sección de colaboraciones del lector, a cargo de Robert Madle, y artículos científicos de Isaac Asimov y Thomas Scortia, aparte de otros muchos detalles de interés, como por ejemplo una alborotadora sección de «Cartas de los lectores».
El triste final se presentó de forma repentina. En abril y mayo de 1960, respectivamente, salieron los últimos números de Future y Science Fiction, víctimas a su vez de los distribuidores. Sin embargo, no supuso la desaparición de SF Stories. James V. Taurasi (nacido en 1917), veterano aficionado, compró el título al editor Louis Silberkleit. En diciembre de 1961, publicó un folleto anunciando la continuación de la revista, y en los inviernos de 1962 y 1963 aparecieron dos números impresos por cuenta propia. Olvidados de inmediato, no se les cuenta entre las revistas de ciencia ficción. Al publicarse el último de ellos, Robert Lowndes había vuelto ya a la palestra.
Continuará...
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