jueves, 26 de noviembre de 2020

LAS RATAS DEL CEMENTERIO


Número de Weird Tales (marzo de 1936) donde se publicó por primera vez este relato.

"Las ratas del cementerio" (The Graveyard Rats) es un relato escrito por Henry Kuttner y publicado en el número de marzo de 1936 de la revista Weird Tales. Cuando Kuttner publicó su cuento había cumplido apenas 21 años. Había entrado en contacto con Lovecraft y estaba siendo aceptado dentro de su círculo de amistades. Ahora bien, ¿en qué es semejante y en qué diferente "Las ratas del cementerio" a otros relatos pertenecientes a los Mitos de Cthulhu y a otros relatos pulp?

Podemos observar que en "Las ratas del cementerio" no aparece ninguna "deidad" lovecraftiana ni hay un investigador que se ha encontrado con extraños secretos que le han de costar la vida o la cordura, ni hay un libro de saberes prohibidos o un objeto de extraño origen. Al contrario, el personaje es un simple sepulturero que vive de la rapiña, su motivación no es el saber sino la codicia y aunque se enfrenta a algo sobrenatural, este elemento aparece tan veladamente que de pronto parece que no se le da importancia y, además, no se identifica con ningún "dios" o primordial.

Conserva de los mitos lovecraftianos la mención a ritos realizados en algún momento de la época colonial, los "extraños cargamentos" provenientes de lugares lejanos y exóticos y las ideas de que las leyendas populares tienen su posible origen en hechos "reales" y de que la realidad cotidiana no es más que una fachada que oculta, semejante a la tierra del cementerio de este relato, misterios que sería mejor no llegar a conocer.

Tzvetan Todorov

Tzvetan Todorov en su "Introducción a la literatura fantástica" cuenta que el relato propiamente fantástico se mueve en el delgado filo que divide al relato maravilloso del relato extraño. En el relato maravilloso de ante mano se sabe que hay elementos sobrenaturales que terminan siendo parte del universo de los personajes. Así, por ejemplo, el vampiro realmente existe y nadie duda de su existencia. En cambio, en el relato extraño los eventos sobrenaturales terminan teniendo una explicación "racional" y están bajo las leyes del mundo de todos los días (este es el caso del weird menace): el vampiro en realidad es un hombre que se hacía pasar por vampiro. En el relato fantástico son la duda y la ambigüedad las que perduran hasta el final de la historia. 

En el caso de "Las ratas del cementerio", todo es, aparentemente normal: un sepulturero, un cementerio y una infestación de ratas. Estas ratas son anormalmente grandes pero, en lo que cabe, es posible. El que el sepulturero se meta a los túneles excavados por las ratas va entrando ya en lo fantástico aunque todavía es "posible". El que Masson se encuentre con un cadáver renegrido es probable (al fin y al cabo está en el subsuelo de un cementerio). Sin embargo, en el momento en que el cadáver se mueve y lo empieza a perseguir caemos de lleno en lo maravilloso pues resulta que las leyendas y habladurías que se mencionaron en los primeros párrafos son realidad: lo sobrenatural existe y es muy real. Ese es el trasfondo de todos los mitos de Cthulhu: los dioses lovecraftianos y demás criaturas aunque lo nieguen los personajes, tienen una existencia real dentro de su universo narrativo. Al contrario de los relatos weird menace en donde todos los hechos, por sorprendentes que sean, tienen una explicación racional y lo sobrenatural no existe.

Henry Kuttner empezó su carrera literaria como escritor de cuentos de terror, pero él, como muchos grupos musicales que no querían ser recordados por su primer gran éxito, no quería convertirse en un "Lovecraft de segunda división". Logró sobresalir como escritor de cuentos de fantasía y ciencia ficción pero seguimos recordándolo actualmente por su magnífico primer cuento. Esperemos, en otros momentos, rescatar más relatos de este escritor. Por ahora, los dejamos con este cuento que es tan popular que hay muchas páginas que lo reproducen y mencionan, y este blog no va a ser la excepción. 

LAS RATAS DEL CEMENTERIO

(The Graveyard Rats)

Henry Kuttner

El anciano Masson, guardián de uno de los más antiguos cementerios de Salem, mantenía una verdadera guerra con las ratas. Varias generaciones atrás, se había instalado en el cementerio una colonia de ratas enormes procedentes de los muelles. Cuando Masson asumió su cargo, tras la inexplicable desaparición del guardián anterior, decidió aniquilarlas. Al principio colocaba trampas y veneno cerca de sus madrigueras; más tarde, intentó exterminarlas a tiros. Pero todo fue inútil. Las ratas seguían allí.

Sus hordas voraces se multiplicaban, infestando el cementerio. Eran grandes, aun tratándose de la especie mus decumanus, cuyos ejemplares llegan a los treinta y cinco centímetros de largo sin contar la cola, pelada y gris. Masson las había visto grandes como gatos; y cuando los sepultureros descubrían alguna madriguera, comprobaban con asombro que por aquellas pútridas cavernas cabía tranquilamente el cuerpo de un hombre. Al parecer, los barcos que antaño atracaban en los ruinosos muelles de Salem debieron de transportar cargamentos muy extraños.

Masson se asombraba a veces de las proporciones enormes de estas madrigueras. Recordaba ciertos relatos fantásticos que había oído al llegar a la decrépita y embrujada ciudad de Salem. Eran relatos que hablaban de una vida embrionaria que persistía en la muerte, oculta en las perdidas madrigueras de la tierra. Ya habían pasado los tiempos en que Cotton Mather exterminara los cultos perversos y los ritos orgiásticos celebrados en honor de Hécate y de la siniestra Magna Mater. Pero todavía se alzaban las tenebrosas mansiones de torcidas buhardillas, de fachadas inclinadas y leprosas, en cuyos sótanos, según se decía, aún se ocultaban secretos blasfemos y se celebraban ritos que desafiaban tanto a la ley como a la cordura. Moviendo significativamente sus cabezas canosas, los viejos aseguraban que, en los antiguos cementerios de Salem, había bajo tierra cosas peores que gusanos y ratas.

En cuanto a estos roedores, Masson les tenía asco y respeto. Sabía el peligro que acechaba en sus dientes agudos y brillantes. Pero no comprendía el horror que los viejos sentían por las casas vacías, infestadas de ratas. Había escuchado rumores sobre criaturas espantosas que moraban en lo profundo, y que tenían poder sobre las ratas, a las que agrupaban en ejércitos disciplinados. Según afirmaban los viejos, las ratas eran mensajeras entre este mundo y las cuevas que se abrían en las entrañas de la tierra. Y aún se decía que algunos cuerpos habían sido robados de las sepulturas con el fin de celebrar festines subterráneos. El mito del flautista de Hamelin era una leyenda que ocultaba, en forma alegórica, un horror impío; y según ellos, los negros abismos habían parido abortos infernales que jamás salieron a la luz del día.

Masson no hacía caso de estos relatos. No tenía trato con sus vecinos y, de hecho, hacía lo posible por mantener en secreto la existencia de las ratas. De conocerse el problema tal vez iniciasen una investigación, en cuyo caso tendrían que abrir muchas tumbas. Ciertamente hallarían ataúdes perforados y vacíos que atribuirían a la voracidad de las ratas. Pero descubrirían también algunos cuerpos con mutilaciones muy comprometedoras para Masson.

Los dientes postizos suelen hacerse de oro, y no se los extraen a uno cuando muere. La ropa, naturalmente, es diferente, porque la empresa de pompas fúnebres suele proporcionar un traje de paño sencillo, perfectamente reconocible después. Pero el oro no lo es. Además, Masson negociaba también con algunos estudiantes de medicina y médicos poco escrupulosos que necesitaban cadáveres sin importarles demasiado su procedencia. Hasta ese momento, Masson se las había arreglado para que no haya investigaciones. Negaba tajantemente la existencia de las ratas, aun cuando éstas le hubiesen arrebatado el botín. A Masson no le preocupaba lo que pudiera suceder con los cuerpos, después de haberlos saqueado, pero las ratas solían arrastrar el cadáver entero por un boquete que ellas mismas roían en el ataúd. El tamaño de aquellos agujeros lo asombraba. Curiosamente, las ratas horadaban siempre los ataúdes por uno de los extremos, y no por los lados. Parecía como si trabajasen bajo la dirección de algo dotado de inteligencia. Ahora se encontraba ante una sepultura abierta. Acababa de quitar la última palada de tierra húmeda, y de arrojarla al montón que había formado a un lado. Desde hacía semanas no paraba de caer una llovizna fría y constante. El cementerio era un lodazal pegajoso, del que surgían las mojadas lápidas en formaciones irregulares. Las ratas se habían retirado a sus cubiles; no se veía ni una. Pero el rostro flaco de Masson reflejaba una sombra de inquietud. Había terminado de descubrir la tapa de un ataúd de madera. Hacía varios días que lo habían enterrado, pero Masson no se había atrevido a desenterrarlo antes. Los parientes del muerto aún visitaban su tumba, aun lloviendo. Pero a estas horas de la noche, no era fácil que vinieran, por mucho dolor y pena que sintiesen. Y con este pensamiento tranquilizador, se enderezó y echó a un lado la pala. Desde la colina donde estaba el cementerio, se veían parpadear apenas las luces de Salem a través de la lluvia. Sacó la linterna del bolsillo. Apartó la pata y se inclinó a revisar los cierres de la caja. De repente, se quedó rígido. Bajo sus pies había notado un murmullo inquieto, como si algo arañara o se revolviera dentro. Por un momento, sintió una punzada de terror supersticioso, que pronto dio paso a una ira insensata, al comprender el significado de aquellos ruidos. ¡Las ratas se le habían adelantado otra vez!

En un rapto de cólera, arrancó los candados del ataúd, insertó la pala bajo la tapa e hizo palanca, hasta que pudo levantarla con las manos. Encendió la linterna y enfocó el interior del ataúd. La lluvia salpicaba el blanco tapizado de raso: estaba vacío. Masson percibió un movimiento furtivo en la cabecera de la caja y dirigió hacia allí la luz. El extremo del sarcófago había sido perforado, y el agujero comunicaba con una galería, aparentemente, pues en aquel momento desaparecía por allí un pie fláccido, inerte, enfundado en su correspondiente zapato. Masson comprendió que las ratas se le habían adelantado sólo unos instantes. Se agachó y agarró el zapato con todas sus fuerzas. La linterna cayó dentro del ataúd y se apagó de golpe. De un tirón, el zapato le fue arrancado de las manos en medio de una algarabía de chillidos agudos y excitados. Un momento después, había recuperado la linterna y la enfocaba por el agujero.

Era enorme. Tenía que serlo; de lo contrario, no habrían podido arrastrar el cadáver. Masson intentó imaginarse el tamaño de aquellas ratas capaces de tirar del cuerpo de un hombre. Llevaba su revólver cargado en el bolsillo, y esto le tranquilizaba. De haberse tratado del cadáver de una persona ordinaria, Masson habría abandonado su presa a las ratas, antes de aventurarse por  aquella estrecha madriguera; pero recordó los gemelos de sus puños y el alfiler de su corbata, cuya perla debía ser indudablemente auténtica, y, sin pensarlo más, se enganchó la linterna al cinturón y se introdujo por el boquete. El acceso era angosto. Delante de sí, a la luz de la linterna, podía ver cómo las suelas de los zapatos seguían siendo arrastradas hacia el fondo del túnel. Trató de arrastrarse lo más rápido posible, pero había momentos en que apenas era capaz de avanzar, aprisionado entre aquellas estrechas paredes de tierra.

El aire se hacía irrespirable por el hedor del cadáver. Masson decidió que, si no lo alcanzaba en un minuto, regresaría. El terror empezaba a agitarse en su imaginación, aunque la codicia le instaba a proseguir. Y prosiguió, cruzando varias bocas de túneles adyacentes. Las paredes de la madriguera estaban húmedas y pegajosas. Dos veces oyó a sus espaldas pequeños desprendimientos de tierra. El segundo de éstos le hizo volver la cabeza. No vio nada, naturalmente, hasta que enfocó la linterna en esa dirección. Entonces observó que el barro casi obstruía la galería que acababa de recorrer. El peligro de su situación se le reveló en toda su espantosa realidad. El corazón le latía con fuerza sólo de pensar en la posibilidad de un hundimiento. Decidió abandonar su persecución, a pesar de que casi había alcanzado el cadáver y las criaturas invisibles que lo arrastraban. Pero había algo más, en lo que tampoco había pensado: el túnel era demasiado estrecho para dar la vuelta. El pánico se apoderó de él, por un segundo, pero recordó la boca lateral que acababa de pasar, y retrocedió dificultosamente hasta allí. Introdujo las piernas, hasta que pudo dar la vuelta. Luego, comenzó a avanzar desesperadamente hacia la salida, pese al dolor de sus rodillas. De repente, una puntada le traspasó la pierna. Sintió que unos dientes afilados se le hundían en la carne, y pateó frenéticamente para librarse de sus agresores. Oyó un chillido penetrante, y el rumor presuroso de una multitud de patas que se escabullían.

Al enfocar la linterna hacia atrás, lanzó un gemido de horror: una docena de enormes ratas lo observaban atentamente, y sus ojos malignos parpadeaban bajo la luz. Eran deformes, grandes como gatos. Tras ellos vislumbró una forma negruzca que desapareció en la oscuridad. Se estremeció ante las increíbles proporciones de aquella sombra. La luz contuvo a las ratas durante un momento, pero no tardaron en volver a acercarse furtivamente.

Al resplandor de la linterna, sus dientes parecían teñidos de carmesí. Masson forcejeó con su pistola, consiguió sacarla de su bolsillo y apuntó cuidadosamente. Estaba en una posición difícil. Procuró pegar los pies a las mojadas paredes de la madriguera para no herirse. El estruendo lo dejó sordo durante unos instantes. Después, una vez disipado el humo, vio que las ratas habían desaparecido. Guardó la pistola y comenzó a reptar velozmente a lo largo del túnel. Pero no tardó en oír de nuevo las carreras de las ratas, que se le echaron encima otra vez. Se le amontonaron sobre las piernas, mordiéndole y chillando de manera enloquecedora. Masson empezó a gritar mientras echaba mano a la pistola. Disparó sin apuntar, y no se hirió de milagro. Esta vez las ratas no se alejaron tanto.

Masson aprovechó la tregua para reptar lo más rápido que pudo, dispuesto a hacer fuego a la primera señal de un nuevo ataque. Oyó movimientos de patas y alumbró hacia atrás con la linterna. Una enorme rata gris se paró en seco y se quedó mirándole, sacudiendo sus largos bigotes y moviendo de un lado a otro, muy despacio, su cola áspera y pelada. Masson disparó y la rata echó a correr.

Continuó arrastrándose. Se había detenido un momento a descansar, junto a la negra abertura de un túnel lateral, cuando descubrió un bulto informe sobre la tierra mojada, un poco más adelante. Lo tomó por un montón de tierra desprendido del techo; luego vio que era un cuerpo humano. Se trataba de una momia negra y arrugada, y vio, preso de un pánico sin límites, que se movía. Aquella cosa monstruosa avanzaba hacia él y, a la luz de la linterna, vio su rostro horrible a poca distancia del suyo. Era una calavera descarnada, la faz de un cadáver que ya llevaba años enterrado, pero animada de una vida infernal. Tenía los ojos vidriosos, hinchados, que delataban su ceguera, y, al avanzar hacia Masson, lanzó un gemido plañidero y entreabrió sus labios pustulosos, desgarrados en una mueca de hambre espantosa. Masson sintió que se le helaba la sangre. Cuando aquel horror estaba ya a punto de rozarle. Masson se precipitó frenéticamente por la abertura lateral. Oyó arañar en la tierra, a sus pies, y el confuso gruñido de la criatura que le seguía de cerca. Masson miró por encima del hombro, gritó y trató de avanzar desesperadamente por la estrecha galería. Reptaba con torpeza; las piedras afiladas le herían las manos y las rodillas. El barro le salpicaba en los ojos, pero no se atrevió a detenerse ni un segundo. Continuó avanzando a gatas, jadeando, rezando y maldiciendo histéricamente.

Con chillidos triunfales, las ratas se precipitaron de nuevo sobre él con la voracidad pintada en sus ojos. Masson estuvo a punto de sucumbir bajo sus dientes, pero logró desembarazarse de ellas: el pasadizo se estrechaba y, sobrecogido por el pánico, pataleó, gritó y disparó hasta que el gatillo pegó sobre una cápsula vacía. Pero había rechazado las ratas. Observó entonces que se hallaba bajo una piedra grande, encajada en la parte superior de la galería, que le oprimía cruelmente la espalda. Al tratar de avanzar notó que la piedra se movía, y se le ocurrió una idea: ¡Si pudiera dejarla caer, de forma que obstruyese el túnel!

La tierra estaba empapada por la lluvia. Se enderezó y empezó a quitar el barro que sujetaba la piedra. Las ratas se aproximaban. Veía brillar sus ojos al resplandor de la linterna. Siguió cavando, frenético. La piedra cedía. Tiró de ella y la movió de sus cimientos. Se acercaban las ratas... Era el enorme ejemplar que había visto antes. Gris, leprosa, repugnante, avanzaba enseñando sus dientes anaranjados. Masson dio un último tirón de la piedra, y la sintió resbalar hacia abajo. Entonces reanudó su camino a rastras por el túnel. La piedra se derrumbó tras él, y oyó un repentino alarido de agonía. Sobre sus piernas se desplomaron algunos terrones mojados. Más adelante, le atrapó los pies un desprendimiento considerable, del que logró desembarazarse con dificultad. ¡El túnel entero se estaba desmoronando!

Jadeando de terror, avanzaba mientras la tierra se desprendía. El túnel seguía estrechándose, hasta que llegó un momento en que apenas pudo hacer uso de sus manos y piernas para avanzar. Se retorció como una anguila hasta que, de pronto, notó un jirón de raso bajo sus dedos crispados; y luego su cabeza chocó contra algo que le impedía continuar. Movió las piernas y pudo comprobar que no las tenía apresadas por la tierra desprendida. Estaba boca abajo. Al tratar de incorporarse, se encontró con que el techo del túnel estaba a escasos centímetros de su espalda. El terror le descompuso. Al salirle al paso aquel ser espantoso y ciego, se había desviado por un túnel lateral, por un túnel que no tenía salida. ¡Se encontraba en un ataúd, en un ataúd vacío, al que había entrado por el agujero que las ratas habían practicado en su extremo! Intentó ponerse boca arriba, pero no pudo. La tapa del ataúd le mantenía inexorablemente inmóvil. Tomó aliento, e hizo fuerza contra la tapa. Era inamovible, y aun si lograse escapar del sarcófago, ¿cómo podría excavar una salida a través del metro y medio de tierra que tenía encima? Respiraba con dificultad. Hacía un calor sofocante y el hedor era irresistible. En un paroxismo de terror, desgarró y arañó el forro acolchado hasta destrozarlo. Hizo un inútil intento por cavar con los pies en la tierra desprendida que le impedía la retirada. Si lograse solamente cambiar de postura, podría excavar con las uñas una salida hacia el aire... hacia el aire...

Una agonía candente penetró en su pecho; el pulso le dolía en los globos oculares. Parecía como si la cabeza se le fuera hinchando, a punto de estallar. De pronto, oyó los triunfales chillidos de las ratas. Comenzó a gritar, enloquecido, pero no pudo rechazarlas esta vez. Durante un momento, se revolvió histéricamente en su estrecha prisión, y luego se calmó, boqueando por falta de aire. Cerró los ojos, sacó su lengua ennegrecida, y se hundió en la negrura de la muerte, con los locos chillidos de las ratas taladrándole los oídos.

Dejo esta versión del canal "Apuntes de madrugada". Que lo disfruten.

miércoles, 18 de noviembre de 2020

HENRY KUTTNER


Henry Kuttner nació el 7 de abril de 1915 en Los Ángeles, California. Los padres de su padre, el librero Henry Kuttner (1863-1920), procedían de Leszno en Prusia y vivían en San Francisco desde 1859; los padres de su madre, Annie Levy (1875-1954), eran de Gran Bretaña. El bisabuelo de Henry Kuttner fue el académico Josua Heschel Kuttner. Kuttner creció en relativa pobreza tras la muerte de su padre. Durante su juventud trabajó para una agencia literaria perteneciente a un tío hasta que vendió su primer cuento, el terrorífico "The Graveyard Rats" ("Las ratas del cementerio"), a la revista pulp Weird Tales, en 1936 a la edad de 21 años iniciando así su carrera literaria. Él y la que habría de ser su esposa unos años después, la escritora Catherine L. Moore, entraron en contacto con el Círculo de Lovecraft, un grupo de escritores y admiradores que mantenían correspondencia con el escritor de Providence, Howard Phillips Lovecraft, en el que también intervinieron otros grandes escritores como Robert Bloch y Clark Ashton Smith.

En este número publicó por primera vez Kuttner

Amigo de Lovecraft y de Clark Ashton Smith , Kuttner contribuyó con varias historias ha ensanchar los Mitos de Cthulhu:  "El secreto de Kralitz" (Weird Tales, octubre de 1936), "El devorador de almas" (Weird Tales, enero de 1937), "The Salem Horror" (Weird Tales, mayo de 1937), "The Invaders" (Strange Stories, febrero de 1939) y "The Hunt" (Strange Stories , junio de 1939). 

Aquí se publicó por primera vez "El horror de Salem"

Kuttner añadió algunas deidades menos conocidas a los Mitos, entre ellas Iod ("El secreto de Kralitz"), Vorvadoss ("El devorador de almas") y Nyogtha ("El horror de Salem"). El crítico Shawn Ramsey sugiere que Abigail Prinn, la villana de "The Salem Horror", podría haber sido intencionada por Kuttner como descendiente de Ludvig Prinn, autor de De Vermis Mysteriis, un libro que aparece en "The Invaders" de Kuttner. 


A petición de Farnsworth Wright, editor de Weird Tales, inventó a Elak de Atlántida. A raíz de la muerte de Robert E. Howard, se le pidió que escribiera algo similar a los relatos de Conan. Kuttner casi lo mejora. Los relatos del ciclo Elak de Atlántida son "Trueno en el amanecer" (1938), "Engendro de Dagón" (1938), "Más allá del Fénix" (1939) y "Dragón Luna" (1940).
 
Un joven Ray Bradbury

Fue amigo de un jovencísimo Ray Bradbury, a quien ayudó en sus primeras andanzas literarias. Entre las obras más populares de Kuttner se encuentran las historias de Gallegher, publicadas con el nombre de Padgett, sobre un hombre que inventaba soluciones de alta tecnología a los problemas de sus clientes (con la ayuda de su robot insufriblemente ególatra) mientras estaba borracho, para después ser completamente incapaz de recordar exactamente qué había construido o por qué lo había hecho. Estas historias se recopilaron más tarde en Robots Have No Tails. En su introducción a la edición de 1973 de Lancer Books, Moore afirmó que Kuttner escribió todas las historias de Gallegher él mismo.

Henry Kuttner y C. L. Moore

Tras casarse en 1940 con la escritora C. L. Moore (creadora del personaje Jirel de Joiry y una de las primeras mujeres en escribir ciencia ficción y fantasía, con plena dedicación de tiempo abriendo así el camino a otras muchas mujeres en este campo) se mudó a Nueva York. El matrimonio escribió muchas obras de manera conjunta. Sus relatos se publicaron en muchas de las revistas pulp del momento. 

Henry y Catherine son un caso especial. El escritor y estudioso L. Sprague de Camp, que conoció bien al matrimonio, ha afirmado que su colaboración era tan estrecha que, después de terminar una historia, era imposible determinar qué trozo había escrito cada cual. Los esposos reconocían que el motivo de trabajar juntos era que Henry lo hacía más rápido que Catherine, aunque algunas personas han dicho que fue ella la autora de tres cuentos atribuidos a su marido. En muchas ocasiones Henry dejaba a la mitad el texto en la máquina de escribir y llegaba Catherine a continuar lo que su marido había dejado inconcluso. En otras, era ella la que empezaba y él continuaba más adelante. 

Henry Kuttner y C. L. Moore

Su trabajo en colaboración abarcó los años 40 y 50, y la mayoría de los relatos fue publicada con pseudónimos. Se ha considerado que Henry Kuttner fue uno de los escritores que más seudónimos ha utilizado (16 en total), algunos de ellos son: Paul Edmons, Noel Gardner, James Hall, Keith Hammond, Hudson Hastings, C.H. Liddell, K.H. Maepen, Scott Morgan, Lawrence O'Donnell, Robert O'Kenyon, Woodrow Wilson Smith y Will Garth.

Escribió en colaboración con su mujer algunas de las mejores novelas de ciencia ficción de los años 50. Fue el inventor a casi de lo que se conoce como fantasía oscura, que imitaba en un principio la obra de Abraham Merritt, con obras como La máscara de Circe. También trabajó como guionista para radio y televisión. Fue reconocido por la fuerza de su prosa y la intensidad de sus historias.


Añorando su tierra, volvió con Moore a California, lugar donde ambos iniciarían en1950 estudios universitarios en la carrera de Psicología. Como se había pasado la mayor parte de su vida escribiendo, no sorprende que no hubiera tenido tiempo de acudir a la universidad hasta una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, momento que aprovechó para acogerse al acta que permitía acceder a la universidad a los veteranos de guerra.


Sus historias de fantasia y ciencia ficción fueron publicadas por revistas como Future, Thrilling Wonder y Planet Stories. También escribió novelas como Fury y Mutant, No hay duda de que el talento de Kuttner residía principalmente en el relato corto. Mutant es una amalgama de cinco novelas y Fury, su única novela verdadera de ciencia ficción, se considera material secundario. Sin embargo, muchas de sus obras más breves que se encuentran entre los logros más importantes en el campo y son constantemente impresas. El crítico James Blish, considera que la calidad de la escritura de Kuttner no solo era algo raro en la ciencia ficción sino en la literatura en general. 


A principios de la década de 1950, Kuttner y Moore, ambos alegando cansancio de la escritura y  agotamiento creativo, se apartaron de la ciencia ficción. Los esposos habían obtuvieron sendos títulos universitarios en psicología por parte de la Universidad del Sur de California y Henry Kuttner, inscrito en un programa de maestría, planeaba ser psicólogo clínico. Henry Kuttner dedicó sus últimos años de vida a completar su tesis doctoral.

Henry Kuttner murió repentinamente mientras dormía, probablemente de un derrame cerebral, el 4 febrero de 1958 en Los Ángeles, a la edad de 42 años; Catherine Moore, tiempo después, se volvió a casar con un médico y sobrevivió a Henry casi tres décadas. Ella nunca volvió a publicar. Sin embargo, se mantuvo en contacto con la comunidad de la ciencia ficción y fue invitada de honor en la Convención Mundial de Denver en 1981. Murió de complicaciones de la enfermedad de Alzheimer en 1987. Pero C. L. Moore es una historia aparte.


Marion Zimmer Bradley es uno de los muchos autores que han citado a Kuttner como una influencia. Su novela The Bloody Sun está dedicada a él. Roger Zelazny ha hablado sobre la influencia de The Dark World en su serie Amber .

El amigo de Kuttner, Richard Matheson, dedicó su novela de 1954 “Soy leyenda” a Kuttner, agradeciendo su ayuda y aliento. Ray Bradbury ha dicho que Kuttner en realidad escribió las últimas 300 palabras de la primera historia de terror de Bradbury, "The Candle" (Weird Tales, noviembre de 1942). Bradbury se ha referido a Kuttner como un maestro olvidado y un "escritor granado: lleno de semillas, lleno de ideas". La novela de William S. Burroughs “El boleto que explotó” contiene citas directas de Kuttner sobre el monstruo de placer parasitario "Happy Cloak" de los mares de Venus.

Harold Gauer y Robert Bloch con C.L. Moore y Henry Kuttner, quienes estaban de visita desde California. Están parados afuera en una pared frente al apartamento de los padres de Bloch.

Mary Elizabeth Counselman creía que la costumbre de Kuttner de escribir bajo seudónimos muy variados lo privó de la fama que debería haber tenido. "A menudo me he preguntado por qué Kuttner eligió ocultar su talento detrás de tantas caras falsas sin ningún motivo editorial... Es cierto que lo divertido está en fingir ser otra persona. Pero Kuttner se engañó a sí mismo con tanta fama que merecía enormemente al ocultar luz bajo un celemín de seudónimos que muchos fans no sabían que eran suyos. Seabury Quinn y yo lo reprendimos por esto".

Como nota adicional se dirá que Henry Kuttner, durante los años de 1944 a 1946 escribió varias historias para el personaje Green Lantern de la Edad de Oro.

Alan Scott, el original original original Linterna Verde

viernes, 13 de noviembre de 2020

NORM EASTMAN

Era un buen tipo, nacido en una familia canadiense temerosa de Dios, que obtuvo su título de Bellas Artes en la Universidad Mount Allison, una universidad cristiana con una escuela de arte. Pero sus imágenes de tortura y esclavitud nazi y políticamente incorrectas se encuentran entre las más famosas (e infames) portadas jamás realizadas para revistas masculinas de las décadas de 1950, 1960 y principios de 1970.

Norman Eastman nació en St. Stephen, Canadá, en 1931 hijo Margaret y W. T. Eastman, quienes operaban un puesto de hot dogs en King Street. Su madre alentó sus ambiciones artísticas. Comenzó a dibujar desde pequeño y participó en concursos, y obtuvo todo tipo de pequeños premios. A los 11 años, diseñó un cartel que representaba a Hitler, Mussolini y Tojo como un monstruo de tres cabezas, que colgaba en el centro de St. Stephen durante la Segunda Guerra Mundial.

De adolescente asistió al programa de bellas artes en la Universidad Mount Allison y obtuvo una beca completa para la Slade School of Fine Art de Londres. Antes de graduarse de la universidad de artes liberales de Sackville en 1952, las pinturas y bocetos de Eastman le valieron una prestigiosa beca Beaverbrook. 

En 1958, Eastman llevó su portafolio al icónico artista estadounidense Norman Rockwell, quien dijo que el arte de Eastman era "de muy alta calidad" y lo animó a mudarse a los Estados Unidos.

Eastman siguió el consejo de Rockwell, y en 1959 se mudó a la ciudad de Nueva York, donde alquiló un estudio en un almacén infestado de cucarachas y con mala calefacción. Irrumpir en la escena editorial fue un proceso lento. "Era muy pobre en Nueva York", dijo alguna vez Jane Eastman, su esposa. "Era una vida muy, muy pobre". Norm obtuvo su primer gran dibujo para revistas masculinas, pero el tema era bastante predecible. "Querían chicas hermosas, pechos grandes y tortura", dijo Jane. "Pero nunca muestres a la chica haciendo muecas. Siempre tiene que ser bonita". 

Ambos Norms emplearon un estilo fotorrealista que requería pintar fotografías de modelos en vivo. En términos de enfoque, "la diferencia entre Norm Eastman y Norman Rockwell es el tema, prácticamente", dice el coleccionista Bob Deis.

Aunque Norman Eastman es más conocido por sus ilustraciones de portada para libros de bolsillo y revistas para hombres, también pintó una serie de paisajes "muy finos" y desnudos clásicos en su carrera temprana. 

Las mujeres vestidas con lencería en situaciones peligrosas fueron un sello distintivo del estilo de Eastman, Jane Eastman, su esposa, tuvo que aceptar esta situación. "Él pensó que era divertido. Norm probablemente era la persona más moral que he conocido, realmente lo era. Era una cuestión de poder permitirse una barra de pan y mantequilla de maní para comer" dijo alguna vez Jane.

Las mujeres semidesnudas, los soldados sádicos y los ataques de animales no son exactamente un arte elevado pero le dieron de comer a Norman y su esposa. Estos escabrosos temas eran los que atraían a los millones de varones que leían estas "revistas para hombres" que se vendían en América del Norte desde la década de 1940 hasta la de 1970. Estas revistas estaban dirigidas a "veteranos y militares activos", dijo el coleccionista Bob Deis, fundador del sitio del coleccionista MensPulpMags.com y autor de la serie de libros Men's Adventure Library. La fórmula generalmente incluía "nazis haciendo cosas terribles con damiselas angustiadas", dijo Deis. "No glorificaron a los nazis. En muchas de las portadas, verás a un militar estadounidense que viene a salvar a una mujer. A veces, las mujeres son heroínas en las historias y se vengan de los nazis como luchadoras armadas". La resolución de las historias de estas revistas siguió un patrón predecible. "Por lo general, el héroe era recompensado por las damiselas después de ser rescatadas", dijo Deis.

De hecho, las sádicas portadas nazis de Eastman son lo que mucha gente piensa que es representativo de todo el género de revistas pulp para hombres. También jugaron un papel en la creación del término algo despectivo "revistas de sudaderas para hombres " como apodo para las revistas de aventuras para hombres. La verdad es las portadas malvadas de los nazis son solo uno de los muchos subgéneros de las portadas de revistas de aventuras para hombres.

Pocas personas habrían adivinado que Norm Eastman, tímido y modesto, era uno de los mejores ilustradores que alimentaban las fantasías de una generación de jóvenes.

La paga era de solo $ 100 por dibujo, con lo que Eastman contrataría modelos en vivo, adquiriría vestuario y fotografiaría a los actores en las escenas que cada portada requería. Dibujar y pintar una sola ilustración llevaría dos o tres semanas.

La modelo pin-up y actriz Eva Lynd recordó a Eastman como "respetuoso" y "mi artista favorito para trabajar”. La modelo de glamour Eva Lynd posó como la rubia armada en la ilustración de la portada de Eastman para la edición de diciembre de 1968 de New Man, que incluía historias como 'Atrapado por el monzón de lujuria del Viet Cong' y 'El infierno de la joven esposa'. "Tenía la sensación de que no tenía idea de lo bueno que era. Sigo pensando que era el mejor de todos los ilustradores de revistas de aventuras masculinas que he visto".

A veces, Eastman se pintaba a sí mismo en las portadas, "consiguiendo que un amigo suyo le tomara una foto haciéndose pasar por el malo. ¡Fue horrible, simplemente terrible, terrible!" Lynd dijo, riendo. "Él tomó las fotos, leyó los manuscritos, hizo todo", dijo Jane.

A partir de la década de 1970, después de proporcionar más de 200 pinturas e ilustraciones para revistas de aventuras para hombres, Norm Eastman comenzó a hacer portadas para libros de bolsillo románticos, incluida la famosa serie Harlequin Romance .

Eastman murió de la enfermedad de Alzheimer en noviembre de 2007 en el Hospital Santa Ynez Valley en Lompoc, California. Jane dijo que dibujó y pintó hasta el final, pero "nunca vimos nada del dinero. No fuimos inteligentes para eso".

Las revistas para hombres cayeron en desgracia y fueron sumamete criticadas por las portadas nazis que Norm Eastman solía hacer. Pero en la era de las casas de subastas en línea y los coleccionistas especializados, el trabajo de Eastman ha tenido un gran resurgimiento. "Solíamos esconder esas ilustraciones debajo de la cama o en el armario", dijo Jane Eastman. Los tiempos cambian. En 2019, las ilustraciones originales de Norman Eastman se pueden vender a coleccionistas por hasta $15,000.

lunes, 9 de noviembre de 2020

DELL PUBLISHING

Dell Publishing fue fundada en 1921 por George T. Delacorte, Jr., concentrándose principalmente en el mercado de revistas pulp y cómics. Delacorte empezó con $ 10,000, dos empleados y una revista, I Confess, y pronto comenzó a producir docenas de revistas pulp, que incluía historias de detectives, revistas sobre películas y libros románticos. 

De 1929 a 1974, publicaron cómics bajo la línea Dell Comics  la mayor parte de los cuales (1938-1968) se realizaron en sociedad con Western Publishing. En 1943, Dell entró en el mercado de libros de bolsillo y lo hicieron con mucho éxito. Esta primera incursión de Dell en la publicación de libros de bolsillo comenzó debido a su estrecha asociación con Western Publishing. En 1942 Dell necesitaba el papel que Western tenía y debido a que Western en ese momento necesitaba trabajo de impresión, que Dell podría suministrar, la asociación se logró a través de su nueva línea de libros de bolsillo. Fue así como nació Dell Books, creado por Delacorte de Dell y Lloyd E. Smith de Western. También realizaron las impresiones de los libros de Dial Press, Delacorte Books, Delacorte Press, Yearling Books y Laurel Leaf Library.

Las revistas Pulp no eran una parte importante de su negocio, pero hacían muchos pulps. Varios escritores se iniciaron en Dell, como Lester Dent. Dentro de los títulos publicados por esta editorial tenemos los siguientes:

5-Detective Mysteries (1942-1943) 

All Detective Magazine (1932-1935) 

All Western (1950-1951) 

All Western Magazine (1931-1943) 

Buck Jones Western Stories (1936-1937)

Crime Mysteries (1927)

Cupid's Diary (1923-1932)

Doctor Death (1935) 

Federal Agent (1936-1937)

Four Aces (1942) 

My Story (1931 Dell) 

Public Enemy (1935-1936) 

Spur Western Novels (1955) 

Stage Stories (1929) 

Sweetheart Stories (1925) 

War Stories (1926-1932) 

Dell no proveyó de héroes pulp a la altura de The Shadow o Doc Savage sin embargo, sobresalen algunos personajes que tuvieron sus propias series aunque de corta existencia. Entre estos personajes estaba The Whispering Monk que apareció en un número de All Detective en 1933. Era uno de esos raros personajes que mantenían tres identidades. El Monje Susurrante, después de matar a los ladrones, les metía un cartucho en la nariz como advertencia a los demás criminales.

Hubo once historias de la serie Dorus Noel de Arthur J. Burks. Ambientada en Chinatown, Noel es un agente de policía encubierto que se enfrenta a extraños crímenes y criminales, incluido un personaje parecido a Fu Manchu. 

El que ha logrado sobrevivir en la memoria colecctiva hasta nuestros días es Doctor Death. Apareció por primera vez como un súper ladrón europeo en la serie Nibs Halloway en All Detective en 1934. Asesinado en su primera aparición en la segunda historia de Nibs, regresó para morir de nuevo en la cuarta historia. Esto se repitió en la quinta y sexta historia de Nibs. Pero se decidió hacer de Doctor Death la estrella de su propia pulpa, por lo que All Detective (último número: enero de 1935) pasó a llamarse Doctor Death (primer número: febrero de 1935).

Ahora escrito por Harold Ward, Doctor Death era un científico loco que buscaba reducir la población humana por medios ocultos o científicos. Como se señaló, duró solo tres números, aunque se escribieron dos historias adicionales. Altus Press ha reimpreso ambas series de Doctor Death. 

Terence X. O'Leary fue un personaje creado por Arthur Guy Empey. O'Leary fue un personaje de guerra de larga data. Era un soldado de infantería que cumplía su deber como policía militar, agente del servicio secreto, legionario extranjero y aviador. Apareció en varias revistas pulp desde 1926 publicadas por Dell (War Stories y War Birds) e incluso llegó a trasvasarse a otras editoriales como Fawcett (Battle Stories).

En 1935, War Birds (último número: febrero de 1935) pasó a llamarse Terence X. O'Leary's War Birds (primer número: marzo de 1935) y se convirtió en una extraña serie de ciencia ficción de guerra futura. Ahora O'Leary se enfrentó a Unuk, Sumo Sacerdote del Dios de las Profundidades, un loco de 500 años de edad que se apoderó de una isla en el Pacífico Sur, secuestró a científicos y los convirtió en zombis para perfeccionar armas asombrosas para atacar a los Estados Unidos. 

Dell comenzó a publicar libros de bolsillo en 1942 en un momento en que este tipo de publicación era una idea relativamente nueva para el mercado de los Estados Unidos. Su principal competidor, Pocket Books, ya había estado publicando desde 1939, tres años antes. Un examen de los libros de bolsillo disponibles en este momento muestra que no existía un consenso sobre la estandarización en el formato por lo que cada una de las primeras empresas intentaba distinguirse de sus competidores. Dell logró más variedad que cualquiera de sus primeros competidores. Lo hizo, al principio, con un formato identificable al instante de portadas vibrantes con aerógrafo para los libros de ficción de género, diferentes logotipos, mapas en las contraportadas, listas de los personajes de los libros y "páginas tentadoras". El diseño era genial: atrajo con éxito compradores.

Los primeros cuatro libros no tenían mapas en la contraportada; esto comenzó con Dell # 5, intitulado “Cuatro mujeres asustadas” de George Harmon Coxe . (Una reedición posterior del Dell # 4, “The American Gun Mystery” de Ellery Queen , agregó un mapa). El mapa estaba destinado a ayudar al lector a mostrar la ubicación de las acciones principales de la novela. Algunos fueron increíblemente detallados; otros algo estilizados y abstractos. Los libros se conocieron casi de inmediato como "mapbacks", y esa nomenclatura ha perdurado entre los coleccionistas hasta el día de hoy.

Las novelas de la serie mapback eran principalmente misterios/ficción detectivesca, pero abarcaban desde romances (“Self-Made Woman” de Faith Baldwin, n. ° 163) hasta ciencia ficción (“The First Men in the Moon” de HG Wells, n. ° 201), libros de guerra. (“I Was A Nazi Flyer” de Gottfried Leske, n. ° 21 y “Eisenhower Was My Boss” de Kay Summersby, n. ° 286), muchos westerns (“Gunsmoke y Trail Dust” de Bliss Lomax, n. ° 271), libros de chistes (“Liberty Laughs”, “Cavanah & Weir”, # 38) e incluso crucigramas (“Segundo libro de crucigramas” de Dell, ed. Kathleen Rafferty, # 278, uno de los títulos más raros en la actualidad). Hubo algunas ediciones relacionadas con películas (“The Harvey Girls” de Samuel Hopkins Adams, # 130) y el intento ocasional de ficción más artística fuera de género (“To A God Unknown” de John Steinbeck, # 407). Las novelas hoy olvidadas por autores en gran parte desconocidos (“Death Wears A White Gardenia“ de Zelda Popkin , n. ° 13) pertenecen a la misma serie que las valiosas ediciones en rústica originales de autores famosos (“A Man Called Spade” de Dashiell Hammett, # 90). El mapa de la contraportada fue muy popular entre los lectores y sigue siendo popular entre los coleccionistas. Los "mapbacks "de Dell se encuentran entre los libros de bolsillo antiguos más codiciados.

A principios de la década de 1950, cuando la numeración de las series alcanzó los 400, Dell comenzó a actualizar la apariencia de sus libros. En 1951, los mapas de la contraportada comenzaron a ser reemplazados gradualmente por texto convencional y cubiertas de "propaganda". 

Dell Publishing ya no existe como entidad independiente. Dell fue adquirida por Doubleday en 1976. Doubleday a su vez fue adquirida por Bertelsmann en 1986, quien formó Bantam Doubleday Dell como su subsidiaria estadounidense. Bertelsmann adquirió Random House en 1998 y cambió el nombre de su negocio en Estados Unidos después de la adquisición. Después de la fusión, Bantam se fusionó con Dell Publishing. Bantam Dell se convirtió en parte del grupo editorial Random House en 2008. Ballantine Books se fusionó con Bantam Dell en 2010. En 2013, Random House se fusionó con Penguin para formar Penguin Random House.



miércoles, 4 de noviembre de 2020

H. J. WARD


Hugh Joseph Ward nació el 8 de marzo de 1909 en Filadelfia. Su padre trabajaba como cartero. Hugh era el menor de seis hermanos de una familia católica irlandesa. Había en total cinco hijos y una hija. También nacieron otros dos niños, pero murieron en la infancia.


Después de la High School, trabajó como dibujante para el Philadelphia Inquirer, mientras estudiaba clases nocturnas en la Escuela de Arte Industrial de Filadelfia.


Hugh Ward había conocido a una mecanógrafa llamada Viola Conley en una editorial de Filadelfia. Sus padres eran irlandeses y alemanes y se había criado en un barrio alemán del norte de Filadelfia. Viola era un año menor que Hugh.



En 1931, a la edad de veintidós años, comenzó a viajar en tren a la ciudad de Nueva York para visitar a cualquier editor de pulp que se tomara el tiempo de mirar su portafolio de trabajo. La ambición de Ward era convertirse en un ilustrador independiente para revistas. Hizo su primera venta el 24 de agosto de 1931 a Teck Publishing Corporation, que compró dos pinturas que luego se utilizaron en las portadas de Complete Detective Novel y Wild West Stories y Complete Novel Magazine. Posteriormente, Dell Publishing le pidió que proporcionara varias pinturas de portada para Sure-Fire Screen Stories y Ace-High. Pronto estuvo haciendo portadas para Argosy, Double Detective, Easy Money, Prison Life Stories, Rangeland Love, Red Star Detective y Red Star Mystery.



Hugh y Viola se casaron en agosto de 1934 y al año siguiente nació su hija Patricia. Viola Conley se convirtió en su modelo para todas las mujeres en las portadas de sus revistas pulp. Evitando el uso de fotografías, la pintó directamente al natural. Se hizo conocido por sus representaciones de mujeres que reaccionaban con horror a varias amenazas espeluznantes. El historiador David Saunders describe a Ward como "inspirado por el desgarrador drama del dominio cruel de la muerte sobre la frágil y sensual belleza de la vida". El estudio de arte de Ward era una habitación modesta en su casa.



En octubre de 1935, Ward pudo dejar su trabajo en el Philadelphia Inquirer y dedicar sus energías a su floreciente carrera como artista de portadas pulp. H. J. Ward vendió portadas pulp independientes a muchas editoriales diferentes, incluidas Munsey, Dell, Popular, pero la mayor parte de su trabajo fue publicada por Trojan Publications. Trojan era propiedad de Harry Donenfeld y fue editado por Frank Armer. Ward se convirtió en su mejor artista. Creó muchas portadas pulp para las revistas icónicas  de Trojan, como Bedtime Stories, Lone Ranger , Speed Adventure, Spicy Adventure, Spicy Detective, Spicy Western, Super Detective, Tattle Tales y Private Detective.



En 1937, Ward fue contratado por George Washington Trendle para desarrollar las imágenes de los personajes de radio Lone Ranger y Green Hornet que se utilizarían para su comercialización. En 1940, Harry Donenfeld encargó a Ward que pintara la primera pintura al óleo de cuerpo entero de Superman para promover el programa de radio Las aventuras de Superman. Ward estaba complacido con la exposición que este trabajo le brindó pues lo mostraba como un ilustrador capaz de hacer trabajos más allá del mundo de los pulps. Aspiraba a un mayor prestigio y una mejor paga que ofrecían las revistas “serias y elegantes”, pero los editores mostraron poco interés en su trabajo, incluso después de que finalmente hizo su primera venta de una pintura para una portada de la revista Liberty en 1939.



En 1941, HJ Ward preparó una carpeta de posibles ilustraciones para mostrárselas a los editores de arte en un esfuerzo concertado por encontrar trabajo en publicidad y revistas “serias y elegantes”.



Ward fue reclutado en el ejército el 13 de abril de 1944. Se registró que era alto, delgado, de cabello oscuro y fumador empedernido.



Sin embargo, en septiembre de ese año, un dolor debilitante en el hombro derecho le fue diagnosticado como cáncer de pulmón avanzado. Hugh Joseph Ward murió a los 35 años el 7 de febrero de 1945.